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Guardiola y el miedo escénico, los culpables del regreso de Cesc
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EL TESÓN DE PEP PUDO CON TODO LO QUE ESTABA EN CONTRA DEL FICHAJE DEL CENTROCAMPISTA

Guardiola y el miedo escénico, los culpables del regreso de Cesc

Cesc Fábregas puso fin el pasado lunes a cinco años de culebrón y lo hizo de la mejor manera posible. Lo digo por la cara de

Foto: Guardiola y el miedo escénico, los culpables del regreso de Cesc
Guardiola y el miedo escénico, los culpables del regreso de Cesc

Cesc Fábregas puso fin el pasado lunes a cinco años de culebrón y lo hizo de la mejor manera posible. Lo digo por la cara de felicidad que mostró en todo momento. Desde el verano de 2006, el azulgrana había sido utilizado por aspirantes a presidentes, directivos, agentes y periodistas para matar los siempre largos meses de verano en los que la competición está ausente. La foto del ex del Arsenal con la camiseta azulgrana, besando el escudo ante 35.000 aficionados en el Camp Nou, sólo es obra y responsabilidad de Pep Guardiola. El entrenador ha llegado a ser terco en su empeño de ver a Cesc en su vestuario. Poco importa que esté, tal y como ha confesado a su círculo de confianza, en su último año como entrenador del actual Barcelona, había dado su palabra al jugador y no ha parado hasta conseguir ver al centrocampista vestido de azulgrana.

Guardiola cree que con Cesc cierra el círculo, que garantiza la continuidad de ese estilo que ahora mismo representa Xavi y que continuará en el futuro con Thiago o Sergi Roberto. El eslabón que faltaba se completó el pasado lunes en una operación que se ha cerrado en 38,5 millones de euros por mucho que Rosell pretenda enmascararla con esas variables tan de moda en el fútbol español. El presidente azulgrana fue sincero en el asunto Cesc hasta el final. Siempre insistió en que no llegaría a los números de los que se hablaba (40 millones de euros), pero se ha quedado muy cerca. Algún día confesará si la buena relación entre Cesc y Laporta ha tenido algo que ver en esa resistencia que tan sólo Guardiola ha conseguido terminar con ella.

El técnico inició su ofensiva hace año y medio. Cena con Darren Dein, agente del jugador y que tuvo que resistir tremendas acometidas de otros agentes que pelearon sin escrúpulos por Cesc tras romper con Joseba Díaz, de testigo. Le prometió lo que luego ratificó Laporta pero que Rosell no cumplió. Cesc, durante el encuentro, se mostró nervioso. Cenar con el que fue su ídolo de pequeño y que podría pasar a ser su entrenador no era tarea sencilla. El técnico cumplió y fue el primero en decirle, meses después, que no podría hacer realidad su deseo de verle de azulgrana. La resistencia de Rosell en el verano de 2010 fue numantina. El crédito que tuvo que pedir para pagar nóminas fue decisivo en la negativa.

Guardiola no bajó los brazos y en los primeros meses de 2011 volvió a la carga. Llamadas al jugador, mensajes al presidente... todo valía con tal de no volver a fallar a un Cesc entregado a la causa pero que por momentos se llegó a desesperar. Las últimas semanas se hicieron muy largas para el jugador. El acuerdo no llegaba y pese a que Guardiola tenía la palabra del jugador de dar la espalda al siempre presente interés del Real Madrid, no dejaba de llamarle para saber de su estado de ánimo. Esas comunicaciones tranquilizaban al jugador que vio como el pasado lunes todo terminaba y se hacia realidad: volver al Camp Nou. Eso sí, previo pago de casi 40 millones de euros.

El sentimiento azulgrana pudo con el escudo blanco

La carrera por su fichaje iniciada en el verano de 2006 con Ramón Calderón y Pedja Mijatovic como protagonistas tuvo momentos en los que el Real Madrid fue protagonista, incluso en los últimos meses, pero el miedo a verse de blanco frenó en seco todas las opciones de la entidad madridista. Cesc sentía vértigo. Tal y como confesó en su presentación como azulgrana respeta al equipo blanco pero cada vez que se acercaba la posibilidad de convertir el Bernabéu su casa, le entraban temblores, sudores fríos. Pensaba en su familia, sus amigos... todos ellos culés al máximo como lo es él.

La escena de la camiseta de Piqué y Puyol al regreso del Mundial no fue más que una anécdota pero dos detalles enfriaron el interés blanco pese al deseo de Mourinho de contar con un jugador que conoce a la perfección. El primero fue su declarado barcelonismo días antes del viaje a Sudáfrica y el segundo, los mensajes enviados a su amigo Piqué deseándole suerte antes de la final de Copa. Pese a este distanciamiento, Florentino Pérez le puso la cruz por ellos, por el Bernabéu sabían todos los movimientos del Barcelona respecto a Cesc. Dein mantenía y mantiene contacto habitual con José Ángel Sánchez, director general del Real Madrid, pero el interés blanco se fue diluyendo ante la obstinación de Guardiola, vencedor del culebrón, que hoy lo demostrará ante todo el mundo exhibiendo a Cesc en la vuelta de la Supercopa en el Camp Nou y ante el Real Madrid. Ahora queda lo difícil en el actual Barcelona: hacerse con un puesto en el once titular. Mucho gallo en el mismo corral.

Cesc Fábregas puso fin el pasado lunes a cinco años de culebrón y lo hizo de la mejor manera posible. Lo digo por la cara de felicidad que mostró en todo momento. Desde el verano de 2006, el azulgrana había sido utilizado por aspirantes a presidentes, directivos, agentes y periodistas para matar los siempre largos meses de verano en los que la competición está ausente. La foto del ex del Arsenal con la camiseta azulgrana, besando el escudo ante 35.000 aficionados en el Camp Nou, sólo es obra y responsabilidad de Pep Guardiola. El entrenador ha llegado a ser terco en su empeño de ver a Cesc en su vestuario. Poco importa que esté, tal y como ha confesado a su círculo de confianza, en su último año como entrenador del actual Barcelona, había dado su palabra al jugador y no ha parado hasta conseguir ver al centrocampista vestido de azulgrana.

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