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Pogačar es un animal salvaje en Pla d'Adet y abre brecha por el Tour con Vingegaard
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Etapa 14

Pogačar es un animal salvaje en Pla d'Adet y abre brecha por el Tour con Vingegaard

El ciclista esloveno protagonizó un ataque final estelar que deja a Vingegaard tocado. Lazkano brilló, Yates fue vital y Enric Mas volvió a quedarse por el camino en el Tour

Foto: El esloveno, en acción. (Reuters/Stephane Mahe)
El esloveno, en acción. (Reuters/Stephane Mahe)

Llegó, al Tour, la etapa del Tourmalet. Porque es así, porque contiene a la propia Grande Boucle en su nombre, porque ensombrece cualquier otra cosa. Tú en la etapa del Tourmalet subes después Elbrus, Annapurna y K2 y, mira, vale, buenas rampas, pero sigue siendo la etapa del Tourmalet. Aunque se lo fumen mil veces, aunque le pierdan el respeto. El Tourmalet es historia y leyenda, y este asunto, sin historia y leyenda, se nos queda en 200 paisanos vestidos de manera ridícula y sudando mogollón.

Ellos, los ciclistas, suelen ser irrespetuosos con el gigante. En los últimos años, especialmente. Ellos, los ciclistas, subieron trantraneando hoy, al ritmo de (Eros) Poli(tt), mientras iban tras la gran fuga de siempre. Ellos, los ciclistas, gastaron patas en más allá Barèges, porque Tourmalet suma, aunque parezca no sumar. Acudan, acudan al menos una vez en la vida al Tourmalet, amigos, es obligación de todo globero que se precie.

Ya les dije que hoy… poco en el gigante. Los escapados, que son nombres repetidos, que es como ese sobre de cromos que nunca debiste comprar. Y allí destaca Oier Lazkano, que mide tres metros y medio, que pesa 214 kilos, que es aizkolari por las tardes, estibador los findes, Oier Lazkano que pasa en cabeza por el Tourmalet, que sigue una senda iniciada por Vicente Trueba, tan distinto. Vicente Trueba entraba en uno de los bolsillos de Oier, podía llevárselo puesto, podía cargarlo en llanuras. Qué grande era Vicente Trueba, algún día tendré que contar su historia.

Una jornada durísima

Ah, enhorabuena a Lazkano. Subiendo Hourquette se juntan los cinco de cabeza. Los cinco del insti, oigan. Oier Lazkano y Ben Healy, amigos y residentes en Villafuga, el profe mazao de Gimnasia y el profe enrollao de Plástica, y luego hoy incorporar tres alumnos. Está Gaudu, el que tiene pinta de empollón, pero luego suspende cuatro, un Milhouse en potencia; está Kiatwkoswki, que es ese tripitidor al que ya se la pela todo muchísimo, porque antes sacaba dieces, pero un día le dejaron un disco de Eskorbuto y de ahí a la cresta hay medio paso; y está Meintjes, que es ese estudiante que lima y lima para llegar al aprobado, el que luego ves en las juventudes de algún partido político.

Y eso, que hacen senda, pero es que no han llegado a Sant-Lary y los tiene el grupo a 1:30' que no es distancia, ese 1:30', aunque en el pelotón nadie ataque. No es distancia, digo, porque el Pla d'Adet es cosa chunga. El Pla d'Adet debutó en el Tour con victoria de Poulidor, una tarde de no-gloria para Gonzalo Aja, que llevaba toda la Grande Boucle buscando cosquillitas a Merckx y aquel día dio con sus huesos en el suelo, dio con sus esperanzas en Nunca Jamás.

placeholder El español, durante la etapa. (Reuters/ Stephane Mahe)
El español, durante la etapa. (Reuters/ Stephane Mahe)

Sufrío, Eddy, en Pla d'Adet, sufrió contra el casi cuarentón lemosín. Luego ha vuelto más veces. En los 80', con Armstrong (ssshhh, no se dice Armstrong, niño), y hasta en 1993, cuando ganó Jaskula, ese polaco que era todo huesos, y dientes, y Ferrari, ese polaco que chupaba rueda como el Mocito Feliz chupa cámara, ese polaco con menos flow que el señor Barragán en Glastonbury. Ese Jaskula, seguro que recuerdan.

