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Por qué Frederic Vasseur necesita a su lado a un 'rompicoglioni' para capear el temporal
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UNA NAVE DIFÍCIL DE DIRIGIR

Por qué Frederic Vasseur necesita a su lado a un 'rompicoglioni' para capear el temporal

En tiempos turbulentos, la presencia de un piloto de mucho peso específico en Ferrari protege al jefe de equipo para ganar tiempo en reestructurar la organización

Foto: Frederic Vasseur necesita más que nunca a sus pilotos como parapeto. (Reuters/Giuseppe Cacace)
Frederic Vasseur necesita más que nunca a sus pilotos como parapeto. (Reuters/Giuseppe Cacace)

Frederic Vasseur lleva tiempo tratando de limitar al máximo posible la exposición pública de sus pilotos. El objetivo es que no se generen más incendios de los muchos ya existentes en Maranello. Sin embargo, la historia demuestra que en la Scuderia, a veces es bueno que un piloto se eche a la espalda las reclamaciones de los tiffosi y de la prensa. Solamente con un mínimo de tranquilidad, los técnicos podrán trabajar sin miedo a ser despedidos y de ese modo devolver a sus coches al punto más alto de competitividad.

Mattia Binotto sabía perfectamente que uno de los principales problemas de Ferrari era precisamente la cultura de la culpa y el miedo a fallar. Esa era la principal razón de que, a menudo, él apareciera públicamente como el responsable de los fallos. La realidad era otra, porque conocedor como era de su casa, lo que estaba haciendo Binotto era proteger a sus subordinados. Y siendo aquello, quizá, la clave de que después de mucho tiempo Ferrari volviera a tener un coche ganador, también fue el motivo que le acabó costando el puesto al ingeniero italosuizo. Cuando los cañones apuntan a la dirección del Cavallino, la labor de un piloto para ayudar a blindar su equipo es clave. De ahí preguntarse, si quizá no sea la mejor idea por parte de Vasseur de silenciar a sus pilotos. Necesita más que nunca aliados.

Foto: Museo Ferrari en Maranello (PV)

La cosa inquieta especialmente, porque de momento, Charles Leclerc, lejos de actuar como socio de Vasseur tal y como se esperaba, le está complicando al ingeniero francés aún más las cosas en su ya de por sí difícil tarea. La desesperación de Leclerc es comprensible. El monegasco ve un año más cómo se pierde el tren del título mundial en detrimento de su compañero de quinta Max Verstappen. Ahora bien, si todavía tiene en mente Leclerc ganar con Ferrari, a donde tiene que acudir a tratar de arreglar las cosas no es al despacho del gran jefe John Elkann, sino a los micrófonos de la prensa a partirse la cara por su superior directo y por supuesto su equipo. La cuestión es que igual, el compañero de equipo de Carlos Sainz ya tiró la toalla y ve su futuro en otros territorios. Mercedes probablemente.

A lo largo de la historia, a menudo se ha comprobado que la figura de un piloto ha resultado esencial para devolver a Ferrari a la gloria. Un caso paradigmático de esta situación fue el de la asociación Mauro Forghieri y Niki Lauda. Como el propio Forghieri reconoció en una entrevista poco antes de su fallecimiento, él y Lauda tuvieron sus desencuentros, pero el hecho que el campeón austríaco expresara a menudo su desagrado sin filtros fue fundamental para experimentar y cambiar las cosas necesarias que permitieran volver a saborear la victoria. Entre 1973 y 1975 pasaron en poco más de un año de la cola de la parrilla a campeones del mundo.

placeholder La presencia de alguien 'peleón' como Niki Lauda fue clave para ayudar a Mauro Forghieri a crear un Ferrari campeón en 1975. (Archivo Goodyear)
La presencia de alguien 'peleón' como Niki Lauda fue clave para ayudar a Mauro Forghieri a crear un Ferrari campeón en 1975. (Archivo Goodyear)

Dos mejor que uno como blindaje

Desde John Surtees, Ferrari no había tenido un tocapelotas como Niki Lauda. Porque el austríaco no solo se interesaba en el tema técnico, sino que era el único capaz de cantar las incómodas verdades del barquero al Commendatore. Esa actitud en Italia en general y, en la sede de Maranello en particular, levanta ampollas y a menudo acaba costando el puesto al piloto. Por supuesto, si es que ante no ha decidido poner tierra de por medio, como fue el caso de Lauda en su día o a lo mejor el de Leclerc en el presente. Pero, por el contrario, si se consigue que el piloto respondón y el jefe de equipo valiente trabajen juntos con lealtad y alineados en el objetivo, al final, es la mejor, por no decir la única forma de ganar tiempo cuando la nave zozobra.

