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Mercedes implosiona: Hamilton le demuestra a Toto Wolff que él también sabe jugar sucio
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UN JUEGO MAQUIAVELICO

Mercedes implosiona: Hamilton le demuestra a Toto Wolff que él también sabe jugar sucio

No será ni la primera ni la última vez, que la separación entre un piloto y un equipo acaba de forma poco honrosa. La marcha del británico de Mercedes parece llevar ese camino

Foto: Hamilton, Wolff y Russell, en una imagen reciente. (Europa Press/AFP7)
Hamilton, Wolff y Russell, en una imagen reciente. (Europa Press/AFP7)

"No creo que vaya a estar por delante de George en la clasificación, particularmente este año, pero tenemos que seguir empujando”. Esta frase que dijo Lewis Hamilton antes del Gran Premio de Mónaco deja bien a las claras la poca fe que tiene en Mercedes a la hora de recibir el mismo trato que su compañero de equipo. No hay, ni siquiera, que leer entre líneas. Es cristalino. Por si alguien piensa que al campeón británico se le acabó la magia en su pilotaje, ese "particularmente este año" que deja caer en su discurso, insinúa de forma velada que le están perjudicando a propósito.

¿Excusa de mal pagador al verse superado de forma recurrente por George Russell? Es cierto que Hamilton ha tenido sus rachas y que, a veces, se ha visto superado por su joven compañero de equipo. Se ha podido ver, también, que su estado de su motivación tiene mucho que ver para que la mejor versión del heptacampeón británico emerja. Pero, lo del correctivo de este año quizá esté resultando excesivo. Desde que empezó la temporada, sólo en una ocasión, en el Gran Premio de Japón, Lewis clasificó delante de George. Algo no encaja.

eorge Russell es un extraordinario piloto y no hay que ver nada raro en que puntualmente supere a Sir Lewis. Pero el año pasado, cuando estaba pleno de motivación ante la resurrección deportiva de Fernando Alonso, lo cierto es que Russell no pudo con él. Pueden influir también estilos de conducción que se adapten mejor o peor a distintos coches, pero desde luego, suena muy raro lo de pasar de dominador a dominado en apenas unos meses.

Cuando Hamilton anticipa que este año va a ser muy raro que pueda clasificar por delante de Russell, más que ponerse la venda antes de la herida, lo que anuncia a su manera es que va a jugar el mismo juego sucio. Ese que sospecha que Toto Wolff, como jefe de Mercedes, está ejerciendo contra él. No hay nada de conspiranoico en el asunto. Es tan viejo como la Fórmula 1, que cuando se sabe que un piloto se marcha, el jamón pata negra se reserva para aquel que se queda en el equipo y el chope, para el que no seguirá el año siguiente.

Algo común en la historia

Tacañear el apoyo al piloto que se va puede tener una razón técnica. La inquietud de que haya fuga de información técnica relevante a otro equipo es lógica. Pero también ha sido de lo más frecuente perjudicar de forma deliberada a un piloto por intereses... sucios. A veces, la excusa para echar a un piloto bajo contrato es para abrir la puerta a un piloto que traiga mucho dinero. En otras ocasiones, se busca rebajar la cotización del que abandona el equipo y elevar la del piloto que continúa. La casuística en definitiva es amplia.

Giancarlo Minardi, por ejemplo, jugó sucio con Adrián Campos en 1988. Cuando el equipo italiano logró el patrocinio que aportaba el valenciano de la marca de ropa Lois, Minardi se lo quitó de encima, haciéndole parecer un inútil incapaz de clasificar el coche. Había que hacer hueco al piloto de la familia Pierluigi Martini y en apenas cuatro carreras, se consumó el plan. Un año después, repitió la jugada con Luis Pérez-Sala, cuando sabía que Luis no continuaría y ni dejó que acabara la temporada para dejar hueco a Paolo Barilla, (sí, el de la pasta). ¿Era un facineroso el Sr. Minardi? Moralmente, puede que fueran reprochables sus métodos, pero siendo justos, quizá tampoco tuviera otra alternativa para sobrevivir.

