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El gol que más gritó Dani Olmo jamás subió al marcador: el cabezazo que vale una Eurocopa
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CAMPEONES DE EUROPA

El gol que más gritó Dani Olmo jamás subió al marcador: el cabezazo que vale una Eurocopa

Su despeje en la línea de gol evitó el empate inglés cuando apenas quedaba el descuento. Su gesto de rabia al alejar la pelota dejó claro que a España no se le escaparía el título continental

Foto: Olmo celebra el gol que salvó en la línea. (EFE/Friedemann Vogel)
Olmo celebra el gol que salvó en la línea. (EFE/Friedemann Vogel)

Es un gesto de rabia, de los que intimidan al rival, si es que todavía queda tiempo para que el miedo invada al adversario. No es un gol, pero la celebración guarda ciertos paralelismos. Es un balón que encoge todos los corazones y que puede cambiar el devenir de la final... cuando las calles están próximas al estado de efervescencia. Pero Dani Olmo cabecea la pelota, que se le aleja de la portería a la vez que se esfuman las posibilidades de Inglaterra. Es un movimiento que culmina la epopeya: España es campeona de Europa por cuarta vez en su historia.

Dani Olmo es el paradigma de esta Selección. Un futbolista con escaso protagonismo en el inicio del torneo, y sin inconvenientes para aceptar su rol. Un jugador con semejante dosis de talento y de actitud. Aunque ante Inglaterra no marcó, como ocurrió ante Francia y Alemania, se quedó cerca, cuando España más se aproximaba a aumentar la ventaja.

Ahora ha llegado la hora de la fiesta, no pueden arrebatársela a esta Selección. Porque nadie se acordará de Inglaterra, un subcampeón carente de plan. Un equipo cuyo mérito fue neutralizar a la Selección durante 45 minutos con una hoja de ruta que solamente incluía llevar el partido al precipicio de la prórroga o de los penaltis, donde es más fácil caer al infierno que llegar al cielo.

Es un triunfo colectivo, porque ninguna individualidad ha destacado por encima del resto, aunque Lamine Yamal y Nico Williams hayan eclipsado por momentos a sus compañeros. El mestizaje ha aportado tanto a la Selección Española, como realmente lo hace a la sociedad, aunque algunos no quieran verlo y, sin embargo, celebren sus goles. La mezcla es un enriquecimiento incuestionable.

placeholder La mezcla en el grupo ha sido perfecta. (Reuters/Vincent West)
La mezcla en el grupo ha sido perfecta. (Reuters/Vincent West)

La gestión de De la Fuente

Bastaba ver el ambiente del grupo durante la concentración para confirmar que algo se estaba gestando. Había mucho de campamento de verano en un equipo cargado de veteranos y noveles. Una amalgama inquebrantable ha llevado a España a su cuarta Eurocopa, sin roces inoportunos que los hubieran traído de vuelta a Madrid. Pero sin la copa.

Luis de la Fuente ha escrito su nombre en oro en las páginas de historia. Y lo merecía más que nadie. Porque se puede vencer con simpatía y con altruismo, sin librar batallas incomprensibles; porque a veces ganan las buenas personas, aunque cueste creerlo; porque es un seleccionador sensato, con una sobresaliente gestión de egos y con decisiones alejadas de la controversia.

placeholder De la Fuente fue manteado por los jugadores. (EFE/Ali Haider)
De la Fuente fue manteado por los jugadores. (EFE/Ali Haider)

El modelo de éxito

El mérito es alejarse de los focos y dejar que las cámaras apunten a los futbolistas. El estilo de gestión era de sobra conocido: España triunfó con un entrenador como Vicente del Bosque, añorado en tiempos no tan lejanos por la paz que aportaba. De la Fuente aportó una tranquilidad similar y sobre ella se ha edificado esta victoria.

Inglaterra renunció a su identidad y a su talento, y puede que no hubiera peor disparo en el pie. Gareth Southgate seguirá siendo Sherlock Holmes y Harry Kane, el Doctor Watson. Ambos continuarán viviendo en la calle Baker, en busca de algún título que no se les escape. Se notó que España se impregnó más de la brillantez de Di Stéfano, porque no juegan las finales, las ganan.

Es un gesto de rabia, de los que intimidan al rival, si es que todavía queda tiempo para que el miedo invada al adversario. No es un gol, pero la celebración guarda ciertos paralelismos. Es un balón que encoge todos los corazones y que puede cambiar el devenir de la final... cuando las calles están próximas al estado de efervescencia. Pero Dani Olmo cabecea la pelota, que se le aleja de la portería a la vez que se esfuman las posibilidades de Inglaterra. Es un movimiento que culmina la epopeya: España es campeona de Europa por cuarta vez en su historia.

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