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El 'póker' de Sorloth y los destellos de Arda Güler firman un empate de frenopático en Villarreal
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VILLARREAL 4 - 4 REAL MADRID

El 'póker' de Sorloth y los destellos de Arda Güler firman un empate de frenopático en Villarreal

Los de Ancelotti se marcharon al descanso con una ventaja de tres goles, pero el pichichi noruego firmó un encuentro para la historia con cuatro goles que empataron el choque

Foto: Sorloth y Güler se abrazan tras el partido (Reuters/Pablo Morano)
Sorloth y Güler se abrazan tras el partido (Reuters/Pablo Morano)

Desparrame de goles en la oda a la posmodernidad que brindaron el Villarreal y el Real Madrid al espectador en La Cerámica (4-4), en un partido absolutamente frenético y caótico, que tuvo muchos vaivenes y situaciones irracionales. Aunque el ya campeón de Liga se fue al descanso con tres tantos de ventaja, una diferencia de lo más holgada, el cuadro local –o, mejor dicho, Alexander Sorloth– consiguió empatar en un sublime arranque de la segunda mitad, poniendo la igualada final en el marcador. El resultado, en cualquier caso, es estupendo para el espectáculo, pero no sirve para ninguno de los dos equipos: el submarino amarillo se queda sin opciones de acceder a Europa el próximo curso, mientras que los blancos completan un entrenamiento exigente más de cara al último y decisivo partido para cerrar con matrícula el año futbolístico, la final de la Champions League.

Es la primavera la época preferida del Real Madrid y del madridismo, porque es el momento del año en que se ganan los títulos. Es esta la estación a la que le compuso Piotr Tchaikovski o Igor Stravinsky, en la que llega al mercado la mejor de las frutas, las cerezas, y en la que la luz del día se alarga hasta después de la cena. Es la época de la belleza y la ilusión, en la que se huelen ya las próximas vacaciones. Pero es también cuando llegan las tormentas y eso fue en lo que se transformó el equipo de Carlo Ancelotti durante los primeros cuarenta y cinco minutos.

Salió el ya campeón de Liga al estadio de La Cerámica con una unidad repleta de suplentes, pero rápidamente demostró el once elegido que no quería ser ningún convidado de piedra en la localidad de Castellón de la Plana. El Villarreal quería apurar sus opciones de jugar el próximo curso en el viejo continente y avisó a Lunin a los cinco minutos con un disparo lejano del mejor jugador local, Sorloth, que estrelló su zapatazo en el palo, ligerísimamente punteado por el meta ucraniano. Fue un quebradero de cabeza para la defensa visitante, especialmente para un Militao al que aún se le ven las costuras tras la larga lesión.

Foto: Courtois levanta el pulgar tras el partido contra el Alavés. (Reuters/Susana Vera)

El show de Arda Güler

Tras las dos últimas exhibiciones ligueras, con los cuatro goles en Granada y los cinco en casa ante el Alavés, el Real Madrid preveía mayores dificultades ante el rocoso Villarreal, más aún con la buena racha encadenada por el renacido equipo a las órdenes de Marcelino García Toral. Pero lo cierto es que antes del descanso ya había alcanzado el equipo blanco el póker. El primer tanto fue obra de Arda Güler, anotando su quinto tanto en Liga, pese a haber jugado cuatro ratos. Era la tercera jornada seguida en que la joya turca anotaba, aunque no sería la última vez que levantaría los brazos en la tarde. Fue una bonita jugada orquestada por Brahim y Joselu, con una buena definición del exjugador del Fenerbahçe. Poco después, en torno al minuto treinta de la primera mitad, sería el héroe de la eliminatoria contra el Bayern de Múnich el que aumentaría la ventaja y anotaría con la testa el 0-2 tras un perfecto centro de Lucas Vázquez. Joselu, pese a su rol de suplente en el equipo, se está hinchando: ya son diez los goles en el campeonato de Liga.

No deben despreciarse las últimas buenas semanas de Lucas Vázquez. Apodado como Cafucas en el vestuario, es un jugador que siempre cumple, imprescindible en la rotación para Ancelotti, igual que lo fue para Zinedine Zidane, perfectamente partícipe en la dinámica madridista a la manera de un funcionario. Suyo fue el tercer tanto del equipo, con lo que se arreglaba el desaguisado que había creado Dani Ceballos. El sevillano, al contrario, es una de las grandes decepciones de una temporada blanca que está siendo casi perfecta, y cuya guinda puede poner el próximo 1 de junio, en Londres. El centrocampista perdió un balón tonto en el área que permitió que el Villarreal se acercase y pusiese el 1-2 en el marcador. Es curioso el infortunio del andaluz: en La Cerámica realizó su último gran partido con la elástica merengue –uno de los pocos encuentros redondos que ha tenido, realmente– en enero del año pasado, para remontar en octavos de Copa del Rey contra el submarino amarillo.