No crean de todos modos que este tipo de situaciones son exclusivas del pasado, ni de equipos que viven en precario. En la Fórmula 1 como en la vida real, los malos hábitos pasan hasta en las mejores familias. Cuando Sebastian Vettel decidió marcharse de forma sorpresiva de Red Bull en 2015 en el equipo se lo tomaron muy pero que muy mal. En su última temporada, Vettel no fue ni la sombra de la forma que había exhibido en sus cuatro títulos mundiales. El ‘new kid on the block’ Daniel Ricciardo lo barrió. Y a ver, Ricciardo es buen piloto, pero tampoco hablamos del sucesor de Ayrton Senna. Sonó muy extraño aquello.

A Vettel le tocó vivir esa situación de nuevo, una vez que cayó en desgracia en Ferrari y se supo que no continuaría en el equipo italiano. Pasó de estar peleando de tú a tú con Charles Leclerc a verse totalmente dominado por el monegasco. Ferrari tenía que vender ante su parroquia, que Leclerc era il predestinato y que Vettel era alguien que no daba la talla. Es posible que el factor mental influyera, pero a Ferrari le venía bien devaluar su imagen, al igual que en su momento a Red Bull. Allí querían dejar claro, que los cuatro títulos fueron obra del equipo y no del piloto.

placeholder ¿Cuantos libros darían para escribirse si los protagonistas de esta foto hablaran todo lo que saben y por contrato no pueden decir?( REUTERS / Benoit Tessier)
¿Cuantos libros darían para escribirse si los protagonistas de esta foto hablaran todo lo que saben y por contrato no pueden decir?( REUTERS / Benoit Tessier)

Las cuentas pendientes

Toto Wolff tiene muchas cuentas pendientes con Lewis Hamilton. Pero como persona inteligente que es, no se las ha cobrado nunca porque los éxitos deportivos y financieros de su equipo iban muy por delante de sus rencillas. Pero Toto también es pendenciero. Como los son, por otra parte, una buena mayoría de los que pueblan el estanque de tiburones, que es el paddock de Fórmula 1. Te la guardan y el día que pueden te la clavan. Y esto es lo que probablemente esté ocurriendo en Mercedes en estos momentos. A Wolff le interesa, sobremanera, demostrar que Russell es el futuro y que Hamilton está poco menos que acabado.

A fin de cuentas, todos los jefes de equipo tienen que rendir cuenta de sus acciones ante los accionistas, patrocinadores e incluso seguidores. Cuando se exhibe un argumento deportivo, puedes dudar o no de su legitimidad, pero te quitas de en medio si te señalan como un despechado que actúa ajustando cuentas personales. Y perjudicar deliberadamente a un piloto, desde hace años, es la cosa más fácil del mundo. Basta una tecla de ordenador para que un coche sea ligeramente más lento que el otro y el piloto nunca se va a enterar.

También pasa, que cuando tienes plena confianza en tu equipo, normalmente te callas cuando a tu compañero le incorporan unas evoluciones en el coche que no llegan al tuyo. A veces, sucede por la imposibilidad de fabricar a tiempo dos piezas nuevas y otras, porque se quiere hacer una comparativa. Pero Lewis, perro viejo, nunca da puntadas sin hilo cuando se queja públicamente. Si dice a las claras, que no entiende que no le pusieran en clasificación la misma evolución que a Russell, es porque quiere que se entere todo el mundo.

Hamilton, a diferencia de la mayoría de los pilotos, no tiene miedo a airear este tipo de situaciones. Se sabe protegido por el poderoso lobby británico de la Fórmula 1. La mayoría de los pilotos se muerden la lengua, porque saben que si insinúan situaciones que puedan suponer un coste reputacional al equipo, se les puede caer el pelo legalmente hablando. Pero aquí, el mensaje es claro: Toto no te pases de listo conmigo, que yo también sé jugar sucio.

"No creo que vaya a estar por delante de George en la clasificación, particularmente este año, pero tenemos que seguir empujando”. Esta frase que dijo Lewis Hamilton antes del Gran Premio de Mónaco deja bien a las claras la poca fe que tiene en Mercedes a la hora de recibir el mismo trato que su compañero de equipo. No hay, ni siquiera, que leer entre líneas. Es cristalino. Por si alguien piensa que al campeón británico se le acabó la magia en su pilotaje, ese "particularmente este año" que deja caer en su discurso, insinúa de forma velada que le están perjudicando a propósito.

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