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Nunca había visto un partido de fútbol, pero me bajé al bar y esto pienso del España-Georgia
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Andrea Farnós

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Nunca había visto un partido de fútbol, pero me bajé al bar y esto pienso del España-Georgia

Fueron 93 minutos en una montaña rusa de emociones. Por suerte, el inicio 'regulero' dejó paso a una lluvia de goles que dejó a (casi) todos satisfechos. Mal momento para ser georgiano en Madrid

Foto: Aficionados españoles en Colonia. (EFE/Alberto Estévez)
Aficionados españoles en Colonia. (EFE/Alberto Estévez)

En la taberna Miramar de Lucero está todo el mundo muy contento y confiado. Caña por aquí, caña por allá. Malo será, el ambiente deja entrever que nadie duda de que la Roja se calificará para cuartos de final. Suena el himno de España y un jugador guiña un ojo. "Eh, guiñito de Carvajal", dice uno de los veinteañeros en una mesa frente a la televisión. Minutos después, empieza el partido.

No esperen encontrar en este texto un análisis sesudo sobre lo ocurrido en el terreno de juego. No habrá detalles sobre la calidad de las jugadas, de los tiros a puerta ni de los propios goles. En el fondo, algún partido he visto, pero —por suerte o por desgracia—, no me nace esa ilusión, fervor e incluso romanticismo del que sí pueden presumir dentro de este local. Recuerdo vagamente momentos del Mundial de Sudáfrica, el Waka Waka y el beso de Iker Casillas y Sara Carbonero, alguna final de Champions League y poco más. No obstante, la Eurocopa y el Mundial son buenos momentos para bajar con amigos a ver qué pasa en el campo. No hay equipos. Si juega la Selección, la posibilidad de conflicto es mínima. Menos en este bar.

Empieza la primera mitad

Detrás de la mesa de los veinteañeros hay una pareja de georgianos de mediana edad. Se les veía optimistas; llevaban su bandera nacional en la camiseta y, a pesar de que su equipo no tocaba mucho la bola, exclamaban de alivio cada vez que su portero paraba un tiro de España.

Durante los primeros minutos de partido, los georgianos apenas tocaron el balón. Al menos esa era mi percepción… 30 segundos después de escribir esa línea, metieron gol. En propia. Funeral y euforia en los mismos 20 metros cuadrados de este rincón de Madrid. La mujer georgiana estalla de felicidad; gritos y saltos en un bar poco acostumbrado a celebrar otros goles que no sean los de la Selección española. Es ella contra todos, pero ni los camareros ni el resto de clientes del bar con la camiseta roja cohibieron sus ánimos.

placeholder Una mujer georgiana celebrando el gol de su selección. (A.F.)
Una mujer georgiana celebrando el gol de su selección. (A.F.)

En la otra mesa, bajonazo y cabreo. A mi lado hay un chico que grita por encima de sus posibilidades. Golpea la mesa con fuerza, bebe cerveza y le explica al árbitro con algún que otro insulto por qué lo está haciendo todo mal. Media hora después, se me ocurrió preguntar qué pasaba si se perdía este partido; resulta que estamos DESCALIFICADOS [Nota del editor: la Selección, en realidad, habría estado eliminada].

Mientras, en la pantalla, España sigue sin meter. Me da la sensación —"Morata hijo de ****” — de que el capitán de la Selección no cae del todo bien. "Hay un capítulo de Cómo Conocí A Vuestra Madre donde Ted va a comprar cosas de la Superbowl con unas gafas donde solo tiene visión al frente. Pues así juega este chico", explica a este diario un aficionado.

Entretanto, hay un jugador que corre como una gacela. Cada vez que el muchacho toca el balón, el bar se emociona. "Qué bueno es Cucurella, coño". A este sí le quieren. La tensión está por las nubes: ha metido Georgia y ninguno de los presentes barajaba la posibilidad de quedarse fuera del campeonato. Sin embargo, con las jugadas de este chico, los ánimos empiezan a mejorar.

Foto: Los jugadores de España celebran el triunfo. (EFE)

Continuamos. Un chaval consigue la pelota en la portería georgiana, corre a toda velocidad hasta la otra punta del campo… y tira la bola regular. Si el futuro de dicho jugador (Fabián), dependiera de los asistentes de este bar, mañana estaba jubilado. Poco después, Cucurella –definitivamente es de los mejores; cada vez que miro a la pantalla, tiene él el balón–, devolvió la ilusión a este bar.

En vista de que el gol parecía no llegar, me distraje un momento con el ordenador. Pues toma.

Gol. Sordera. La mujer georgiana solo pudo agachar la cabeza.

Hay una persona en este garito a la que conozco desde el día que nació. Ha sido mi compañero de piso durante 26 años. Jamás pierde los nervios, es un tío muy tranquilo y prudente. Hasta ahora. Vaya berridos. Se convirtió en un medio animal, como la serie de Netflix donde hay un niño ciervo. [Nota del editor: la serie, de hecho, se llama Sweet Tooth: El niño ciervo].

Segunda mitad, más fiesta

El descanso pronostica que la cosa puede terminar en final feliz. ¿Cómo ha jugado Georgia? No lo sé, pero hay uno (el 7) que a veces nos vacila como quiere. [Nota del editor: El dorsal número 7 es Kvaratskhelia, gran estrella de la selección georgiana y futbolista del Nápoles]

La segunda parte empezó con menos tensión; España no está jugando mal. Y el gol de Fabián –el mismo que antes no gustaba mucho– relajó a todos los asistentes. El sustito inicial es cosa del pasado y Lamine Yamal es buenísimo, ¿no? Un toro. Después de ese tanto, me es casi imposible seguir prestando toda mi atención. Siento cierta envidia de ver la ilusión y entusiasmo de quienes disfrutan tantísimo de esto. Sonríen, se abrazan y comparten. Visto desde fuera, es bonito (menos cuando insultan).

placeholder La invitada más especial del evento. (A.F.)
La invitada más especial del evento. (A.F.)

OTRO GOL. Nico Williams no tiene ningún sentido. Ese chico es un espectáculo. Los chavales de la taberna de Lucero ya tienen otra cara. De chill, esto está hecho. Ponme otra cerveza, por favor. Mientras, en la pantalla aparece el siguiente mensaje: "Un gol dentro tres partidos"; compro vocal.

Cambian a Cucurella. El bar: aplausos y elogios.

Cambian a Morata. El bar: palabras inadecuadas.

En vista de que parece que está todo hecho, vuelvo a distraerme sin querer. Y METEN OTRO. ¿Quién? Ni me suena, pero ya está [Nota del editor: el último tanto fue obra de Dani Olmo]. La cara del seleccionador de Georgia me transmite mucha lástima. Llueve en Alemania y llueven goles en el campo. Relax absoluto y a esperar al partido del viernes a las seis de la tarde, una hora muy poco climática.

En la taberna Miramar de Lucero está todo el mundo muy contento y confiado. Caña por aquí, caña por allá. Malo será, el ambiente deja entrever que nadie duda de que la Roja se calificará para cuartos de final. Suena el himno de España y un jugador guiña un ojo. "Eh, guiñito de Carvajal", dice uno de los veinteañeros en una mesa frente a la televisión. Minutos después, empieza el partido.

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