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Incertidumbre en torno a los Juegos Olímpicos: ¿es Disney World una opción?
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La decisión, en marzo

Incertidumbre en torno a los Juegos Olímpicos: ¿es Disney World una opción?

Quedan ocho semanas para que el COI tome una decisión final sobre los Juegos de Tokio y es extraordinariamente difícil aventurar el desenlace de este desgraciado serial

Foto: Unas niñas posan frente a los aros olímpicos, en Tokio, en marzo de 2020. (Efe)
Unas niñas posan frente a los aros olímpicos, en Tokio, en marzo de 2020. (Efe)

Cuesta recordar ahora, hace cinco años, los cientos de miles de artículos catastrofistas que se publicaron en el mundo sobre el virus del zika, aquel patógeno maléfico que amenazó durante meses la celebración de los Juegos de Río de Janeiro 2016. El olimpismo vivía entonces una profunda crisis, simbolizada en los diversos referendos que rechazaron la celebración del evento deportivo más grande del planeta en ciudades como Hamburgo o Múnich. Un lustro después, la amenaza es real e incontrolada: nadie es capaz de asegurar que los Juegos de Tokio (los primeros en cancelarse tras la Segunda Guerra Mundial) vayan a poder celebrarse tampoco en 2021.

Entre exclusivas como la del diario británico 'The Times' (que apunta a la cancelación del evento) y las declaraciones voluntaristas del Comité Olímpico Internacional (COI) y el Gobierno japonés (los Juegos “simbolizarán la victoria de la humanidad”), esta semana el Gobierno de Florida intentó apuntarse un tanto publicitario al enviar una carta abierta al presidente del COI, el alemán Thomas Bach, pidiéndole que considere a su territorio (específicamente, el parque de Disney World) como un lugar viable para celebrar los Juegos si finalmente Tokio no puede acogerlos.

El principal aval del estado peninsular era el éxito de la ‘burbuja NBA’ organizada en Orlando el verano pasado. Pero sus propios ciudadanos reaccionaron con ira pandémica en las redes sociales: Florida es el tercer estado más golpeado por la pandemia en EE.UU. y la posibilidad de una reubicación transoceánica en seis meses no pasa de ser una quimera más o menos entretenida.

¿Qué validez tienen las declaraciones tranquilizadoras del COI y del Gobierno de Japón (país cuyas fronteras están hoy cerradas al público extranjero)? El año pasado, ambas instituciones repitieron durante semanas que el coronavirus no impediría el desarrollo de los Juegos; concretamente, hasta el 24 de marzo. Hoy la situación es peor que entonces en cuanto a contagios diarios, hospitalizados y diversidad de cepas en varios países (incluido Japón).

Si se logran celebrar finalmente, Tokio y su Villa Olímpica serán una burbuja gigante; los Juegos no se parecerán a nada que hayamos vivido en el pasado. No habrá público (o muy poco). No habrá fiestas en la Villa Olímpica, ni estancias largas en la ciudad: el esbozo actual es que los atletas aterricen en la capital nipona cuatro o cinco días antes de su competición y que regresen a su casa, como muy tarde, dos días después. Las ceremonias de apertura y de clausura serán severamente recortadas y las PCRs serán constantes entre los aproximadamente 13.000 miembros de la llamada familia olímpica (11.000 de ellos atletas).

placeholder Vista de la villa olímpica de Río de Janeiro en los Juegos de 2016. (Efe)
Vista de la villa olímpica de Río de Janeiro en los Juegos de 2016. (Efe)

La rentabilidad económica de los Juegos es ya prácticamente imposible; según un estudio de la Universidad japonesa de Kansai , la ausencia de espectadores producirá pérdidas de 3.000 millones de euros (que han de sumarse a los 2.500 millones adicionales que aproximadamente ha costado el retraso del evento). El impacto global del coronavirus en la industria de turismo y servicios asociada a los Juegos Olímpicos 2020 roza los 20.000 millones de euros. La cancelación definitiva del evento acarrearría una pérdida de la inversión de casi 12.000 millones.

Más allá de las pruebas finales a disputar en julio y agosto, las disciplinas olímpicas sufren también la premura derivada de los aprietos de la tercera ola; a pesar de que en numerosos países los atletas continúan su entrenamiento en condiciones de aislamiento, numerosas modalidades no han podido retomar el ciclo de competición imprescindible para la clasificación (un hecho potencialmente muy grave, dado que el 40% de los atletas participantes debe ganarse todavía su derecho a participar). Muchos deportes olímpicos tienen abierta hasta junio su ventana de clasificación. Marzo, sin embargo, aparece como el mes crucial (como ocurrió el año pasado) para tomar una decisión.

Foto: La atleta sudafricana Caster Semenya, tras una carrera en 2019. (Reuters)

Por si fuese poco, la polémica sobre la vacuna plantea complicaciones añadidas difícilmente evitables: algunos deportistas no quieren administrársela por la posibilidad (difícil de cuantificar) de que les haga fallar un control antidopaje: un escenario confirmado por varios miembros de la Agencia Mundial Antidopaje a la agencia Reuters. El director médico de la Asociación Paralímpica de Estados Unidos, Jon Finnoff, ha afirmado ya que la difusión de la vacuna anti-covid no será universal. (Y el propio COI, aunque la recomienda como muestra de “solidaridad” con la población japonesa, no la prescribirá obligatoriamente).

placeholder Limpiadores desinfectan las gradas antes de un partido de preparación al Open de Australia, este viernes pasado, en Adelaida. (Efe)
Limpiadores desinfectan las gradas antes de un partido de preparación al Open de Australia, este viernes pasado, en Adelaida. (Efe)

La experiencia actual con el Abierto de Australia de tenis tensa el rictus olímpico, a la vista de las dificultades para generar una ‘burbuja’ blindada y los desencuentros entre deportistas y autoridades deportivas y locales. El COI se remite habitualmente a los designios de la Organización Mundial de la Salud, que mantiene una actitud de absoluta prudencia en sus declaraciones. Quedan ocho semanas para que la máquina eche a rodar definitivamente (sin posibilidad de marcha atrás) o para que se tome una segunda decisión catastrófica para el deporte global en un mundo irreconocible.

Cuesta recordar ahora, hace cinco años, los cientos de miles de artículos catastrofistas que se publicaron en el mundo sobre el virus del zika, aquel patógeno maléfico que amenazó durante meses la celebración de los Juegos de Río de Janeiro 2016. El olimpismo vivía entonces una profunda crisis, simbolizada en los diversos referendos que rechazaron la celebración del evento deportivo más grande del planeta en ciudades como Hamburgo o Múnich. Un lustro después, la amenaza es real e incontrolada: nadie es capaz de asegurar que los Juegos de Tokio (los primeros en cancelarse tras la Segunda Guerra Mundial) vayan a poder celebrarse tampoco en 2021.

Comité Olímpico Internacional (COI)
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