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Ataques, descensos y orgasmos: Mathieu van der Poel gana la Milán-San Remo
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Exhibición enorme

Ataques, descensos y orgasmos: Mathieu van der Poel gana la Milán-San Remo

El neerlandés se impone en solitario tras un ataque extraordinario en el Poggio y logra su tercer monumento. Ganna es segundo y Van Aert, tercero. Pogaçar se cae del podio

Foto: El neerñandés empieza como un ciclón. (EFE/Roberto Bettini)
El neerñandés empieza como un ciclón. (EFE/Roberto Bettini)

Llega la San Remo, y siempre resulta especial. Porque da comienzo temporada (esa temporada grande, grande), porque son unas cuantas horas mirando paisajes preciosos, porque reúne, cada año, segundos que se cuentan entre los mejores, entre que salen en cada video colgado la última semana de diciembre. La San Remo tiene estos asuntos... dura poco el momento culmen, pero ese momento culmen es, sin duda, el más intenso. Es, sí, orgasmo a pedales.

Llega la San Remo, y la San Remo no cambia, la San Remo es la San Remo, tú el recorrido de la San Remo te lo sabes a la perfección, porque las Clásicas (con mayúsculas) deben ser clásicas, y porque ese título (Milán-San Remo) siempre va a ser más grande que cualquier mapa o altimetría. Llega la San Remo, mes de marzo, y aquí tenemos uno de los grandes objetivos en esto de las bicis. Llega la Milán-San Remo y, joder, qué ganas, oiga, de que llegase esto de la Milán-San Remo.

placeholder Tadej Pogacar, en acción. (EFE/Roberto Bettini)
Tadej Pogacar, en acción. (EFE/Roberto Bettini)

¿Me preguntan a mí? Pues miren, yo tenía sincio, sobre todo, de ver a Tadej Pogačar. A Tadej Pogačar destrozar el asunto desde lejos, a Tadej Pogačar atacar con todo aquí y allá, buscar imposibles, porque es imposible (era imposible hasta Tadej Pogačar, era imposible desde Eddy Merckx) que el gran favorito para La Grande Boucle (Vingegaard mediante) sea también favorito en la Via Roma, que no hay dos carreras más distintas (o sí, pero Roubaix queda para otro año), que resulta casi sacrilegio pensar en posibilidades y palmareses. Sucede que el tío quiere (y querer es muy importante, que se lo pregunten a Valverde), y que el tío puede (y poder también es muy importante, que se lo pregunten a José Joaquín Rojas), así que el castillo de fuegos estaba asegurado. Que sirviera para iluminar la noche o solo fuese un "vamos, no me jodas, ¿en esto gastan mis impuestos?, con-ce-jal-di-mi-sión, hostias, con-ce-jal-di-mi-sión" es ya cosa del esloveno, y de unos cuantos otros.

​El show de Van der Poel

De "los chiflados". Los chiflados son un grupo de cuatreros que sufrieron cárcel por un delito que jamás llegaron a cometer, y que ahora son prófugos de la justicia (pero prófugos en plan prófugo-prófugo, no prófugo rollo "Contador Giro 2011") y se dedican a menear carreritas gurtias como soldados de fortuna, si usted tiene una prueba World Tour con problemas de diversión y los encuentra quizá pueda contratarlos. Aproximadamente, igual he mezclado asuntos. Bueno, eso, que Mathieu van der Poel, Wout van Aert y Tom Pidcock sobre todo. A ver, aquí también entra Biniam Girmay, pero únicamente porque va siempre a rueda de Van der Poel, debemos citarlos juntos. Pero proponer, lo que se dice proponer... no apuesten por Girmay. Me creo más una escapada con Rui Costa tirando de todos sus compis...

placeholder Mathieu Van Der Poel está preparado. (EFE/Roberto Bettini)
Mathieu Van Der Poel está preparado. (EFE/Roberto Bettini)

Y eso, que los chiflados. Solo que chiflados, lo que se dice chiflados... pues van der Poel. Y Mathieu aquí tampoco se gira tanto como en otros lugares. Puede proponer, porque para eso es van der Poel, pero normalmente está a la expectativa. Eso sí, cuando propone... propone de verdad, así que favoritísimo. Van Aert es una máquina implacable cuando está fuera de su terreno (es una máquina implacable en los Hors Catégorie de julio) pero por clásicas suele correr con más dudas que Eloy Olaya desde los once metros. Y Pidcock ni siquiera pudo salir, porque se ha caído dos veces estos días y tenía una pequeña conmoción cerebral. Cualquier globero del tres al cuarto hubiese fichao en su marcha cicloturista, porque llevo preparándola tres meses, tío, todo este trabajo a la mierda, pero los pros son más avispaos y no arriesgan males mayores. Ojalá aprendiéramos.

