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He visto la final de la Eurocopa en un pub rodeada de ingleses (y he sobrevivido para contarlo)
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Andrea Farnós

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He visto la final de la Eurocopa en un pub rodeada de ingleses (y he sobrevivido para contarlo)

Nunca había visto un partido de fútbol en mi vida... hasta la Eurocopa. Después de esta experiencia, soy de La Roja de por vida. En la final, me colé en las filas enemigas

Foto: Aficionados ingleses viendo el partido en España. (Europa Press/Isaac Buj)
Aficionados ingleses viendo el partido en España. (Europa Press/Isaac Buj)

En el partido de semifinales contra Francia no vi tres en un burro. Las pantallas grandes al aire libre son una buena opción si a) eres alto; o b) todos los asistentes hacen un pacto no hablado de sentarse. De lo contrario, es casi imposible descifrar qué está pasando en el campo. El miedo a que volviera a ocurrir algo similar me llevó a idear otro plan: pensé que lo mejor era ver la final de la Eurocopa en un pub irlandés rodeada de ingleses. No me equivocaba: conté un total de 12 televisores (¡12!) en el interior de esta taberna gigante de la Avenida de Brasil.

Cerveza Guinness, barriles y suelo de madera y muchos rubios. Es el sitio perfecto, pero no cabe un alfiler. Hay gente incluso en las escaleras y es imposible acceder si no es con reserva. Españoles e ingleses conviven en un mismo espacio; guardan las formas, piden permiso al pasar… sospechosa diplomacia antes del inicio del partido.

Foto: La afición española en el partido de semifinales de la Eurocopa entre España y Francia. (Europa Press/Gustavo Valiente)

Comienza la primera mitad

Después de haber ganado a grandísimos equipos como Alemania y a Francia, qué menos que meter 25 goles a Inglaterra. No tenía ninguna duda de que íbamos a ganar; pero esta sensación se fue diluyendo según avanzaban los minutos. Mhmhm… ¿Qué estamos haciendo? Cada vez que Nico Williams se acerca a portería, hay varios jugadores ingleses impidiéndole el paso. Y, cuando esto ocurre, se escuchan gritos de cabreo —de los españoles, estadounidenses y demás nacionalidades que habitan el local— y aplausos contenidos —de los ingleses—. Una cosa hay clara: todos los extranjeros van con España.

En esta taberna de Chamartín casi todos van vestidos de rojo. Los ingleses han intentado pasar desapercibidos poniéndose una camiseta de su selección del mismo color que la española. Sin embargo, basta con fijarse en los gestos para saber quién es quién. A los 25 minutos de arrancar el partido, comienzo a pensar que a lo mejor perdemos. No pasa nada; llegar hasta aquí ya ha sido un éxito. Empecé la Eurocopa sin conocer a ningún jugador y ahora Lamine Yamal es como mi hermano.

placeholder A la derecha, españoles tristes; a la izquierda, ingleses contentos. (A.F.)
A la derecha, españoles tristes; a la izquierda, ingleses contentos. (A.F.)

OJO. El 24 de los ingleses se acerca muchísimo a portería [Nota del editor: el dorsal 24 de Inglaterra es Cole Palmer, quien no estaba en el terreno de juego en ese momento]. A mi alrededor, euforia y jolgorio. Están tan contentos que casi me equivoco de bando. "That’s what I’m talking about!!!", grita Cameron, un todavía desconocido que terminó siendo mi gran aliado. Por suerte, todo queda en un susto, aunque lo último que me esperaba es que los británicos fueran a jugar así de bien. Antes del final del primer tiempo, volvieron a subir más de la cuenta. El 7 tiene ganas de comerse el mundo, pero no le dejamos. [Nota del editor: Andrea habla de Bukayo Saka, estrella del Arsenal y uno de los mejores futbolistas de la selección inglesa].

El estrés de la segunda mitad

"I’m very stressed", reconoce Rozina, una muchacha visiblemente inquieta con la camiseta del Arsenal —efectivamente, también de color rojo—. Segundos después de sus palabras, metió Nico Williams, el otro gran protagonista del torneo junto con Yamal. Este tío es buenísimo. Bajonazo inglés, fiestón español. Dentro de este bar se están viviendo todas las emociones que puede sentir el ser humano. Después del gol, la vida se vive de otra manera.

placeholder Cameron asumiendo la derrota. (A.F.)
Cameron asumiendo la derrota. (A.F.)

Justo a mi derecha, hombro con hombro, está Cameron. Él grita ‘c’mon’, yo grito ‘vamos’. El chaval resopla de vez en cuando; pobrecillo. Decide hablar: “Tenéis buen tiempo y tenéis buena comida. Yo solo os pido una Eurocopa”. Visto así, casi me convence. GOL, pero no nuestro. [Nota del editor: el tanto inglés fue de Cole Palmer, sí, el número 24 que antes había creído ver la redactora, y que ingresó en el campo tres minutos antes del gol]. Los guiris entran en cólera; un hombre empieza a morderse la camiseta, otros gritan extasiados y Cameron no puede dejar de aplaudir.

La tensión está por las nubes y GOOOOOOOOOOOOOL de un nuevo personaje totalmente desconocido. Juro que no he visto a este jugador en los tres partidos que he visto, pero nos ha dado la victoria [Nota del editor: como bien sabrá el lector, el tanto fue obra de Mikel Oyarzabal, asiduo de la Selección Española, y estrella de la Real Sociedad, y ha disputado 197 minutos en siete encuentros de Eurocopa]. Mientras, aparece la Infanta Sofía meada de la risa con su padre (el Rey). Fin del partido, victoria para España. "Well played", dice el inglés. Me voy a casa sin haber sufrido ningún daño, jamás volveré a ver a Cameron, pero nunca le olvidaré, como a esta Eurocopa.

En el partido de semifinales contra Francia no vi tres en un burro. Las pantallas grandes al aire libre son una buena opción si a) eres alto; o b) todos los asistentes hacen un pacto no hablado de sentarse. De lo contrario, es casi imposible descifrar qué está pasando en el campo. El miedo a que volviera a ocurrir algo similar me llevó a idear otro plan: pensé que lo mejor era ver la final de la Eurocopa en un pub irlandés rodeada de ingleses. No me equivocaba: conté un total de 12 televisores (¡12!) en el interior de esta taberna gigante de la Avenida de Brasil.

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