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Diccionario de símbolos que aprendimos en la Eurocopa: 'Gibraltar español, ma non troppo'
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Ángel del Riego

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Diccionario de símbolos que aprendimos en la Eurocopa: 'Gibraltar español, ma non troppo'

La reciente Eurocopa nos ha dejado muchas imágenes y nombres propios para el recuerdo, que nos permiten aprender más de cómo un campeonato destapa héroes y antagonistas

Foto: España levanta el título de campeón en Alemania. (EFE/EPA/Georgi Licovski)
España levanta el título de campeón en Alemania. (EFE/EPA/Georgi Licovski)

Una vez acabada la Eurocopa, en la que España logró su cuarto título para convertirse en el país con más entorchados europeos de la historia, llega el momento de analizar lo sucedido en el campeonato. Qué hemos aprendido, cómo lo hemos aprendido y cuáles son los términos que se han quedado en nuestra memoria para siempre, con un significado indeleble que se ha ganado con honor —o deshonra, en algunos casos— sobre el césped. Este es el Diccionario de Símbolos de la Eurocopa.

Turquía

Tienen la mejor bandera de todas. La media luna con la estrella bajo un fondo rojo es una amenaza y también una obra maestra. ¿Cómo no morir por un símbolo así de claro, así de misterioso? El fútbol que mostraron en la Eurocopa estuvo lleno de errores. Era un fútbol roto que nunca se acababa de descoser del todo, con jugadores que llevaban el corazón en la boca y un compás madridista pequeñito que transformaba en palabras mayores lo que, sin él, sería una pobre artesanía. Turquía estaba llena de errores y eso la hacía libre y feliz. Con esa felicidad salvaje de los turcos que parecen siempre una horda a punto de incendiar París. Su partido contra Países Bajos tuvo esos momentos finales donde dos boxeadores sonados se pegan con todo lo que tienen, que es lo que esperan los hinchas. O sea, los niños, principio y fin del tinglado, no se nos olvide.

Arda Güler

Parece un niño príncipe de Velázquez, con esa seriedad profunda, severa y triste, rodeado de cortinones rojos y un pincel impresionista que se va haciendo letal según se acerca al área. Fue, junto a Lamine Yamal, el único brindis de la Eurocopa a lo heterodoxo, al talento con una esquina sobrenatural. No llevó más lejos a su selección porque sus jugadores estaban hechos del material de la chatarra y él es todavía muy joven para resistir los 90 minutos de miembros despanzurrados que demanda el fútbol actual.

Foto: Arda Güler recupera un balón contra Polonia. (Reuters/Kacper Pempel)

Francia

El fútbol francés dice ser una inundación, pero miramos allí y no había río. Plomizo y absurdo como un texto pergeñado por la Inteligencia Artificial, jugar contra los bleus es como tirar piedras a una montaña que nunca responde. Encadena el talento del África Subsahariana a una idea colonial. La actual selección francesa se mueve como si fuera un ejército disciplinado pero sin alma, de chavales arrancados a la periferia únicamente por su físico descomunal. El ejemplo máximo es Camavinga. En el Madrid, es uno de los jugadores más divertidos y geniales de Europa. El físico al servicio de un talento iconoclasta y que hace malabares entre lo exquisito y lo furibundo, una combinación tan rara de encontrar como su forma de avanzar por el campo. Camavinga debe jugar desatado, lo que conlleva un peligro para su propio equipo: pierde balones en zonas donde no se debería ni poder rezar. Eso Ancelotti lo sabe y lo asume. Así ha ganado dos Champions donde el francés ha sido arma fundamental. Deschamps lo castra, lo aprisiona y lo deconstruye en un mediocentro defensivo con buen pase interior y eso es como creer que de un leopardo solo se aprovecha la piel. Una herejía.

Mbappé

Algo pasado de peso, Mbappé jugó como una estrella invitada en un show que no le interesaba en absoluto. La maravilla es que llegará al Madrid como si fuera un héroe en su ocaso. Y no es verdad. En la presentación con el Madrid, se vio cuál era su verdad. No recordábamos a nadie tan radiante desde Cristiano. Felicidad real, sin pompa ni teatro. Mbappé estaba en una cárcel de cristal y ahora ha vuelto a salir a la naturaleza, donde él es el rey.