Bueno, vale, luego están los Matej Mohorič (no lo persigan si salta Poggio abajo), o el mismo Laporte (que suele tener menos ganas de trabajar para van Aert que yo de entrenar bajo la lluvia), o Alaphilippe (aunque Alaphilippe lleva bastante tiempo sin ser Alaphilippe), o Magnus Cort Nielsen (no es favorito, pero sí es peligroso, especialmente por las noches, que tiene bigotazo como para protagonizarte tres o cuatro filmes setenteras con polis atormentados y chingones), o Démare (que es menos favorito cuando lo enfocan todo el tiempo), o Kwiatkowski (sí, sigue), o Sagan (sí, sigue, aunque pase). También apunten dos apuestas propias... Caleb Ewan, porque tiene feeling con San Remo (el necesario para superar este Poggio subiendo menos que mi padre, insuficiente para imponerse al final) o Mads Pedersen, que es una bestia, que es "cuanto peor, mejor", que es el flamenco más septentrional que yo haya conocido, Mads Pedersen que dibuja palmareses bien seleccionados tras aquel arcoíris sorpresivo. Ese Mads Pedersen. No fue este año, pero recuerden... ganará en la Via Roma.

Sin noticias de los españoles

¿Los españoles? Bien, gracias. Colgando cosas por redes sociales, que ha salido buen día en Arcalís. Así que... a la carrera. Milán- San Remo suele ser fácil de contar durante seis horucas y pico, y frenética en diez mil metros. Salvo que corra Chiapucci, vaya, pero hoy Chiapucci no corría, por lo que guion clásico... Escapada de temporeros, sol agradable, cero preocupaciones atrás, kilómetros que suman y muerden, aunque parezca que solo sirven para pasar el rato. Cuarenta y todos los buenos delante (salvo Cavendish, antiguo ganador aquí, pero es que Cavendish tiene más culo que Kim Kardashian tras la feria del torrezno). Así que... vuelta a empezar. Nervios, ritmo, caídas. Vuelta a empezar, aunque con más distancia encima que en la etapa más larga de cualquier Grande. Y eso suma, joder, vaya si suma... Poco menos que prólogo, si quieren, pero el prólogo más largo de todos los tiempos, el prólogo que te hubiese firmado Stephen King, el prólogo que escribe Pérez-Reverte diciendo mucho "cojones" y "nenaza". Eso, prólogo.

Y luego la Cipressa. Que se pone el asunto interesante, en la Cipressa. Una de las pocas cosas que le puedo afear yo a Tadej Pogačar es que no usa adecuadamente al equipo. Que, oye, a veces no tiene ni equipo para usar de forma errónea, así que tampoco voy a cebarme, pero aquí... Tiren, tiren y limpien todo lo que se pueda. Y eso hacen. Gesto del mozuco con las cejas (es un purparlé, esto estaría más que hablao desde hace semanas) y todos con todo para todo. La gente aguanta con (cierta) solvencia, pero también alguno sufre, y lo importante es ser constante, tío, sé constante. Fila india, látigo, bajada, nervios, van der Poel en cabeza, van der Poel que parece probar cuesta abajo, no vaya a ser que lleguemos al Poggio sin saber qué tal traza la bici, van der Poel que tira de freno, van der Poel que sonríe, todo bien, tú, todo bien, creo que más tarde puedo apurarme curvas. Tampoco ha sido un apocalipsis, pero nos sirve para emocionarnos, porque a principios de temporada nos emocionamos mogollón...

