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recupera su mejor juego

El efecto Tiger

Pocos deportistas tienen una incidencia en su disciplina tan brutal como la de Tiger Woods. Volvió a competir con malos resultados, pero él siempre vuelve

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Pocos deportistas tienen una incidencia en su disciplina tan brutal como la de Tiger Woods. El regreso del golfista californiano a la competición tras su enésima lesión se ha convertido prácticamente en asunto de estado. Suvuelta de 77 golpes el jueves, primera oficial, ha sido debate nacional. Cientos de análisis de su nuevo swing, comparativas a cámara lenta... Incluso, las televisiones norteamericanas han sacado del baúl de los recuerdos imágenes de Tiger de hace casi veinte años, cuando aún era amateur, comparando el movimiento que hacía entonces con el actual. Es el icono.

Woods produce este efecto fuera del campo de juego y no ha cambiado. Es el efecto mediático. Da igual cuánto tiempo esté fuera, da igual que haga 64 golpes o 77, siempre ocupa el centro. Podemos perdernos algún golpe del líder del torneo, pero nunca de Tiger.

Woods también produce un efecto dentro del campo, pero ése sí ha cambiado. Es más, lleva tiempo cambiando, lentamente, aunque cada vez se observa con más rotundidad. Antaño, tras una vuelta mala, todos esperaban la reacción de Tiger al día siguiente, el zarpazo que lo metiera dentro del torneo de nuevo. Era infalible. Woods remontaba, mientra el resto de jugadores entraba en una especie de pánico paralizante. Hoy Tiger también ha reaccionado en el Hero World Challenge con una buena vuelta de 70 golpes, pero ya nadie le espera. El resto del personal sigue apretando, haciendo birdies, ya no hay ese respeto reverencial hacia su majestad. Así, aunque el ex Número Uno marchaba cuatro bajo par en el día en el momento de la suspensión por lluvia, jugando el 17, el liderato seguía igual de lejos que ayer, a once golpes. Tiger ha perdido su aura.

Otro de los famosos efectos de Woods era el que ejercía sobre su compañero de partido. La leyenda se la ganó destrozando rivales los domingos en los últimos partidos del día. Era el glorioso 'Sunday Tiger', vestido de rojo y negro. Hoy también se ha perdido ese efecto. Es más, produce exactamente el contrario, motiva e inspira al jugador que va con él. El mejor ejemplo lo hemos visto hoy en Patrick Reed, fiero integrante de la cantera estadounidense.

Reed, el mejor norteamericano en la pasada Ryder Cup, se dio a conocer este año al imponerse en el WGC Cadillac Championship de Doral y, sobre todo, con sus declaraciones posteriores. Aseguró que se veía con naturalidad entre los cinco primeros del mundo, y eso que aquella victoria fue su primer gran éxito a nivel mundial. Después, no llegó a ese deseado top 5, pero sí que ha demostrado ser un jugador terrible cuando está motivado. También juega los domingos de rojo y negro, como su ídolo, pero esta vez ha hecho una excepción. Se ha puesto los colores de guerra un viernes, en homenaje a su compañero, y ha destrozado el campo de Isleworth. Ha firmado 63 golpes, nueve bajo par, dejando minúscula la reacción de Tiger, y metiéndose, él sí, en la pelea por la victoria.

Pese a todo, Woods ha dejado mejores sensaciones que el jueves, al menos hasta el hoyo 18, que resolvía con un doloroso doble bogey perjudicado por el barro que se había quedado adherido a su pelota por culpa de una espectacular tromba de agua que obligó a suspender el juego durante aproximadamente una hora. En cualquier caso, parece que el nuevo-viejo swing de Como va por el camino correcto. Hoy no ha tenido los errores de ayer en el juego corto, ha dado algunos golpes imperiales y, sobre todo, ha mostrado una distancia desde el tee que intimida. Ha firmado 70 golpes, pobre balance final por ese tropiezo en el último hoyo. Sin embargo, hay otro efecto que tampoco ha perdido. ¿O alguien se atreve a asegurar que Tiger no hará este sábado una vuelta deslumbrante?

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