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Nadal se desespera y vuelve a rendirse a la excelencia de Djokovic
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US OPEN, LA SEXTA FINAL QUE PIERDE ANTE EL NÚMERO UNO

Nadal se desespera y vuelve a rendirse a la excelencia de Djokovic

No es que Rafa Nadal no juegue muy bien, es que ha coincidido en el tiempo con otro que lo hace extremadamente bien, que se encuentra

Foto: Nadal se desespera y vuelve a rendirse a la excelencia de Djokovic
Nadal se desespera y vuelve a rendirse a la excelencia de Djokovic

No es que Rafa Nadal no juegue muy bien, es que ha coincidido en el tiempo con otro que lo hace extremadamente bien, que se encuentra en un excelente estado de forma y que además no falla. Ésa es la razón por la que Novak Djokovic le ha relevado como número uno y le ha ‘robado’ una final tras otra, y ya van seis. Nadal aún no ha encontrado el antídoto para sobrevivir a la picadura de ‘Nole’, hasta ahora mortal. No basta con jugar bien, hay que hacer un partido impecable porque el serbio llega a bolas imposibles, ajusta al máximo y aguanta lo que le echen. Anoche se vieron a dos auténticos fenómenos, un derroche físico, un despliegue de tenis… Un auténtico espectáculo de cuatro horas y diez minutos.

 

Puntos como los que se vieron ayer en Nueva York solo son posibles si a cada lado de la pista hay dos jugadores de la talla de estos dos tenistas. En juego estaba el último Grand Slam de la temporada y la final del US Open, reedición de la del año pasado, respondió a las expectativas. Hasta Pau Gasol perdonó la cama por seguir el partido desde Lituania, donde el reloj llegó a marcar casi las tres y media de la mañana. El número conquistó su décimo título de la temporada (6-2, 6-4, 6-7 y 6-1), un título muy merecido y a la vez sufrido, porque tuvo que sudar lo suyo para derrotar a Roger Federer primero y a Rafa Nadal después. Sus registros siguen siendo de récord (63 victorias por solo dos derrotas) y él, más número uno.

Si hay algo que marcó el partido fue la intensidad porque los dos fueron a muerte desde el primer punto. Rafa empezó bien, rompiendo el servicio a Djokovic y colocándose 0-2, pero el serbio reaccionó, le paró los pies y el balear no volvió a sumar ni un solo juego más. Nadal jugaba muy por detrás de la línea de fondo permitiendo a Djokovic atacar con mayor facilidad, sin embargo, cuando se acercaba conseguía hacer algo más de daño.

Los puntos empezaban a ser cada vez más duros. Era una guerra de desgaste. Nadal empezó la segunda manga de la misma manera que la primera, a un gran nivel, dominando en intensidad y rompiendo el saque del rival, pero Djokovic estaba perfecto. Nadal sacaba para el 0-3 y el serbio tuvo hasta cinco bolas de ‘break’. La ventaja siempre era para él. Llegaba a todas y acabó llevándose el juego después de un punto que era del balear. Nadal aún se pregunta cómo pudo fallar el ‘smash’ que le dio a Djokovic el 1-2. El serbio imponía el ritmo y os tres juegos siguientes también fueron para él.

Nadal empezaba a estar tocado psicológicamente y al serbio le sobraba confianza, pero aunque por momentos se desesperaba, consiguió empatar a 4 y tener posibilidades de luchar por el set. Fue en vano. Lo intentó, de su raqueta salía un buen tenis, no se puede decir que no luchó, pero Djokovic siempre encontraba el hueco. Le salía todo y también se llevó el segundo set (6-4).

El tie break fue la recompensa al esfuerzo de Nadal

La tercera manga era determinante. El mallorquín sabía que no podía bajar en intensidad, pero cometió algunos errores en los que Djokovic no caía. Por lo demás, su juego era realmente bueno, pero insuficiente. No encontraba la manera de superar a su rival, que aguantaba y además puntuaba. Daba la impresión de que era imposible superarle. Con 3-2 en el marcador la cara de incredulidad de Nadal lo decía todo, pero interiorizó eso de ¡vamos Rafa! y se puso 3-4. El de Belgrado acusó el esfuerzo y bajó el ritmo, pero la derecha de Nadal reapareció y demostraba en cada punto que lo estaba dando todo e iba a luchar por la remontada. Con 6-5 estábamos ante un posible ‘break’ o un match ball y la emoción era máxima. Nadal se merecía algo más y ésa oportunidad extra fue el tie-break. Djokovic no se lo esperaba, daba muestras de cansancio y los papeles se invirtieron.

El cuarto set se le antojaba cuesta arriba a Djokovic. Gesticulaba y se tocaba la espalda, pero su saque seguía siendo potentísimo y sus movimientos firmes como si estuviera hecho de hierro en lugar de carne y hueso. Pedía los servicios del fisio, y aun así su contundencia volvió a ser la tónica general. Algunos no se creían sus dolores y Twitter era un hervidero. Con 4-1 y el partido del lado del serbio, el que se quejaba de la pierna derecha era Nadal. Parecía desconcentrado y desfondado. Era un set para él, para aprovecharse del golpe que le había asestado a Djokovic en la tercera manga, pero el partido se le iba. Rafa ya no estaba en el cemento de Nueva York.

 

Frialdad entre los dos mejores tenistas del mundo

Djokovic recogió su trofeo de campeón luciendo una gorra de los bomberos de la ciudad de Nueva York en solidaridad con las víctimas del 11-S, un bonito gesto que no hizo olvidar lo que para muchos, incluido Nadal, fue un ‘paripé’ para interrumpir el juego y beneficiarse de los parones. Su calidad como tenista es indiscutible, pero no se puede decir lo mismo de su deportividad. Recibieron el premio uno junto al otro, pero les separaba un abismo. Son rivales, pero hay algo más: no se gustan. Al mallorquín le pesa su superioridad, lo reconoció ante los micrófonos, pero también sus aires, y eso lo reflejaba su cara.

No es que Rafa Nadal no juegue muy bien, es que ha coincidido en el tiempo con otro que lo hace extremadamente bien, que se encuentra en un excelente estado de forma y que además no falla. Ésa es la razón por la que Novak Djokovic le ha relevado como número uno y le ha ‘robado’ una final tras otra, y ya van seis. Nadal aún no ha encontrado el antídoto para sobrevivir a la picadura de ‘Nole’, hasta ahora mortal. No basta con jugar bien, hay que hacer un partido impecable porque el serbio llega a bolas imposibles, ajusta al máximo y aguanta lo que le echen. Anoche se vieron a dos auténticos fenómenos, un derroche físico, un despliegue de tenis… Un auténtico espectáculo de cuatro horas y diez minutos.

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