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Da igual si tú no creías, ellos sí: España llegó de tapado y salió de Berlín como rey de Europa
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Arrodíllense ante el gran campeón

Da igual si tú no creías, ellos sí: España llegó de tapado y salió de Berlín como rey de Europa

Nadie tiene más títulos europeos, nadie jugó mejor la Selección, nadie supo sufrir tanto y nadie celebrará mejor. Todos los pronósticos señalaban a Francia, Alemania e Inglaterra, víctimas del equipo de De la Fuente, que convenció a todos

Foto: España celebra su cuarta Eurocopa. (EFE/EPA/Friedemann Vogel)
España celebra su cuarta Eurocopa. (EFE/EPA/Friedemann Vogel)

Cuando se iba acercando la Eurocopa, en las clásicas conversaciones de café de una redacción, los curiosos preguntaban a la sección de Deportes qué opciones tenía España. La respuesta era siempre la misma. Por plantilla, el equipo de Luis de la Fuente era la mejor del segundo escalafón de favoritos. Es decir, partían por detrás de Francia, Alemania e Inglaterra. Quizás no era el pronóstico más ambicioso, pero sí realista. Según iba avanzando el torneo, el café sabía más dulce sin necesidad de echarle azúcar. Las dudas iniciales fueron cayendo, poco a poco, con los goles de España. Un mes después, la Selección Española abandona Berlín con el trofeo de campeón y la conquista de las ideas: el recuerdo imborrable de que su fútbol —directo, apasionado y divertidísimo para el espectador— ha dominado de cabo a rabo la Eurocopa. Mágico e inolvidable.

España regresa a casa después de ganar, de manera consecutiva, a tres campeones del mundo (y derrotando a Italia en grupos) para alzarse como la selección con más Eurocopas de la historia. Da igual si no creías, lo importante es que te convencieron. Cuatro trofeos continentales en la vitrina de Las Rozas. Nadie en el Viejo Continente tiene más.

placeholder Oyarzabal celebra su tanto. (Reuters/Kai Pfaffenbach)
Oyarzabal celebra su tanto. (Reuters/Kai Pfaffenbach)

Ahora, hablemos de Inglaterra. Es lo bonito del fútbol, no siempre gana el mejor. Pero esta vez sí. Una crueldad absoluta habría sido tener que ver a Gareth Southgate alzarse como campeón de Europa. En este deporte se puede jugar a defender, a aguantar, aceptar que eres inferior a tu rival y buscar tus oportunidades... Pero la sensación es que esta Inglaterra, subcampeona continental, ni siquiera sabe a lo que ha jugado. O, precisamente a eso, a no jugar. El bostezo generalizado de la primera mitad de la final puso contra las cuerdas a España, que no había encontrado su verdadero juego. ¿Había generado peligro Inglaterra? Para nada. Y, aun así, el sentimiento generalizado es que, a los puntos, los ingleses estaban por encima.

Estaba el partido donde le gustaba a Southgate, es decir, perdido en la inmensidad de la nada. Llegó Nico Williams para dar justicia al fútbol demostrando que, a veces, los cuentos son cuentos y tienen el final feliz que se merecen. Una genialidad de Jude Bellingham permitió que Inglaterra tuviera su primera gran ocasión del partido en las botas de Cole Palmer, un futbolista diferencial por goles como esos, de los de hambre voraz y golpeo extraordinario. Sin medias tintas, a la yugular. España se tambaleó como cualquier boxeador, pero exhibió mandíbula de hierro como los púgiles excelsos.

Foto: Nico Williams y Oyarzabal celebran el gol del triunfo contra Inglaterra. (EFE/Alberto Estévez)

Solo hubo cinco minutos malos de dudas. España se levantó, se quitó el polvo de los hombros y se fue directa a la portería de Pickford. El centro raso lo puso Marc Cucurella (¿quién si no?) y a Mikel Oyarzabal le tocó pasar a la historia. Pierna al suelo, balón en la portería. Contener el aire por el posible fuera de juego, celebrar como si se hubiese alcanzado el éxtasis. Campeones de Europa, una vez más.

Las lágrimas de Álvaro Morata, el grito de rabia de De la Fuente en la celebración, la inoportuna lesión que dejó a Rodrigo sin disputar la mitad de la final para luego ser elegido mejor jugador del torneo… Muchas son las imágenes que acompañarán este título. El año en el que pocos confiaban. Sí lo hicieron 26 futbolistas, un entrenador y un cuerpo técnico. Una expedición que avisaba cada vez que tenía ocasión, que se veía como candidata. Ellos creían y el resto daba igual.

Cuando se iba acercando la Eurocopa, en las clásicas conversaciones de café de una redacción, los curiosos preguntaban a la sección de Deportes qué opciones tenía España. La respuesta era siempre la misma. Por plantilla, el equipo de Luis de la Fuente era la mejor del segundo escalafón de favoritos. Es decir, partían por detrás de Francia, Alemania e Inglaterra. Quizás no era el pronóstico más ambicioso, pero sí realista. Según iba avanzando el torneo, el café sabía más dulce sin necesidad de echarle azúcar. Las dudas iniciales fueron cayendo, poco a poco, con los goles de España. Un mes después, la Selección Española abandona Berlín con el trofeo de campeón y la conquista de las ideas: el recuerdo imborrable de que su fútbol —directo, apasionado y divertidísimo para el espectador— ha dominado de cabo a rabo la Eurocopa. Mágico e inolvidable.

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