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'Mala conducta': Si mi padre es director de cine, yo también
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'Mala conducta': Si mi padre es director de cine, yo también

Despierta suspicacias la cantidad de hijos de directores y actores que pretenden haber heredado lo único que no se hereda: el talento

Foto: La actriz Jennifer Connelly, en 'Mala conducta'. (Netflix)
La actriz Jennifer Connelly, en 'Mala conducta'. (Netflix)

Se estrena hoy en Filmin Mala conducta, dirigida por la hija de Jane Campion. También pueden disfrutar en salas de Los vigilantes, dirigida por la hija de M. Night Shyamalan. Jane Campion tiene dos oscar, Shyamalan tiene El sexto sentido, son directores famosos. Lógicamente, sus hijas dudaron entre convertirse en directoras de cine o en dependientas del Zara, y les cuadró más lo del cine.

Hay algo llamativo en los hijos de la gente del cine cuando trabajan también en las películas: no ponen en cuestión un arte, sino algo más profundo, la vocación. La vocación artística es una intuición eléctrica, bastante zumbada a menudo, que posee a alguien que de pronto se ve haciendo una cosa que no sabe hacer, y resulta que sí la sabe hacer. Escribir, cantar, actuar, dirigir películas. Si tu padre es director de cine, ya no es vocación lo que sientes, sino pereza. Dirigir películas como hizo tu padre no se diferencia mucho de quedarse con el restaurante de bocadillos de la familia.

¿Y qué arte, qué poesía puede uno encontrar en el restaurante, la farmacia, la ferretería o la lavandería de la familia?

Jonás Trueba, hijo de Fernando Trueba, ha declarado hace poco: “A veces envidio a los que se han hecho a sí mismos desde cero”. Son unas palabras peligrosas. Las palabras amables, a mi juicio, hubieran sido: “A veces admiro a los que se han hecho a sí mismos desde cero”. Si Jonás Trueba hubiera habitado el cero, la incultura, la falta de referentes, hoy ni siquiera sabría quién es Robert Bresson. Las posibilidades de que alguien totalmente ajeno por lazos familiares a la industria audiovisual acabe dirigiendo películas debe de rondar la unidad por millón. Por eso el arte era bonito, porque lo podía hacer cualquiera que estuviera un poco loco.

Foto: El reparto de 'Al salir de clase', cuando las cosas eran muy distintas.

En Érase una vez en Hollywood, Tarantino fichó a la hija de Andie MacDowell; a la hija de Bruce Willis y Demi Moore; a la hija de Kevin Smith; y a la hija de Ethan Hawke y Uma Thurman. A lo mejor nos quería decir algo con ese batallón de enchufes.

El cine se parece cada vez más a la Administración Pública.

Debemos alarmarnos y deprimirnos ante el alto porcentaje de hijos del cine que descubren que quieren hacer cine. Es, desde luego, muy superior al porcentaje de hijos de taxistas que sienten esta inclinación. Esto parece revelarnos que el talento (o la vocación misma, ya decimos) no existe, que basta con poner a un niño en el centro de una profesión creativa para que, de forma natural, se sienta llamado y se le reconozca capaz. Millones de personas serían capaces de dirigir películas si millones de personas se dedicaran a dirigir películas, y tuvieran hijos. Por suerte, sólo unas cien personas dirigen películas en España, y muchas no van a dejar descendencia.

'Mala conducta'

Desde hace años, tengo muy claro que hay una labor en el mundo de los libros que puede hacer cualquiera: es la de editor. Ahora pienso que en el cine, si algo es accesible, es la función de director. Dado que son puestos superiores, con mucho mando y mucha delegación, es posible mandar y delegar sin tener ni puta idea, porque por debajo siempre hay profesionales valiosos y competentes. Un buen director de fotografía, buenos actores y alguien con maña en la sala de edición permiten que usted mismo, mañana mismo, dirija correctamente una película.

La hija de Jane Campion, que se llama Alice Englert, ha escrito y dirigido Mala conducta, con Jennifer Connelly en el papel principal. Imdb le pone un 4,5. La fotografía es bonita y la sintaxis, aplicada. Hay buenos profesionales apoyando a Englert.

La película, sin embargo, es realmente insufrible. Tenemos a Jennifer Connelly yendo a un retiro de silencio, donde, de hecho, no paran de hablar. Toda la tontería de clase media-alta vegana progre ecologista y dolorida parece encontrar en Mala conducta su parodia involuntaria. De hecho, no sabe uno por qué la película se llama Mala conducta. Son todos ángeles con dinero.

La madre de Alice es neozelandesa, y Alice ha hecho una película neozelandesa, un derivado muy preciso del cine de Campion. Esto es curioso de ver: no sólo haces cine como ella, sino que haces el mismo cine que ella. Uno puede llegar a preguntarse por qué Mala conducta no la dirige la propia Jane Campion y así nos ahorramos una ficha en Imdb.

En el retiro de silencio, todas son chicas, como en los clubs de lectura. La película tantea en algunos momentos las ocurrencias estomagantes de Giórgos Lánthimos, pero no acaba de romper por ahí. Se desaprovecha el mito erótico que era Connelly en los 90, aunque se incide en la tristeza de envejecer. La película es tan aburrida que uno la olvida casi con entusiasmo.

'Los vigilantes'

placeholder Un fotograma de la película 'Los vigilantes'.
Un fotograma de la película 'Los vigilantes'.

Si Alice hace una película neozelandesa, Ishana Night Shyamalan hace una película de M. Night Shyamalan. Miren que hay cine posible, géneros, subgéneros, pero va Ishana y lo que le apetece hacer es una película como La visita (2015), El bosque (2004) y Llaman a la puerta (2023) todas juntas. Bien es verdad que el filme se basa una novela de A.M. Shine.

Los vigilantes tiene un 5,8 en Imdb. No es tan mala. De hecho, es malísima, pero yo la vi en cine y aguanté hasta el final y debo reconocer que lo pasé muy bien. Tenemos un bosque en Irlanda donde quedas atrapado si cruzas determinadas fronteras malignas. El coche se estropea, el móvil muere y no hay nadie a quien pedir ayuda. La verdad es que hay que poner mucho de tu parte para creerte que en Irlanda pasan cosas tan interesantes.

Pero, ya puestos a creer, te crees que otros humanos han quedado atrapados en el bosque, y que viven en un galpón de hormigón cuya fachada principal está hecha de vidrio. Por las noches, deben ponerse en fila ante el vidrio para ser mirados por extrañas criaturas. Hay un montón de normas añadidas en este contexto carcelario, pero todas se ven desacreditadas en la película en la escena siguiente a la escena en la que nos las explican.

Yo creo que la película aguanta por Dakota Fanning, que nos lleva por los laberintos del dolor y el susto con impecable maestría. Los vigilantes empieza pareciendo Lost (2004) y acaba pareciendo Fallen (1998), y entre medias se parece a otras cuatro o cinco películas más tituladas con una sola palabra. Hay hadas, científicos locos y amor inmarcesible. Es un disparate absoluto de película.

Se estrena hoy en Filmin Mala conducta, dirigida por la hija de Jane Campion. También pueden disfrutar en salas de Los vigilantes, dirigida por la hija de M. Night Shyamalan. Jane Campion tiene dos oscar, Shyamalan tiene El sexto sentido, son directores famosos. Lógicamente, sus hijas dudaron entre convertirse en directoras de cine o en dependientas del Zara, y les cuadró más lo del cine.

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