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Courtois demostró por qué la tristeza de Lunin estaba justificada y cerró su círculo
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LLEGÓ LA DECIMOQUINTA

Courtois demostró por qué la tristeza de Lunin estaba justificada y cerró su círculo

Cuando los ataques del Borussia Dortmund eran un chaparrón similar al clima de Londres, apareció el belga. Un portero con hechuras de superhéroe que salvó al Real Madrid en la final

Foto: Courtois impidió el gol de Adeyemi. (Europa Press/Tom Weller)
Courtois impidió el gol de Adeyemi. (Europa Press/Tom Weller)

La seguridad brilló por su ausencia en la final de la Champions League de Wembley. No hubo ni rastro de ella en los stewards, pero un hombre se empeñó en garantizar el orden público como sólo sabe hacerlo Scotland Yard. Cuando los ataques del Borussia Dortmund eran un chaparrón similar al clima de Londres, apareció Courtois. Un portero con hechuras de superhéroe. Un futbolista al que una lesión de larga duración no lo ha dejado sin poderes.

Hay un momento en el que todo se congela, en el que el madridismo se queda sin respiración. Es una línea mal tirada. Es un instante de envergadura, de esos que deciden finales. No son Robben y Casillas, son Courtois y Adeyemi. El desenlace apunta a oscuro, pero en la portería está el belga más célebre con permiso de Tintin. Y la tragedia se transforma en calma, porque el sufrimiento es transversal, también alcanza al Madrid.

Es una apuesta personal de Ancelotti que no cuenta con argumentos racionales, por más que Courtois hubiera completado buenas actuaciones en su reaparición. La mitad de esta Champions es la congelación de Lunin en la portería del Etihad. Thibaut demostró que la tristeza del ucraniano estaba totalmente justificada. El Madrid es leyenda, ya no basta con afirmar que ha pasado a la historia.

Son centímetros que evitan males mayores. Es la línea que separa la gloria de la decepción, el éxito del fracaso, impostores entre ellos, como bien definió Rudyard Kipling. Porque la portería del Madrid no sólo la defiende Courtois, también dos postes que se hacen visibles cuando más se les reclama.

placeholder Courtois fue clave en la final. (Reuters/Carl Recine)
Courtois fue clave en la final. (Reuters/Carl Recine)

Un dominio indescriptible

El saludo de los futbolistas del Dortmund al muro amarillo, cuando el balón estaba a punto de rodar, fue un intento en vano. No se puede intimidar al que ha vivido batallas incontables, a los que han luchado contra molinos de viento. Hay rasgos quijotescos en este equipo que van más allá de compartir nacionalidad con la obra literaria. Si El Quijote es una obra culmen en la literatura española, el Madrid es el máximo exponente del fútbol, no lo reduzcan solo a Europa.

Hay paradojas que justifican el romanticismo entre el Madrid y la Copa de Europa. Un gol de cabeza de uno de los jugadores más bajos de la plantilla así lo avalan. Tenía que marcar Dani Carvajal, el chico que colocó la primera piedra de Valdebebas. Aquellos no fueron en exclusiva los cimientos de la ciudad deportiva, fueron los de este equipo que ha dominado el fútbol contemporáneo, como otrora lo hicieran Di Stéfano y Gento.

placeholder Ancelotti ha ganado su tercera Champions en el Madrid. (Reuters/Carl Recine)
Ancelotti ha ganado su tercera Champions en el Madrid. (Reuters/Carl Recine)

La fiebre de Vinícius

Las alarmas saltaron cuando se conoció que Vinícius había sufrido fiebre en los dos días previos a la final. No hubo rastros de la enfermedad en el partido, más bien el único antídoto del Madrid para contrarrestar la audacia del Dortmund en la primera mitad. Hay protagonismos que disipan en las grandes ocasiones, pero al brasileño no procede encuadrarlo en esta categoría.

La fuente de elogios se acaba para un equipo que no tiene rival en la competición. Afirmar que es el rey se queda corto, porque el Milán (siete Champions) está cada día más lejos. La historia no se compra, algo que deberían aprender en Mánchester o en París. El Madrid y su leyenda son inmortales.

La seguridad brilló por su ausencia en la final de la Champions League de Wembley. No hubo ni rastro de ella en los stewards, pero un hombre se empeñó en garantizar el orden público como sólo sabe hacerlo Scotland Yard. Cuando los ataques del Borussia Dortmund eran un chaparrón similar al clima de Londres, apareció Courtois. Un portero con hechuras de superhéroe. Un futbolista al que una lesión de larga duración no lo ha dejado sin poderes.

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