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El salvaje Diego Costa declara odio eterno al tiqui-taca en Mónaco
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el delantero rompe su sequía

El salvaje Diego Costa declara odio eterno al tiqui-taca en Mónaco

Apareció la mejor versión de Diego Costa en Mónaco. El equipo logró conectar con un contraataque, como más le gusta al delantero. Menos posesión y más verticalidad

Foto: Diego Costa no marcaba desde la Supercopa de Europa. (Reuters)
Diego Costa no marcaba desde la Supercopa de Europa. (Reuters)

Diego Costa necesita latifundios para destrozar las defensas rivales y la llegada de jugadores más finos y talentosos le tenía amansado. La bestia del Atlético de Madrid no quiere saber nada del juego con largas posesiones, esa especie de tiqui-taca en que se ve inmerso el equipo del Cholo porque los rivales ya se le encierran atrás, le dejan que lleve la iniciativa y faltan otros como Gabi que manejaban mejor el juego de las transiciones. A Diego Costa hay que echarle balones como el que lanza carnaza a un león. Si le tiras un balón al espacio y puede correr, se le afilan las garras y le brillan los ojos. De esta forma rompió la sequía con su gol del empate en Mónaco. Una mala racha que le acompañaba hace algo más de un mes. Exactamente desde el 15 de agosto, cuando hizo dos goles al Real Madrid en la Supercopa de Europa en Tallín. Hasta este martes no había vuelto a ver portería en las cuatro jornadas de Liga y daba síntomas de estar enjaulado, ansioso y rabioso.

Tenía que explotar Diego Costa para que el Atlético saliera del limbo en el que se ha metido su juego. En la primera parte tuvo el 65% de la posesión. A Simeone tampoco le convence mucho esta transformación del estilo en el que se ve obligado a buscar diferentes automatismos para generar ocasiones de gol y conectar con Diego Costa. El contraataque es el sello de identidad del equipo rojiblanco. La verticalidad, el paraíso para Diego Costa. La carnaza se la comió el hispano-brasileño a la media hora del partido cuando Griezmann prolongó un balón para la galopada del animal. Costa vio el cielo abierto y marcó el tanto del empate, que celebró con rabia y aplausos. Por fin tuvo un momento de banquete y fiesta. Al fin se dio el gustazo de culminar una contra. Menos tiqui-taca, posesión y juego horizontal, y más juego directo. Esto es lo que reclama Diego Costa para llenar su panza y la de su entrenador.

Foto: Simeone junto a Godín tras una comparecencia ante la prensa en un partido de la Champions. (Efe)

Simeone, que lo vio en la grada para cumplir con su cuarto partido de sanción, era otro león enjaulado por lo que estaba viendo en el inicio del encuentro. Su equipo estaba atascado en la construcción, sin ideas claras para encontrar los caminos del gol y frágil atrás. Le debieron entrar los siete males con el gol del Mónaco en el minuto 17. Grandsir aprovechó la cadena de errores de Saúl y Correa y una defensa poco contundente para adelantar a los monegascos. Al Cholo le entran las angustias cuando su equipo no cumple con las dos premisas: fuerte atrás y contragolpe. La primera falló y la segunda salió algo mejor con el cazador Costa. Odio eterno le tiene el goleador a este estilo que no le permite sacar sus mejores cualidades, que le perjudica porque tiene que jugar demasiado de espaldas, se reducen los espacios y le es imposible activar los desmarques de rupturas. Con la Selección, tanto con Del Bosque como con Lopetegui, ya tuvo sus dificultades.

placeholder Rodrigo celebra con Giménez el gol del uruguayo. (EFE)
Rodrigo celebra con Giménez el gol del uruguayo. (EFE)

La cabeza salvadora de Giménez

A falta de un estilo que le beneficie o que Simeone pueda ir puliendo para que Diego Costa sea más peligroso, el delantero le echa coraje y carácter. No se le puede negar que se pega con quien haga falta, combate e incordia. Este gol le tranquilizará. Cuando lleguen rivales de más entidad, el Atleti podrá replegar, dejar la iniciativa y soltar latigazos con Diego Costa como punta de lanza. En Mónaco ya se le vio dar más bocados.

Los apuros del Atlético tras el gol con que se adelantó un debilitado Mónaco los solucionaron Costa y un cabezazo de Giménez para marcar el segundo gol en un saque de esquina —minuto 45—. Jugada de pizarra para tranquilidad de Simeone, que había confeccionado un once en el que la noticia estaba en la suplencia de Lemar. El Cholo ya le quitó en el partido contra el Eibar y el francés se fue con cara de pocos amigos. Los 70 millones de Lemar se quedaron en el banquillo del estadio Louis II de Mónaco porque el entrenador aseguró con un once que se sabe mejor las lecciones del 'cholismo'. Correa formó con Saúl, Koke y Griezmann y Costa por delante. Futbolistas más adaptados a las exigencias de su técnico. Tan solo Rodrigo, como único fichaje, fue titular.

Se queja del césped

Empieza un largo camino para el Atlético en la Champions para conseguir llegar a la final que se disputará el 1 de junio de 2019 en el Metropolitano. Es la gran obsesión de Simeone y de un club que ha tirado la casa por la ventana para darle al Cholo todo lo que necesita. Pero este viaje dura nueve meses y hay rivales que desean igual o más y que se han reforzado mucho y bien para ser los campeones. Ahí están la Juventus de Cristiano, las ansías de Messi, el Paris Saint-Germain de Neymar y Mbappé y, como siempre, el Real Madrid. Simeone quiere ser anfitrión y campeón, y para ello queda un mundo.

El protagonista del partido, Diego Costa, reconoció la importancia de esta victoria: "Sabíamos que no estábamos dando lo mejor de nosotros y tampoco nos acompañaba la suerte. Para cambiar la dinámica, había que ganar un partido, y mejor que sea en la Champions. Tampoco estaba bien el césped, como el de nuestro estadio, que nos está perjudicando".

Foto: Saúl se dirige a los aficionados rojiblancos. (Reuters)

Diego Costa necesita latifundios para destrozar las defensas rivales y la llegada de jugadores más finos y talentosos le tenía amansado. La bestia del Atlético de Madrid no quiere saber nada del juego con largas posesiones, esa especie de tiqui-taca en que se ve inmerso el equipo del Cholo porque los rivales ya se le encierran atrás, le dejan que lleve la iniciativa y faltan otros como Gabi que manejaban mejor el juego de las transiciones. A Diego Costa hay que echarle balones como el que lanza carnaza a un león. Si le tiras un balón al espacio y puede correr, se le afilan las garras y le brillan los ojos. De esta forma rompió la sequía con su gol del empate en Mónaco. Una mala racha que le acompañaba hace algo más de un mes. Exactamente desde el 15 de agosto, cuando hizo dos goles al Real Madrid en la Supercopa de Europa en Tallín. Hasta este martes no había vuelto a ver portería en las cuatro jornadas de Liga y daba síntomas de estar enjaulado, ansioso y rabioso.

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