Diez kilómetros, mil ciclistas en cabeza, sensación de que el asunto es un poco menos de como nos habían contado, que el Poggio va a tensionar incluso para coger sitio, que tanto gregario es mala imagen. Diez kilómetros y ese hormiguearte en la barriguca (ellos ni tienen), ese resolver de la Primavera, esa Classicissima llegando al final. Diez kilómetros, y nada. Diez kilómetros, y todo. El cuarto de hora más intenso del año (salvo que sea usted un influenser ciclista... entonces igual le toca perder la virginidad estos meses, y tendrá mejor recuerdo). Empieza el Poggio y tira Andrea Pasqualon, que es un gregario con espaldas de periodista y nombre a-co-jo-nan-te, y aquí bancamos mucho estos detallitos. En fin, no es lo que estaba en guiones previos, pero... ya llega, ya llega. Tiene que llegar, ¿no?, me están ustedes jodiendo la crónica, mozucos.

Y sí. Curva de herradura, un gregario de Pogačar, latigazo criminal, Tadej a rueda, van der Poel a rueda, Mohorič a rueda, todos a rueda, pero en una fila india de esas que miden doscientos catorce kilómetros, y se hace corte, y entran ocho, y están todos los buenos, y Filippo Ganna, que es precioso verle a Filippo Ganna sobre la bici, y ataca Pogačar con todo, y solo le aguanta Filippo (que parece su viejo, que parece Eros Poli al lado de Martín Farfán), y luego llega van Aert, y van der Poel, y van der Poel ataca justo antes de la cima, y abre un hueco, y parece bueno, parece bueno, coge la curva a izquierdas, la curva donde hay una cabina telefónica (¿querida?, sí, mira, que me voy a jugar la piel bajando, dale besitos a los nenes, os quiero, un abrazo, bip, bip), desciende mejor que nadie, es bueno, puede ser bueno, es bueno, puede ser bueno. Persiguen Wout, Filippo, Tadej, persiguen cuesta abajo, que es perseguir menos, que es perseguir con lo que puedes. Qué emoción, macho, ya ni me acuerdo del pestiño que era esto hasta hace veinte minutos...

Son los giros donde más se lija en todo el año. Donde más vuelcas la bici, donde más riesgos tomas. Final, dos kilómetros, siete, ocho segundos. Lo tiene van der Poel. Van der Poel, que ganó el Mundial de Cx, van der Poel, que llevaba temporada en carretera petardeando más que una Bultaco del sesenta y siete. Van der Poel, persona non grata en Australia, o así. Relevan los tres, relevan, pero el primero siempre tiene más convicción, no mira de reojo, no duda. El primero va volando, porque ve la gloria al fondo, y los de detrás ven la gloria, sí, pero también a sus compañeros, y no hay manera, no hay manera.

placeholder Tadej Pogacar, este sábado. (EFE/Roberto Bettini)
Tadej Pogacar, este sábado. (EFE/Roberto Bettini)

Lo tiene. Gana van der Poel, igual que ganó aquí su abuelo en 1961, allí donde jamás pudo trincar nada su padre. Gana van der Poel. Segundo Filippo, después van Aert y Pogačar. Ha sido una exhibición curiosa. Una de las que no se olvidan. Poco tiempo, pero... perfecta. Ataque donde se debe (donde Laurent Fignon, donde Maurizio Fondriest), escuadra ma-ra-vi-llo-sa en ese pueblín llamado Poggio, descenso convencido, potencia en el plano tan cortuco que hay al final. Una exhibición curiosa, de lo mejor que se ha visto por aquí en años. Qué tarde tan extraña, sí, con van der Poel haciendo todo (todo) perfectamente, en su momento, en su sitio. Pogačar debe esperar, como poco, doce meses. Para Mathieu se abren los setenta días más ilusionantes que usted imaginar pueda. Pinta a temporada de espesor, pinta que las Clásicas serán (volverán a ser) ese lugar maravilloso donde disfrutar con las bicis.

Pinta a que nos lo vamos a pasar bien.

Llega la San Remo, y siempre resulta especial. Porque da comienzo temporada (esa temporada grande, grande), porque son unas cuantas horas mirando paisajes preciosos, porque reúne, cada año, segundos que se cuentan entre los mejores, entre que salen en cada video colgado la última semana de diciembre. La San Remo tiene estos asuntos... dura poco el momento culmen, pero ese momento culmen es, sin duda, el más intenso. Es, sí, orgasmo a pedales.

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