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Un Bernabéu mosqueado pese a la goleada repartió pitidos a diestro y siniestro
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AMBIENTE EXTRAÑO PESE A LA GOLEADA

Un Bernabéu mosqueado pese a la goleada repartió pitidos a diestro y siniestro

Al público blanco, en un ambiente enrarecido, se le vio el enfado con su equipo tras haberse escapado
el liderato. Ni los cracks se libraron de los silbidos

Foto: Ancelotti, aguanta la lluvia en el área técnica bajo un extraño ambiente.
Ancelotti, aguanta la lluvia en el área técnica bajo un extraño ambiente.

Llegaba el Rayo Vallecano con la alegría en el juego habitual del equipo de Jémez pero sin ser amenaza seria para un Real Madrid cuya pegada está por encima de rachas y crisis de resultados. En el Santiago Bernabéu pocos pensarían antes del choque en un tercer tropiezo seguido, sin embargo, al público de Liga, el más castizo, el que posee el genuino madridismo, se le vio pronto el mosqueo con su equipo por haber dejado escapar el liderato con estrépito en dos derrotas dolorosas. Entre esa sensación y la lluvia fina que no cesó durante el partido, el ambiente se cubrió de una extrañeza que solo los goles consiguieron acallar, aunque no desterrar totalmente.

Tras el debate abierto, dentro y fuera del club, por la alternancia en la portería, Diego López escuchó pitos en las primeras acciones que le tocó intervenir, llegando a dejar una cierta sensación de nerviosismo en algunas de sus acciones. El desentendimiento entre Bale y Cristiano tras la falta que cerró el partido en Sevilla del pasado miércoles también estaba latente en las mojadas gradas del coliseo blanco. El galés abusó varias veces de individualismo, lo que le costó escuchar alguna sonora pitada.

Benzema tampoco escapó a los silbidos, ni el propio Cristiano Ronaldo, que también abusó de balón teniendo compañeros cerca, se libró de ellos. Las reprimendas también fueron hacia Coentrao. E incluso Illarramendi, cuando abandonó el campo para que entrara Isco, escuchó unos tímidos pitidos antes de que los aplausos los terminaran tapando. El enfado del público era general, quizá contra todo el equipo, después de pasar de primero a tercero en cuatro días.

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El punch blanco dejó un marcador holgado ante un Rayo que se acabó suicidando y que podía haber recibido una goleada de escándalo. Bale marcó dos tantos y dio otro, pero se vieron quejas del galés contra sus compañeros de ataque en alguna ocasión cuando no recibió el balón en los últimos metros, mismo pecado que cometió él mismo con la consecuente reprimenda gestual de Cristiano y compañía. En las celebraciones, todos se abrazaron sin problema. Pero hasta el recién entrado Morata tuvo que ver cómo le pedían que soltara el balón. Acto seguido, el canterano hizo el quinto con el mejor disparo del partido. Demasiados gestos para un partido tan plácido…

El Real Madrid sigue a tres puntos del líder y vecino, Atlético de Madrid y a dos del segundo, el Barça. Pero en el Bernabéu pareció por momentos que la Liga estaba ya perdida. La eterna exigencia del madridismo no perdona a nadie, y los silbidos sirvieron para recordar a los suyos donde están, la camiseta que llevan y lo inapropiado del tropiezo en el Clásico y, sobre todo, el siguiente en el Sánchez Pizjuán.

Llegaba el Rayo Vallecano con la alegría en el juego habitual del equipo de Jémez pero sin ser amenaza seria para un Real Madrid cuya pegada está por encima de rachas y crisis de resultados. En el Santiago Bernabéu pocos pensarían antes del choque en un tercer tropiezo seguido, sin embargo, al público de Liga, el más castizo, el que posee el genuino madridismo, se le vio pronto el mosqueo con su equipo por haber dejado escapar el liderato con estrépito en dos derrotas dolorosas. Entre esa sensación y la lluvia fina que no cesó durante el partido, el ambiente se cubrió de una extrañeza que solo los goles consiguieron acallar, aunque no desterrar totalmente.

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