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Una verdad que duele: las respuestas a cuál es el mejor equipo de cada época y a qué es el fútbol
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UN DEBATE SUBJETIVO

Una verdad que duele: las respuestas a cuál es el mejor equipo de cada época y a qué es el fútbol

El Madrid consiguió una hazaña fantástica la temporada pasada, cuando ganó una Champions increíble. Este año, sin embargo, el éxito se lo ha llevado Pep Guardiola

Foto: Nacho y Modric ofrecen la Copa del Rey a la afición. (Reuters/Isabel Infantes)
Nacho y Modric ofrecen la Copa del Rey a la afición. (Reuters/Isabel Infantes)

¿Qué es el fútbol? "Fútbol es todo aquello que no sea el Real Madrid". Esa respuesta seca puede parecer exagerada, pero no lo es. Para casi todos los analistas que pueblan los espacios de opinión en España, Inglaterra y Argentina (los tres grandes focos de imaginería futbolística), el equipo blanco representa algo así como el inconsciente colectivo del fútbol. Una materia oscura que acaba dominando por defecto los instintos del opinador futbolero. De esa manera, es habitual que los análisis sobre el Madrid sean sesgados desde el origen y muchas veces lleguen a percepciones absolutamente equivocadas y que el transcurso de la temporada confirma como tales. Da igual. Hacer el ridículo contra ellos no está mal visto, ya que se mira como un gesto moral: atacar al grande, al depredador, al colonizador.

Así, tras la victoria pírrica del City de Guardiola en Champions, resonó una sentencia: ese equipo era el mejor de Europa de los últimos tres años. No había duda. El cántico espiritual del año pasado de los merengues, quedó sepultado por un equipo de verdad, con sus mecanismos, sus automatismos y sus rollos tecnocráticos que dan mucho juego en las televisiones. Era Pep, el gran enemigo del Madrid, quien por fin había ganado la Champions. Había que lograrlo sin mesura. De forma sutil, se orillaba al Madrid, que incluso esta temporada ha dado los únicos momentos excelsos que nos ha deparado el fútbol. Esa melodía extraña y frágil, con la que el Real envolvía los partidos importantes para matarlos de una forma única y quizá irrepetible. El Madrid del ocaso de Karim y de Modric, de los primeros pasos de Vinícius. Un equipo que ha durado tres años y ahora se desvanece en un horizonte de promesas y renuncias del que todavía no sabemos apenas nada.

placeholder Guardiola, en la celebración del City tras ganar la Champions. (Reuters/Isabel Infantes)
Guardiola, en la celebración del City tras ganar la Champions. (Reuters/Isabel Infantes)

¿Qué es el fútbol? Fútbol es aquello que no sea el Madrid, en ese momento. Si los blancos tienen un equipo construido desde la genialidad y la locura, que domina el escenario por sitios inexplicables; el fútbol será la velocidad, automatización y despliegue físico con el que el Liverpool de Klopp llegó el año pasado a la final de Copa de Europa. Cuando el Madrid enseñó esas armas: velocidad sin límites, táctica perversa y ataque mecanizado sin fin, en la segunda temporada de Mourinho, el fútbol tampoco era eso, sino la poética del pase y la tergiversación con la que el Barça de Pep admiraba al mundo.

Siempre a desmano de las grandes tendencias

¿Cuál es el mejor equipo? El que gana. No es el más estético o el más plástico. Un terreno hecho con los prejuicios de cada cual. Si el fútbol es un deporte, el mejor equipo es el que gana. Esa es la forma de medirlo y todo el entramado que hay detrás lleva a lo mismo. Uno de los pocos lugares donde la objetividad se hace carne. El mejor equipo de cada año en Europa es el que gana la Champions. No hay más. O quizá sí. Porque el fútbol es algo diferente a un deporte, o tal vez un deporte que construye memoria, que levanta imaginarios tan monolíticos e imperturbables como el de las religiones.