Dani Olmo

El mejor jugador de España en la Eurocopa, ergo el mejor jugador de la Eurocopa. Letal como llegador y con una clarividencia en tres cuartos como no ha tenido nadie en el campeonato. Tiene el físico necesario para aguantarle lo que sea que tenga en la imaginación. No hace falta más. En el gol que le marca a Francia —control orientado que deja a Tchouaméni mirando una mariposa sobre el árbitro—, late un lenguaje superior, de quien entiende el fútbol de la misma manera intuitiva que un animal en la selva.

placeholder De la Fuente, en la celebración de Cibeles. (Europa Press/Óscar Ortiz)
De la Fuente, en la celebración de Cibeles. (Europa Press/Óscar Ortiz)

De la Fuente

Hizo lo de Ancelotti: le dio primacía al jugador y de ahí surgió un estilo que es una bifurcación del primer tiki-taka del 2008. A España le salieron dos extremos y así la retórica se convirtió en parte de la leyenda. No forzó el dibujo y fue equilibrando el equipo según se pasaban fases. Solo cometió el error de quitar a los extremos contra Alemania, pero, en el partido más duro del campeonato, supo rectificar y encontró acomodo a Merino, Oyarzabal y Joselu, que jugaron como viejos sabios acostumbrados a pisar las zonas sin oxígeno de la competición. Ahí estuvo su valía: convenció a sus pupilos de que su fútbol era superior y que la victoria era la única opción posible.

Morata

Peleado consigo mismo, desveló sus fantasmas cuando España estaba a mitad de camino. Volvió a su antigua cantinela de hombre perseguido por la desgracia. Confunde un insulto en los foros de un periódico con un intento de asesinato y así, solo le queda la huida. Lleva 8 equipos de ida y vuelta y es el quinto jugador de la historia que más dinero en traspasos ha generado. Ha jugado una Eurocopa pobre, remando hacia el cauce cuando todos los jugadores de la Roja hinchaban las velas a favor de viento. Todos iban y él venía, pero su estilo vietcong, creando huecos que otros aprovechan, le ha venido bien a España que, con los extremos y los medios llegadores, tiene talento ofensivo de sobra para reventar cualquier defensa. Ahora se va a Italia, su paraíso perdido, para intentar ser feliz, pero no lo logrará, porque Morata no puede huir de Morata. Y ese es su sino.

Oyarzabal

Marcó el gol que daba a España el campeonato y allá se fue a gritarlo mientras se besaba el escudo. Pero, en última instancia, reprimió ese gesto y ahí se quedó la cosa, como una metáfora perfecta de la situación. Tanto hablar de fútbol y política, pero los analistas tienen en el gesto del jugador guipuzcoano un telón que nadie quiso descorrer.

placeholder Lamine Yamal, con el título de la Eurocopa. (EFE/Alberto Estévez)
Lamine Yamal, con el título de la Eurocopa. (EFE/Alberto Estévez)

Lamine Yamal

Estrella absoluta de la Selección que dinamitó los partidos más difíciles en el momento preciso. Lleva el fútbol del barrio pegado a la suela de sus botas y, viendo lo definitivo que ha sido eso contra los ejércitos disciplinados, dan ganas de hacer una Cinecitta llena de mujeres que se asoman a la ventana increpando a sus maridos y de chavales que pasen el día jugando en las calles. Se le intentó convertir en un símbolo antifascista y él respondió metiendo un gol por la escuadra tras salir indemne de una maraña de jugadores. Tiene la cualidad fundamental del héroe: ve goles y asistencias donde otros solo ven una espesura indescifrable.

Plural y diverso

Una y otra vez, la prensa progresista repitió el mismo mantra: esta era la Selección más plural y diversa, algo que debemos celebrar. Hablaban de los jugadores de De la Fuente como si estuvieran en la Academia Marvel de Superhéroes Inclusivos. Quizás faltó un no-binario, pero a cambio estaba Cucurella con ese perfil de Puyol con LSD que lo convierte en único en su especie. El no poder disfrutar de las cosas sin adjetivo es una enfermedad de índole puritano. Indica una estrecha visión del mundo y una necesidad de que el mundo se amolde a esa estrecha visión. Todo lo que queda fuera es, en lenguaje infantil, caca. En realidad, esa forma de enjaular el mundo es, justamente, negar su infinita diversidad. A Nico y a Lamine no se les quería por lo maravilloso de su fútbol, se les quería porque su color de piel sirve para un relato ideológico (supuestamente) contrario al que hace la extrema derecha. Esa es otra forma de racismo en la que se cae una y otra vez. Incluso ese icono de la bondad profesional, llamado Vicente del Bosque, les llamó inmigrantes por mucho que hayan nacido en España. Lapsus freudianos de quien solo se mira a sí mismo desde su pedestal de hegemón de la moral.