A lo que voy, que puerto duro con principio especialmente duro, espacio para los que aspiran al pódium, primera batalla de la última batalla (penúltima, que este año hay Alpes dos veces). Esperando a Tedej, esperando a Jonas. Esperando. Por delante se marchan Gaudu y Healy, que son el empollón y el calavera, y, como pasa siempre, el calavera acabó sacando de punto al empollón, porque los dos primeros cachis entran bien, pero a partir del tercero necesitas entrenar.

Y hasta le adelanta Lazkano, que tiene su ritmo bien cogido, que conoce límites, que ratonea cada relevo y se hace el muerto fenomenal… Un minuto llevan, a ocho del final, cuando entra Almeida…Almeida hace limpia, pero la limpieza de Almeida es una limpieza muy Instagram, es una limpieza de cara al postureo, es limpieza pero guardándonos algo… Vamos, que sí, pero no. Tan que sí, pero no que ataca Adam Yates, y Adam Yates está muy lejos en la general, y nadie se inmuta, y Jonas menos que nadie, porque Jonas es frío como el hielo, Jonas tiene la misma gestualidad que un videojuego en el Amstrad. ¿Es Yates un puente? Podría ser buena idea… después del Puy Mary, quizá deba Tadej tomar decisiones distintas sobre su forma de afrontar el cara a cara.

Un duelo por todo lo alto

Apunte: Yates tiene una barba a ratos, Yates tiene una barba de adolescente, Yates tiene una barba que es como rimar en infinitivo, tiene barba-ripio-de-Sabina, tiene barba sí-pero-no. Eso sí, elegancia sobre la bici gasta mogollón… Ah, detrás tira Jorgenson, y detrás de Jorgenson está Mikel Landa, que trae mueca de no-esfuerzo, mueca de "una duchita y bajo", mueca de "jo, qué bien, macho".

Cinco a meta, y Tadej que ataca. Vingegaard sale a por él, no llega, levanta el pie, quiere mantener distancias como en el Macizo Central. ¿Quiere mantener distancias o no puede? Le coge Evenepoel, Pogačar captura a Yates, las dos parejas mantienen distancias, como si fueran las diez de la noche en un club swinger. Hasta que uno de cada dupla da un paso adelante, como si fueran las diez y diez de la noche en un club swinger. Ya está, duelo, uno contra uno, Pogačar contra Vingegaard. Servido.

Diez segundos y subiendo. Diez segundos, nada. Diez segundos, un abismo. Por ocho perdió un Tour alguien que fue Mozart en bici, que dominó antes de no caer. Por ocho. Diez lleva Tadej. Luego quince, luego veinte. Mucho público, como siempre en Pirineos. Mucho público y respetuoso, como debería ser siempre en Pirineos. La subida que me la han cambiado, que me la meten por carreteras secundarias, que aquello era otra cosa, otra anchura, otro aire… La subida que acaba.

Distancia para no sentenciar el Tour. Distancia para golpear, para que sea importante lo que pasa hoy. Victoria para Pogačar, segunda del Tour, vendetta de Lioran. Victoria para Pogačar, segundo Vingegaards, tercero Evenepoel, cuarto Carlos Rodríguez. Así están las cosas, así son los más fuertes. Victoria para Pogačar, que entra haciendo posturas, que entra gritando a lo Hulk.

Victoria para Pogačar y cuarenta segundos a Vingegaard, minuto diez a Remco, minuto veinte a Carlos Rodríguez. Victoria para Pogačar y el segundo en la general, que es Jonas Vingegaard, a casi dos minutos. Es distancia, dijimos, aunque no definitiva. Es distancia, dijimos, pero es, sobre todo, volteo a lo del miércoles, a esa sensación de que volvía el T-800, de que mentalmente el danés estaba golosón. La báscula para el otro lado, el golpe que retorna. Hoy por ti, mañana por mí. Mañana, por cierto, es Plateau de Beille, una montañuca con palmarés que asusta a Freddy Krueger. A ver qué nos deparan estos dos, el domingo. A ver qué nos deparan.

Como para hacer pronósticos, oigan.

Llegó, al Tour, la etapa del Tourmalet. Porque es así, porque contiene a la propia Grande Boucle en su nombre, porque ensombrece cualquier otra cosa. Tú en la etapa del Tourmalet subes después Elbrus, Annapurna y K2 y, mira, vale, buenas rampas, pero sigue siendo la etapa del Tourmalet. Aunque se lo fumen mil veces, aunque le pierdan el respeto. El Tourmalet es historia y leyenda, y este asunto, sin historia y leyenda, se nos queda en 200 paisanos vestidos de manera ridícula y sudando mogollón.

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