Porque igual que un piloto fuerte y con personalidad puede resultar clave, su ausencia resulta también decisiva para que el equipo regrese al pozo de las decepciones. Bien sea por desencuentro del piloto con los directivos o por perder el favor de prensa y aficionados. Pocos casos en la historia de Ferrari hay tan significativos como el de Alain Prost. Después de tres títulos mundiales, el piloto francés llegó a Ferrari en 1990 con una autoridad moral enorme para cambiar las cosas. Esa falta de miedo a decir lo que no se quería oír, resultó de enorme ayuda al entonces director de equipo Cesare Fiorio. Los resultados saltaban a la vista. En un año pelearon por el título hasta la última carrera y lograron nueve victorias, mientras que en los siete años anteriores Ferrari no llegó a igualar ni de lejos esa cifra. Hasta ahí, la parte exitosa del modelo.

placeholder Vasseur trata de que tanto Sainz como Leclerc, tengan la menor exposición posible, pero igual podría ser un error de cálculo. (Reuters/ Hamad I Mohammed)
Vasseur trata de que tanto Sainz como Leclerc, tengan la menor exposición posible, pero igual podría ser un error de cálculo. (Reuters/ Hamad I Mohammed)

Pero la cosa se estropeó cuando llegó a oídos de Alain Prost que su jefe de equipo estaba tratando de fichar a Ayrton Senna. "-Mientras esté yo aquí, eso no va a ocurrir-", le dijo Prost a Fiorio. Llamada de turno al consejero delegado de FIAT de la época, Cesare Romiti y la suerte de Fiorio echada. Pero Prost tuvo también un error de cálculo. Sin el apoyo de Fiorio su capacidad de romper platos como decir que "este coche parece un camión" ya no salía gratis. El resultado ya lo conocemos, despido fulminante del tetracampeón francés y una travesía del desierto que se prolongó por muchos años.

Cuando dos se necesitan

La sequía llegó a su fin, gracias en gran medida a la presencia de otro piloto con enorme peso específico como fue Michael Schumacher. Es obvio, que las dotes de mando de Jean Todt y la genialidad técnica de Ross Brawn fueron tan artífices del éxito o más que el piloto alemán. Pero es igualmente cierto, que sin Schumacher haciendo de parapeto cuando las cosas venían mal dadas, aquella edad de oro Ferrarista no hubiera tenido lugar. Algo parecido habría podido ocurrir años después, si se hubiera hecho más caso a la sociedad Stefano Domenicali y Fernando Alonso. Pero ahí se equivocó Luca de Montezemolo, al prescindir primero de Domenicali buscando un chivo expiatorio y no escuchar las quejas de Alonso después.

placeholder Carlos Sainz, durante la última carrera. (EFE/James Ross)
Carlos Sainz, durante la última carrera. (EFE/James Ross)

Los hechos a la larga demostraron que el problema que impedía a Ferrari alcanzar el triunfo no estaba ni en uno ni en otro. Domenicali y Alonso fuera de Ferrari han seguido mostrando al mundo lo competentes que son en sus respectivas áreas de desempeño. El problema estuvo más bien en no atender las demandas de ambos. Al disolver aquel tándem conflictivo provocaron el regreso del Cavallino a la casilla de salida. Si Charles Leclerc decide seguir haciendo la guerra por su cuenta, quizás sería un buen momento para que Carlos Sainz y Frederic Vasseur se sentaran a hablar y se dieran cuenta lo mucho que se necesitan el uno al otro.

El precio a pagar por esa sociedad va a ser alto para ambos, pero quizá ahí se encuentre la solución al tiempo que necesita Ferrari para volver a ganar. Aunque no se quiera reconocer, queda mucho camino por recorrer. Un jefe valiente necesita a un buen rompicoglioni leal a su lado para aguantar el chaparrón. Porque cuando jarrea en Maranello, siempre lo hace con fuerza.

Frederic Vasseur lleva tiempo tratando de limitar al máximo posible la exposición pública de sus pilotos. El objetivo es que no se generen más incendios de los muchos ya existentes en Maranello. Sin embargo, la historia demuestra que en la Scuderia, a veces es bueno que un piloto se eche a la espalda las reclamaciones de los tiffosi y de la prensa. Solamente con un mínimo de tranquilidad, los técnicos podrán trabajar sin miedo a ser despedidos y de ese modo devolver a sus coches al punto más alto de competitividad.

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