Peor pinta tiene el palabro plural. Había muchos vascos y otros tantos catalanes y, por tanto, la Selección era plural. Ni Aragón, ni Castilla y León, ni Extremadura, ni Murcia, ni Asturias, ni Cantabria o La Rioja, tienen a nadie en la Selección. Y pocas veces lo han tenido. Hay dos Españas y la que recibe las lecciones es la que no tiene dinero para pagarse defensores.

Mirando en la historia de la Selección española, Vizcaya es la provincia más representada, luego irá Barcelona y después Guipuzcoa, siendo la cuarta, Madrid. El mapa del poder en España de los últimos 120 años. No es tan difícil de entender. Pero a ciertos comentaristas de la brigada político-social, les cuesta. Hubo una Selección en 1962 que tenía a jugadores de cuatro países diferentes y de casi todas las regiones españolas. En plena dictadura. Debían ser los resabios antifascistas de Franco. Una parte del gallego que todavía estar por desvelar.

Celebración

Los chavales salieron algo bebidos, torso desnudo, enfundados en su bandera y cantaron la única canción de guerra que existe en la piel de toro: Gibraltar es español, lorororo. Un festival sano y rojigualdo lleno de gente joven con ganas de cantar, de bailar, de sentirse parte de algo. El mismo público que tiene cualquier manifestación multitudinaria. En realidad, los jóvenes son una gran masa floreada que no quieren ser diversos en absoluto. Solo quieren ser jóvenes, que es justo lo contrario.

Pues bien, esa celebración sentó mal. El fútbol es lo que es, ha cambiado la violencia por la sorna pero sigue siendo —en especial, el de selecciones— la guerra por otros medios. La gente de fuera del fútbol que habla de pluralidad, odia la pluralidad. Odian lo que no controlan y lo que se sale de los cauces que ellos creen que la realidad debe tener. Así que tiran de clasismo casposo que es lo que hay detrás de todo aquel que utiliza el término cuñado o dice sentir vergüenza ajena ante las multitudes desatadas.

placeholder Carvajal, celebrando el título de campeón de la Eurocopa. (AFP7)
Carvajal, celebrando el título de campeón de la Eurocopa. (AFP7)

Carvajal

Quizás el mejor lateral derecho de la historia, compuso junto a Rodri el bajo profundo del equipo que le ataba absolutamente a la competición. Carvajal ganó, lo que no es noticia, porque los equipos donde está Carvajal, siempre ganan. Se entendió con los ojos cerrados con Lamine y fue protagonista de memes patrióticos al tumbar in extremis a Musiala. Su condición rocosa y esa forma de encarar los partidos como si fuera un soldado de la causa, lo hace sospechoso a los que ven el fútbol con el estigma de la ideología.

Tras su escaso saludo a Pedro Sánchez, le llovieron improperios. Pura literatura, en realidad, porque ningún jugador estuvo feliz con el presidente (que les hizo un feo al no recibirlos tras la Nations League) y las proclamas políticas del de Leganés son cercanas a cero. Pero era necesario un malo, ya que ya tenemos al bueno. No hay moral sin dicotomía. Carvajal es de los de estirpe legendaria, así que no se inmutan, esos están en el fútbol porque son del fútbol. Por supuesto, Carvajal también es del Madrid, el mal original, el culpable, el hombre blanco. La medida de todas las cosas.

Carvajal es el hombre normal de Leganés, el soldado raso que salva a la nación. El tipo al que le canta Springsteen. La diferencia es que este lo ha conseguido todo, como lo conseguirán todo Lamine, Fabián o Nico, astillas de la misma madera. Los humildes de este mundo que no necesitan la ayuda de los que construyen las hegemonías morales. Un paternalismo muy peligrosa y que, al mínimo tropiezo, se les puede volver en contra.

Una vez acabada la Eurocopa, en la que España logró su cuarto título para convertirse en el país con más entorchados europeos de la historia, llega el momento de analizar lo sucedido en el campeonato. Qué hemos aprendido, cómo lo hemos aprendido y cuáles son los términos que se han quedado en nuestra memoria para siempre, con un significado indeleble que se ha ganado con honor —o deshonra, en algunos casos— sobre el césped. Este es el Diccionario de Símbolos de la Eurocopa.

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