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Sarah Burke, la pionera esquiadora que hizo olímpico el 'freestyle'
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ABRIÓ A LAS MUJERES EL CAMINO DE LA COMPETICIÓN PERO MURIÓ SIN CUMPLIR SU SUEÑO

Sarah Burke, la pionera esquiadora que hizo olímpico el 'freestyle'

El oro de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 estaba reservado para ella. Ése iba a ser el mayor premio a una esquiadora pionera, a

Foto: Sarah Burke, la pionera esquiadora que hizo olímpico el 'freestyle'
Sarah Burke, la pionera esquiadora que hizo olímpico el 'freestyle'

El oro de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 estaba reservado para ella. Ése iba a ser el mayor premio a una esquiadora pionera, a toda una vida dedicada a defender la igualdad entre hombres y mujeres en la competición y a luchar por el reconocimiento de su modalidad deportiva. Sarah Burke merecía coronarse en unos Juegos no solo por su indiscutible talento y plena dedicación a un deporte extremo, sino por ser una de las principales responsables de que, por primera vez, el freestyle formara parte del programa olímpico. La canadiense marcó la diferencia y era considerada la reina del esquí alpino superpipe, y así será recordada después de su muerte.

Sus saltos imposibles, su habilidad sobre la nieve y su famoso giro de 1080 grados (tres giros de 360 grados) hicieron de ella una de las principales favoritas a la medalla de oro de los próximos Juegos de Sochi, pero no podrá competir en Rusia. En la nieve, donde pasó casi toda su vida, encontró también la muerte. Con tan solo 29 años, un fatal accidente durante un entrenamiento la dejó en coma y el pasado jueves su perpetua y luminosa sonrisa se apagó para siempre.

Sarah tuvo una caída mientras entrenaba en Park City (Utah). No parecía demasiado grave, pero el paro cardiaco que sufrió momentos después lo complicó todo y tuvo que ser trasladada de urgencia al Hospital de Salt Lake City. Producto del golpe en la cabeza sufrió un desgarro en la arteria vertebral y la falta de oxígeno provocó daños cerebrales irreparables. Tras nueve días en coma inducido, su cuerpo no aguantó más.

Costaba creer que quien descendía a toda velocidad por la nieve virgen y quien mostraba esa espectacular destreza en los saltos era una mujer como Sarah Burke. Bajo esas enormes gafas y ese amplio anorak se escondía una belleza propia de las pasarelas, pero aunque hizo sus pinitos en el mundo de la moda, dedicó su vida al esquí en una de sus versiones más extremas: el freestyle. Fue campeona del mundo en halfpipe (estructura de nieve en forma de U) en 2005 y cuatro veces ganadora del oro en los Winter X Games en la modalidad de superpipe (2007, 2008, 2009 y 2011). Era -y lo será después de su muerte- un referente de este deporte, pero sobre todo un ejemplo de superación.

Siendo una niña ya se deslizaba por la nieve con esquís en los pies. Le apasionaba lo que hacía y esa pasión le llevó a romper moldes. Sarah superaba a la mayoría de los chicos, quería competir y fue la primera mujer freeskier en hacerlo. No solo se hizo un hueco en un deporte que hasta ese momento parecía reservado para los hombres, sino que trabajó y presionó al Comité Olímpico Internacional para que el estilo libre fuera incluida en los Juegos Olímpicos. No pudo ser en Vancouver 2010, pero el halfpipe debutará por fin en Sochi 2014, donde ella debía participar y ganar. Ella abrió el camino a las nuevas generaciones y para el resto de esquiadoras de freestyle es un icono y un ejemplo a seguir dentro de un deporte en el que no solo importa la técnica, sino también la espectacularidad y la originalidad llevadas al límite.

Fue una deportista mediática, no solo por sus logros deportivos, sino por su imagen. Su melena rubia, su rostro angelical y su carácter vitalista no pasaron desapercibidos y empezó a ser conocida fuera de las pistas de esquí. La canadiense era imagen de la marca deportiva Roxy, recibió varios premios por sus méritos deportivos y además fue elegida por la revista FHM-US como una de las 100 mujeres más sexys en 2006.

Su vida era el deporte, pero no se escondía de las cámaras y utilizaba su imagen pública. No tuvo ningún problema en compartir con el mundo su boda con Rory Bushfield, también esquiador extremo, con quien compartía profesión y su mayor pasión. En vida era una deportista admirada, pero a partir de ahora no cabe duda de que será idolatrada. Las muestras de apoyo de compañeros y aficionados se han sucedido desde que se conoció la noticia de su muerte y hasta se ha creado una cuenta corriente en la que se pueden hacer donaciones para cubrir los gastos médicos que fueron necesarios para intentar salvarle la vida. En el mundo del freeski tiene reservado un lugar especial y quienes suban al podio olímpico de Sochi a recoger sus medallas deberán dedicarle parte de sus triunfos.

El oro de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 estaba reservado para ella. Ése iba a ser el mayor premio a una esquiadora pionera, a toda una vida dedicada a defender la igualdad entre hombres y mujeres en la competición y a luchar por el reconocimiento de su modalidad deportiva. Sarah Burke merecía coronarse en unos Juegos no solo por su indiscutible talento y plena dedicación a un deporte extremo, sino por ser una de las principales responsables de que, por primera vez, el freestyle formara parte del programa olímpico. La canadiense marcó la diferencia y era considerada la reina del esquí alpino superpipe, y así será recordada después de su muerte.

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