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Las trampas más sonadas del deporte
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BEN JOHNSON, BRIATORE, RAJTEN… LA LISTA DE ENGAÑOS ES LARGA

Las trampas más sonadas del deporte

Los siete Tours de Lance Armstrong han resultado ser una farsa. Un engaño masivo del exciclista tejano que se refugió en el dopaje para entrar en

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Las trampas más sonadas del deporte

Los siete Tours de Lance Armstrong han resultado ser una farsa. Un engaño masivo del exciclista tejano que se refugió en el dopaje para entrar en la leyenda del ciclismo. Pero la trampa en el deporte, para desgracia de aquellos que abogan por el juego limpio, no la ha descubierto el estadounidense. La historia del deporte está llena de supuestos atletas dispuestos a cualquier cosa con tal de ser coronados como los mejores. El fin para ellos justifica los medios, por más que alguno de estos sean delictivos. Ben Johnson, Dora Ratjen, Marion Jones, ‘Juanito’ Muehlegg, la selección española paralímpica de baloncesto o Briatore, por citar algunos de ellos.

En la memoria del buen aficionado al atletismo está la final de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. Una carrera que pasó a la historia como la gran trampa de la velocidad. En una carrera extraterrestre, denominada entonces la carrera del siglo, el canadiense Ben Johnson dejó en evidencia a Carl Lewis, el conocido hijo del viento. A Johnson, que detuvo el cronómetro en los 9,79, tuvo tiempo incluso de mirar atrás para escenificar, dedo al aire, su contundente victoria. Sin embargo, la mentira fue casi tan corta como su éxito. Tres días después Johnson fue despojado de la medalla de oro y del récord al dar positivo por el esteroide Stanozolol. Desmoronado, el canadiense admitió que su carrera estaba sustentada en el dopaje y la IAAF le quitó todos los récords y medallas conseguidos desde 1984.

Algo similar le ocurrió a la estadounidense Marion Jones. La conocida como la ‘novia de América’ pasó de un plumazo a ser la ‘tramposa de América’ después de descubrirse que su carrera deportiva estuvo alimentada por la revolucionaria THG, un esteroide anabolizante que le permitió en los Juegos de Sidney 2000 conquistar tres oros (100 m, 200 m y 4x400 m) y dos bronces (salto de longitud y 4x100 m). De todo ello fue despojada en 2007 cuando la USADA descubrió su pertenencia a una red de dopaje (caso Balco) liderada por su marido, el lanzador de peso C.J. Hunter.

Pero sin duda uno de los engaños más sonados en la historia del atletismo fue el de la alemana Dora Ratjen, que en los Juegos de 1936 participó en la prueba de salto de altura femenino en lugar de la mejor saltadora del momento, pero a la cual el régimen nazi la había vetado por su origen judío. Los claros rasgos masculinos de Ratjen alentaron un debate sobre su sexo que sólo fue desvelado en los años 50 cuando se admitió que se trataba en realidad de un hombre. Ni con esa trampa pudo colgarse el oro y Ratjen fue cuarto en Berlín.

Pero no sólo del atletismo viven los tramposos. El esquiador hispano-alemán Johann Muhlegg, ‘Juanito’, fue descalificado en los Juego Olímpicos de Salt Lake City 2002. En un control después de colgarse el oro en 50 kilómetros fue ‘cazado’ y dio positivo por darbepoetin, la hormona sintética extraída de los hámsteres chinos que sustituyó al EPO. El COI intervino de inmediato y certificó su descalificación en aquellos mismos Juegos.

Otra delegación española figura dentro de la corte de los tramposos. En concreto se trata de la selección de baloncesto paralímpica que se colgó el oro en los Juegos Olímpicos de Sidney. De los 12 convocados por el seleccionador para defender a España, 10 no eran discapacitados, en lo que fue una de las mayores vergüenzas para el olimpismo español, además de significar la baja catadura moral de aquellos que recurrieron al engaño.

Flavio Briatore, por último, protagonizó en 2008 uno de los engaños más peligrosos que se recuerdan en el deporte. El italiano, entonces responsable del equipo Renault en Fórmula 1, obligó al brasileño Nelsinho Piqué a tener un accidente durante el Gran Premio de Singapur para que el español Fernando Alonso ganara la carrera. La FIA, tras una importante investigación, le descalificó de por vida para la Fórmula 1.

A todos ellos, se pueden sumar ‘la mano de Dios’ de Maradona en el Mundial del 86 ante Inglaterra, el viaje en metro de Rosie Ruiz, atleta estadounidense de origen cubano, para ganar el maratón de Boston en 1980 o la simulación del portero chileno Rojas durante la clasificación para el Mundial de Italia 90 ante Brasil. El meta se autolesionó para fingir que le habían dado con un objeto desde la grada. Brasil estuvo a punto de ser descalificada, pero la FIFA descubrió que todo era teatro y le sancionó de por vida. Todas estas y muchas más forman parte también de la historia del deporte. Por desgracia, Lance Armstrong no será el último. 

Los siete Tours de Lance Armstrong han resultado ser una farsa. Un engaño masivo del exciclista tejano que se refugió en el dopaje para entrar en la leyenda del ciclismo. Pero la trampa en el deporte, para desgracia de aquellos que abogan por el juego limpio, no la ha descubierto el estadounidense. La historia del deporte está llena de supuestos atletas dispuestos a cualquier cosa con tal de ser coronados como los mejores. El fin para ellos justifica los medios, por más que alguno de estos sean delictivos. Ben Johnson, Dora Ratjen, Marion Jones, ‘Juanito’ Muehlegg, la selección española paralímpica de baloncesto o Briatore, por citar algunos de ellos.