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El día que Coutinho se echó su primer equipo a la espalda
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CUMPLE SU PRIMER PERIPLO CON EL FC BARCELONA

El día que Coutinho se echó su primer equipo a la espalda

Con 17 años, el ahora segundo jugador más caro de la historia de fútbol debutó como profesional y fue clave en el regreso del Vasco da Gama al Brasileirão

Acababa de cumplir 16 años cuando el Vasco da Gama, su club de toda la vida, le vendió al Inter de Milán. Philippe Coutinho no había jugado ni en juveniles y todas las polémicas que rodeaban al equipo ni le rozaban. Fue testigo mudo del paso de cinco entrenadores por el banquillo de la primera plantilla en 12 meses –comenzando por Romario y acabando por Renato Augusto–, del lío judicial en las elecciones presidenciales –Roberto Dinamita tomó el mando de la institución– y, lo que es peor, presenció desde su adolescencia el irremediable descenso –con Edmundo en la delantera, ya casi jubilado– a la Serie B, segunda división brasileña. El primer descenso de categoría de su equipo del alma, uno de los clubes históricos de América Latina.

La travesía por las profundidades de la segunda división la dirigió desde el banquillo el técnico Dorival Júnior, que no dudó en aprovechar los pocos meses que le pudieran quedar en Río de Janeiro a la estrella de la cantera antes de hacerse mayor y emigrar a Europa. Lo exprimió al máximo, teniendo en cuenta que 2009 fue un año de grandes compromisos para la selección brasileña sub-17 –primero el Campeonato Sudamericano, que lo ganó, y luego el Mundial, donde estuvo gris–. Le hizo debutar como profesional en la séptima jornada, 19 de junio de 2009, en Sao Januário ante Duque de Caxias, con 17 años recién cumplidos.

Antes del comienzo del partido, sobre el césped, le colocaron un micrófono y se presentó atropelladamente: “Estoy bastante feliz, es emocionante jugar en el primer equipo del Vasco. Me he preparado durante toda la semana y espero que todo salga bien”. El nuevo ídolo local fue titular en su estreno. No pudo desenredar un empate a cero, pero intentó sombreros, regaló taconazos y casi decide el partido al final, ya sin aliento. Solo el guante del portero se lo impidió.

Era, sin duda, la electricidad que necesitaba el Vasco da Gama para superar la depresión de la Serie B. Porque Vasco nunca había estado ahí abajo, pero Coutinho no conocía el significado de la palabra presión todavía, era un niño. La base del aquel equipo la formaban Fernando Prass en la portería, Fágner en defensa y Alex Teixeira en la creación del ataque, pero fueron los buenos ratos de Coutinho los que despertaron a la afición y le hicieron creer al Vasco que realmente la pesadilla iba a durar poco, solo un año. Cuando la pelota estaba en sus pies, pasaban cosas que no pasaban cuando la pelota se iba con otros. La prensa, los aficionados del equipo e incluso los directivos se quedaban con la boca abierta, y también se lamentaban: una vez más, los de afuera se habían dado cuenta de eso mucho antes que ellos mismos.

Media hora cada partido y la traca final

Dorival Júnior estaba encantado de la vida con su rendimiento y se acostumbró a reservar casi siempre media hora en cada el partido para el chaval, cuando el equipo necesitaba transfusión de sangre, y Philippe se acostumbró a embutir sus trucos en esas pequeñas ráfagas. Ayudó y mucho en las fechas en las que los resultados fueron aupando al Vasco da Gama a la primera posición de la tabla, justo antes de que la joya adolescente volara a Nigeria para disputar junto a Neymar, Casemiro y Alisson el Mundial sub-17.

placeholder Neymar y Coutinho jugaron juntos el Mundial sub-17 de Nigeria en 2009. (FIFA)
Neymar y Coutinho jugaron juntos el Mundial sub-17 de Nigeria en 2009. (FIFA)

De África regresó derrotado, pero justo a tiempo de la traca final. Puntual para la antepenúltima jornada, el partido en el que Vasco da Gama podía proclamarse campeón de la Serie B y retornar a la máxima categoría. Como el guion siempre pide magia en estos casos, las cosas se torcieron desde el principio. El América de Natal alcanzó el descanso ganando 0-1 en Maracaná. Dorival Júnior, un tipo con dos dedos de frente, era consciente de que la solución estaba donde siempre, a su lado en el banquillo, con el acné juvenil en pleno esplendor. Aprovechando que el América se había quedado con diez (minuto 46), quiso aprovechar los huecos rellenándolos con una buena dosis de Philippe.

En el minuto 13 del segundo tiempo, la perla de la cantera 'vascaina' provocó la jugada del penalti que supuso el empate, con un pase en profundidad hacia Carlos Alberto. Vasco da Gama comenzó entonces el sprint final hacia el Brasileirao, de donde nunca debió salir.

Hoy en día, habiéndose convertido en el segundo jugador más caro de la historia del fútbol, aquellos minutos con los que divirtió y sanó a la hinchada de Sao Januário parecen de miniatura. Pero no lo son. Nada es por casualidad. Igual que no lo es que aquella generación brasileña del 92 estuviera liderada por él y por Neymar. Y mira ahora.

Acababa de cumplir 16 años cuando el Vasco da Gama, su club de toda la vida, le vendió al Inter de Milán. Philippe Coutinho no había jugado ni en juveniles y todas las polémicas que rodeaban al equipo ni le rozaban. Fue testigo mudo del paso de cinco entrenadores por el banquillo de la primera plantilla en 12 meses –comenzando por Romario y acabando por Renato Augusto–, del lío judicial en las elecciones presidenciales –Roberto Dinamita tomó el mando de la institución– y, lo que es peor, presenció desde su adolescencia el irremediable descenso –con Edmundo en la delantera, ya casi jubilado– a la Serie B, segunda división brasileña. El primer descenso de categoría de su equipo del alma, uno de los clubes históricos de América Latina.

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