Hay equipos que prenden en la imaginación como un anillo de fuego o como una música rítmica que nunca se va de la cabeza. Aquel Brasil del 82, tabla de medir de lo poético, de lo arrogante y de lo absurdo. Hemos hablado tanto de ese Brasil, que lo hemos despojado del misterio, pero volver a ver imágenes de aquellos jugadores hacen revivir el mito de forma instantánea. El mito del hermoso perdedor, del que solo juega para su placer y se despoja de todo lo adyacente. Sin duda no era el mejor equipo. Era una Venus de Milo con las extremidades amputadas. No tenía un gran delantero y sus defensas añoraban salir con un velero hacia alta mar. Al portero lo sacaron de un seminario y nadie quiso nunca dirigirle una palabra amable. Era un equipo de genios chulos y altaneros, hombres del sur de aquellos tiempos en que al sur no se le pedía eficacia o regularidad. Se les exigía belleza y violencia. Y el sur lo daba encantado y toda Europa bebía de esas imágenes como de los libros antiguos. Pero no era el mejor equipo. Ese Brasil de 1982 quiso fundar otro deporte y fracasó. Se canta ese fracaso porque no había segundas intenciones. Igual que no se puede cantar a Guardiola como un poeta simbolista, ya que es el ganador más minucioso que ha existido. O el derrumbe o el éxito. Pero no los dos a la vez.

placeholder Maradona marcó el mejor gol de la historia de los Mundiales. (Reuters)
Maradona marcó el mejor gol de la historia de los Mundiales. (Reuters)

Y entonces, ¿qué es el fútbol? Fútbol es lo que construye memoria. Y a ratos, los ganadores no construyen memoria. El mejor equipo es el que gana, eso es otra cosa y a ratos, es la misma cosa.

La epopeya de Maradona

Cualquier persona, en cualquier lugar, sabe que el mejor momento de la historia del fútbol ocurrió en el Mundial 86, en México. Fue Maradona, un suceso. Y fue la Argentina de Maradona, un éxito. Ganaron y crearon memoria. Es el mito del hombre dueño de un talento que no es de este mundo, ganando por todo un pueblo. Nadie conoce la táctica de Argentina y nadie le interesa saber si había equipos mejores en apariencias, más construidos, más pensados, más equilibrados. Cada gesto de Diego nos sirve para explicar situaciones concretas de nuestras vidas, es parte de una memoria colectiva a la que no hace falta ser argentino para acceder.

El año pasado algo ocurrió. No fue un momento, fue una sucesión de momentos, cada uno más inexplicable que el anterior. Un equipo iluminado, el Real Madrid, que ofreció el mayor de los destellos justo antes de que su civilización se desmoronase. Ya se ha contado esa Champions de la mística y la remontada. Fue una inmersión en los orígenes. La aceleración de Modric hacia su destrucción. Benzema y los cuerpos celestes. Vinícius en transiberiano recorriendo la estepa de punta a cabo. Rodrigo ofreciendo un milagro tras otro al demiurgo. Courtois como guardián de la ley. Ancelotti orquestando el caos y una nación entera, la madridista, imaginando lo improbable justo un segundo antes de que todo sucediera.

placeholder Stones ocupó en el City el papel de Busquets en aquel Barça. (Reuters/Vincent West)
Stones ocupó en el City el papel de Busquets en aquel Barça. (Reuters/Vincent West)

Si el fútbol es memoria, ese Madrid que ahora toca a su fin, ha sido la cota más alta desde que Cristiano dejó de vestir de blanco. No es fácil admitirlo. Para muchos, sería como torcer un río interior. Una verbalización del miedo germinal.

No hace falta ponerse trágicos. El mejor equipo de Europa ha sido el City de Guardiola y su aburrimiento planificado. El año pasado lo fue el Madrid, y el anterior el Chelsea. Es fácil entenderlo. Veremos en el futuro lo que queda de estos tres equipos. Quién se acordará de ese movimiento ganador de Pep que fue Stones haciendo de Busquets. Y quién recordará la batalla contra la naturaleza de Kroos, Modric y Karim. Y esos goles de Vinícius sin principio ni final.

¿Qué es el fútbol? "Fútbol es todo aquello que no sea el Real Madrid". Esa respuesta seca puede parecer exagerada, pero no lo es. Para casi todos los analistas que pueblan los espacios de opinión en España, Inglaterra y Argentina (los tres grandes focos de imaginería futbolística), el equipo blanco representa algo así como el inconsciente colectivo del fútbol. Una materia oscura que acaba dominando por defecto los instintos del opinador futbolero. De esa manera, es habitual que los análisis sobre el Madrid sean sesgados desde el origen y muchas veces lleguen a percepciones absolutamente equivocadas y que el transcurso de la temporada confirma como tales. Da igual. Hacer el ridículo contra ellos no está mal visto, ya que se mira como un gesto moral: atacar al grande, al depredador, al colonizador.

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