Una ventaja sideral para llegar al descanso

El error de Ceballos trajo la alegría a las gradas del estadio. Sorloth, asistido por Mosquera, cabeceó a la red el tanto de la esperanza, imprimiendo a la pelota esa fuerza en estático que solo saben imprimirle los grandes realizadores. No se verá al delantero en la Eurocopa, pues su selección no se ha clasificado. Sorloth forma parte de esa estirpe de carismáticos delanteros noruegos altos, como lo fueron antes John Carew, Tore Andre Flo y, especialmente, Erling Haaland, que será el que realmente pase a la historia cuando se retire, pues lo hará con unas cuantas Botas de Oro y, quizás, con algún que otro Balón de Oro.

Sorloth se fue al descanso con un tiro al palo, un gol y un cabreo de narices, pues su equipo estuvo muy lejos de estar a la altura, con cuatro goles encajados. Ni él imaginaba lo que estaba por venir. Tras el tercero de Lucas Vázquez fue, de nuevo, Güler el que vio puerta. Nacido en Anatolia, esa región que el cineasta Nuri Bilge Ceylan ha retratado en su cine reflexivo, pausado y de inusitada belleza, se postula como una de las grandes esperanzas de futuro blancas –otra más– con una recta final de curso en que está siendo la sensación. Anotó su sexto tanto liguero y su doblete tras un inteligente pase de Cafucas, que cerró también una primera parte de postín con un tanto y dos asistencias.

La tarde histórica de Sorloth

Si el espectador pensaba que ya lo había visto todo, que podía apagar el televisor con todo resuelto, el inicio de la segunda parte le demostró que había cometido un craso error. La defensa madridista en general, y Militao en particular, fue un muñeco en manos del gigante –en todos los sentidos– Sorloth. Si su primera parte podría calificarse como buena, bastaron diez minutos para cambiar el adjetivo por el de histórico, o mágico, si se prefiere. Anotó en minuto 48, en el 51 y en el 55, para empezar el partido a cuatro. Algo casi nunca visto: un marcador abultado, propio del fútbol sala, ¡y aún con treinta y cinco minutos por jugar!

Además, el póker histórico le permite al escandinavo ponerse como Pichichi del campeonato. Empezó la jornada con un gol menos que el líder en esta clasificación, el ucraniano Artem Dovbyk, pero alcanzó los 23 tras su festival. En clave madridista, por su parte, estos infaustos diez minutos iniciales dejan una conclusión para Ancelotti de cara al decisivo encuentro contra el Borussia Dortmund por la decimoquinta: si Tchouameni no llega en perfectas condiciones a Wembley, el acompañante de Rüdiger en la zaga debería ser el capitán Nacho. Militao no parece aún estar al nivel top que requiere el puesto. Pero volverá.

Un final tranquilo

El partido entró en zona valle, algo que agradecieron los cronistas. Ancelotti arqueó la ceja izquierda y sacó al verde a Camavinga, Nacho y Rodrygo, en pos de agitar a un once que había salido adormecido tras el paso por los vestuarios. Modric, quien parece cerca de renovar, parecía el único en querer dar sentido ante el estrépito alcanzado en tan solo diez minutos de la segunda contienda. Empezó a tener algo más la pelota el campeón, pero sin la fluidez y concentración de la inmaculada primera mitad. Rodrygo, cuando el cronómetro acariciaba el minuto ochenta, realizó una precisa internada en solitario en el área que acabó en el poste.

También Sorloth tuvo su oportunidad para cerrar la mejor actuación de un jugador del Villarreal en su historia, pues solo dos jugadores han conseguido, en lo que va de siglo, cinco goles en un partido de Liga: Radamel Falcao, con el Atlético, y Cristiano Ronaldo, que se permitió el lujo de lograrlo en dos ocasiones con el Real Madrid, ante el Espanyol y el Granada. Pero no hubo tiempo para más. No se movió el electrónico en los últimos treinta y cinco minutos, tras la estampida de los primeros cincuenta y cinco. El 4-4 final confirma que se jugó un partido divertidísimo, de esos que no gustan a los entrenadores, pero que tienen ese aroma del fútbol pretérito, que tantas veces el aficionado echa de menos.

Desparrame de goles en la oda a la posmodernidad que brindaron el Villarreal y el Real Madrid al espectador en La Cerámica (4-4), en un partido absolutamente frenético y caótico, que tuvo muchos vaivenes y situaciones irracionales. Aunque el ya campeón de Liga se fue al descanso con tres tantos de ventaja, una diferencia de lo más holgada, el cuadro local –o, mejor dicho, Alexander Sorloth– consiguió empatar en un sublime arranque de la segunda mitad, poniendo la igualada final en el marcador. El resultado, en cualquier caso, es estupendo para el espectáculo, pero no sirve para ninguno de los dos equipos: el submarino amarillo se queda sin opciones de acceder a Europa el próximo curso, mientras que los blancos completan un entrenamiento exigente más de cara al último y decisivo partido para cerrar con matrícula el año futbolístico, la final de la Champions League.

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