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Manny Pacquiao, el púgil que abre a golpes un camino hacia la paz
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‘PACMAN’, EL BOXEADOR QUE PROVOCA TREGUAS EN FILIPINAS

Manny Pacquiao, el púgil que abre a golpes un camino hacia la paz

Al mundo le faltan héroes. Hay veces que una sola persona es capaz de unir las fisuras de todo un país y sus hazañas en el

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Manny Pacquiao, el púgil que abre a golpes un camino hacia la paz

Al mundo le faltan héroes. Hay veces que una sola persona es capaz de unir las fisuras de todo un país y sus hazañas en el televisor sirven para detener la terrible realidad que se desarrolla en el exterior del bar. Manny Pacquiao es una de esas extraña figuras que todavía quedan. Una vida que parece sacada de un manual de cuentos de hadas, y un futuro que se hace al andar, que se forja con cada golpe que sale de sus acolchados guantes.

Pacquiao es campeón del mundo de boxeo. Lo ha logrado en siete ocasiones distintas, en siete categorías diferentes. La última, la semana pasada en la categoría welter, en Las Vegas ante el puertorriqueño Manuel Cotto. Pacman, cómo es apodado, es el color de la esperanza de Filipinas. Es ese chico que empezó a trabajar a los 14, es ése que llegó a una velada en Las Vegas de rebote. Pero también es el chico que aparece en los sellos, y es el chico que para la guerra.

Cada vez que pelea Manny, los combates contra la guerrilla parecen quedar ensombrecidos, por lo que se declara un día de tregua. La última, este fin de semana, con un alto el fuego de siete horas anunciado por las Fuerzas Armadas filipinas. Los buenos y los malos se quedan en casa, por lo que en las calles no hay atracos y los casos de violencia se reducen a la mínima expresión. Sólo las gotas de sangre que brotan de los cortes de los púgiles tiñen de rojo Filipinas ese día.

Durante un día, no hay ni comunismo ni islamismo que valga. Las guerrillas presentes en el país silencian sus fusiles para vitorearle. Así, en esta ocasión, antes del combate, un misionero irlandés secuestrado, Michael Sinnott, fue liberado el jueves por el deseo de sus captores de ver a su Manny elevar al cielo su séptimo cinturón. En la metrópoli Manila, la Policía señala su escasa labor ese día, sin embargo advierte de que no baja los brazos y una patrulla intenta evitar incidentes.

Un fenómeno de paz surgido, como en un guión de relato de boxeo, de los estratos más humildes, en 1979. Pacman nació como Manny en la ciudad de General Santos, pero ante un pequeño horizonte, decidió ampliar sus miras, por lo que hizo las maletas y se marchó a Manila con sólo 14 años. Un menudo peón que aprendió de los trompazos de su infancia para dar el golpe en el combate de su vida. Su primer asalto como profesional lo vivió con 16 años, en 1995.

En dos años lograba subir su primer gran escalón. Campeón de la Federación del Pacífico Oriental del peso mosca, que le serviría como plataforma para auparse como campeón del mundo de la modalidad en 1998. Un año después, aumentaba de peso y de leyenda, con el título de supergallo de la Confederación Mundial de Boxeo.

Sin embargo, el nombre de Pacquiao todavía sonaba a chino en la Meca del boxeo: Las Vegas. La suerte, esquiva durante su infancia, se volvió a su favor. En 2001, tras un combate que se cae a última hora, se invita a Manny a disputar el título mundial supergallo de la Federación Internacional, en el Estado de Nevada. Pum, pum. K.O. técnico en el sexto round y Manny es jaleado como vencedor. Acababa de llegar a la tierra prometida.

‘Manny for president’

Y así se abre paso Manny, a golpes. A ganchos contra la miseria, a directos contra el destino. Con tal biografía, sólo faltaba que se corriese la voz de que además es buena persona. De esta manera, su leyenda se extiende y lo mismo se dice que se gasta grandes cifras en sus invitados, como que se deja 800.000 dólares en entradas para que sus amigos vean su próximo combate.

Y con cada golpe, viene un título, y con cada cinturón, un nuevo hito. Así los filipinos pueden enviar cartas con un sello de Pacquiao, pueden disfrutar viendo la película sobre su vida, o pueden emularle si disponen de videoconsola para ello.

La popularidad de Pacman no se detiene ahí, y si pensamos en la sensación de déjà vu que tenemos, recordamos sin dificultad a Cassius Clay, luego llamado Mohamed Alí. Alí, desde su influyente posición social de campeón de los pesos pesados, intentó cambiar el mundo. Un reto que también se ha propuesto Pacquiao. Y aunque los políticos se lo rifen, la presidenta Arroyo se apresuró a felicitarle tras su última victoria, Manny ya tiene su propio partido, el People’s Champ Movement, y pronto podría hacerles a besar la lona.

Pacquiao ya se presentó en 2007, pero su rival le noqueó. Sin embargo, Pacman sabe que el combate no ha terminado, y ha decidido que intentará un nuevo asalto en las elecciones de 2010, después de su retirada de los cuadriláteros.

Sólo queda soñar con que las guerras que detiene con sus combates, se paren también si llega a la primera división de política. Al mundo le faltan más Manny Pacquiao.

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Al mundo le faltan héroes. Hay veces que una sola persona es capaz de unir las fisuras de todo un país y sus hazañas en el televisor sirven para detener la terrible realidad que se desarrolla en el exterior del bar. Manny Pacquiao es una de esas extraña figuras que todavía quedan. Una vida que parece sacada de un manual de cuentos de hadas, y un futuro que se hace al andar, que se forja con cada golpe que sale de sus acolchados guantes.

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