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Ramón Calderón busca topos en su junta directiva
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Ramón Calderón busca topos en su junta directiva

Parece mentira, pero el Real Madrid es un territorio en el que todo es posible. El equipo funciona bien, es líder, viaja relativamente tranquilo a Barcelona

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Ramón Calderón busca topos en su junta directiva

Parece mentira, pero el Real Madrid es un territorio en el que todo es posible. El equipo funciona bien, es líder, viaja relativamente tranquilo a Barcelona a jugar el domingo en el Camp Nou y hasta el filial, que hace escasas semanas vivía cerca del descenso, ha encadenado seis victorias consecutivas y ya mira hacia arriba. Pero Ramón Calderón, en perpetua campaña electoral y rodeado de fantasmas que le recuerdan cómo llegó al cargo, no encuentra la paz. Se sabe vigilado y cuestionado incluso entre los propios componentes de una junta directiva demasiado volátil y predispuesta a dar el volantazo si las circunstancias lo imponen. Aunque el todavía presidente tiene una serie de incondicionales que no le van a fallar nunca, no se siente confiado porque sabe que el alma humana es muy cambiante. Y que la fidelidad no es habitual en el mundo del fútbol.

Hace doce días, El Confidencial informó de la existencia de ruido de sables en el seno de la directiva madridista. Un sector de la misma comienza a mostrarse preocupado por las constantes meteduras de pata de Calderón, que alcanzaron su cenit cuando criticó en público y en un restaurante al mismísimo secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetsky. El desgaste de imagen es excesivo y esos teóricos compañeros de barco de Calderón recuerdan que ni siquiera la conquista de la octava Copa de Europa salvó de la guillotina a Lorenzo Sanz. El socio del Real Madrid está muy por encima de un título determinado. Busca la excelencia. No sólo en el campo sino también en los despachos.

Calderón ha comenzado a sondear entre sus fieles. Quiere saber quiénes son los topos, quienes son los traidores. Ha mantenido charlas individuales con algunos de sus colaboradores para determinar el grado de confianza que puede depositar en cada uno de ellos. Y la encuesta continúa. No se fía ni de su sombra. Y menos después de comprobar cómo muchas de las decisiones que toma son rápidamente filtradas a algunos de sus medios menos afines, como Marca. Mientras busca a los traidores, sigue dando palos de ciego. La encuesta va a continuar. Pero las filtraciones también.

Parece mentira, pero el Real Madrid es un territorio en el que todo es posible. El equipo funciona bien, es líder, viaja relativamente tranquilo a Barcelona a jugar el domingo en el Camp Nou y hasta el filial, que hace escasas semanas vivía cerca del descenso, ha encadenado seis victorias consecutivas y ya mira hacia arriba. Pero Ramón Calderón, en perpetua campaña electoral y rodeado de fantasmas que le recuerdan cómo llegó al cargo, no encuentra la paz. Se sabe vigilado y cuestionado incluso entre los propios componentes de una junta directiva demasiado volátil y predispuesta a dar el volantazo si las circunstancias lo imponen. Aunque el todavía presidente tiene una serie de incondicionales que no le van a fallar nunca, no se siente confiado porque sabe que el alma humana es muy cambiante. Y que la fidelidad no es habitual en el mundo del fútbol.