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Brasil y el COI salvan los últimos Juegos Olímpicos faraónicos con escuelas
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El COI busca sostenibilidad y legado

Brasil y el COI salvan los últimos Juegos Olímpicos faraónicos con escuelas

La reutilización de espacios e instalaciones deportivas es una de las principales tareas pendientes de cada ciudad olímpica y uno de los requisitos del COI para las candidaturas

Foto: Muchas instalaciones de Rio 2016 tienen nuevos usos. (Reuters/Vasily Fedosenko)
Muchas instalaciones de Rio 2016 tienen nuevos usos. (Reuters/Vasily Fedosenko)

Los Juegos Olímpicos de Rio 2016 fueron los últimos de la antigua era. La cita olímpica disputada en la ciudad brasileña supuso un punto de inflexión definitivo para que el movimiento olímpico situase la sostenibilidad y el legado en el centro. Ya en 2014, el Comité Olímpico Internacional (COI) se había impuesto una nueva hoja de ruta que establecería unos criterios más exigentes a las ciudades que aspiraran a albergar los Juegos. El reto era minimizar el impacto medioambiental y garantizar una segunda vida a los recintos, tras años en que los equipamientos acababan abandonados.

Este fue el origen de la Agenda 2020, una estrategia de 40 medidas que ha sentado las bases del movimiento olímpico a lo largo de la última década. Si bien estos principios se establecieron cuando la inversión para Río de Janeiro ya estaba efectuada, ello no ha impedido que la sede haya logrado transmitir el legado de los Juegos casi una década después. De este modo, tal y como hiciera Barcelona con los Juegos del 1992, la mayoría de instalaciones tienen ahora nuevos usos en el ámbito educativo y para las comunidades locales.

*Artículo publicado originalmente en 2Playbook.com

El presupuesto final de los Juegos de Rio 2016 fue de alrededor de 14.000 millones de dólares (13.000 millones de euros), uno de los más elevados de la historia. Esta inversión se traducía en un inmenso parque de instalaciones, muchas de las cuales se construyeron expresamente para la cita. La reutilización de espacios se convirtió en un auténtico rompecabezas para las autoridades locales y muchos complejos quedaron en desuso en cuanto los atletas olímpicos y paralímpicos volvieron a sus respectivos países. Desde la villa olímpica más grande de la historia, con un área de 200.000 metros cuadrados, al parque olímpico en el que se encontraban el Velódromo y el Estadio Acuático. Cinco años después de los Juegos, gran parte de los recintos más icónicos estaban parcialmente en ruinas y sin ningún tipo de mantenimiento.

Las autoridades locales impulsaron un plan en 2021 para revitalizar todas estas instalaciones con nuevos usos. El objetivo era cumplir con los objetivos de legado de Rio 2016, pese a los años de demora a causa de problemas de gobernanza. Hasta tres complejos se transformaron en centros educativos públicos y este mismo año abrieron sus puertas. En concreto, los que se construyeron para el torneo de balonmano y las pruebas de natación albergan ahora cuatro colegios públicos, tras una inversión de 78 millones de reales (13 millones de euros).

placeholder El Arena de Futuro era una infraestructura nómada. (Reuters/Ricardo Moraes)
El Arena de Futuro era una infraestructura nómada. (Reuters/Ricardo Moraes)

En primer lugar, el Arena Carioca 3, que albergó el taekwondo, la esgrima olímpica y el judo paralímpico, es ahora el mayor centro escolar de la red municipal de Río de Janeiro, con 18.000 metros cuadrados, 24 aulas e infraestructura deportiva para unos 900 alumnos. El Arena Carioca 1 y 2 también se han reconvertido en centros multideportivos, el primero bajo la gestión del Gobierno Federal, como filial del Instituto Federal de Educación Técnica y, el segundo, como sede de eventos deportivos.

Asimismo, el Arena de Futuro, que era una infraestructura nómada percibida para reconvertirse en otro uso, se transformó en cuatro escuelas para casi 2.000 estudiantes, dos de las cuales se inauguraron este año. El estadio Olímpico fue desmantelado, pero dos de sus piscinas formarán parte de un nuevo parque público de 234.000 metros en la zona oeste de la ciudad. Las otras tres piscinas temporales usadas durante los Juegos ya fueron desmontadas y trasladadas a los estados de Amazonas, Bahía y Sao Paulo para usos recreativos y de alto rendimiento.

Mientras tanto, el Velódromo Olímpico sigue albergando competiciones nacionales e internacionales y se prepara para ser la sede del Museo Olímpico de Río. Por último, la villa olímpica está en proceso de convertirse en un parque público con pistas deportivas, skateparks y zonas de gimnasia, entre otros equipamientos.

Foto: España parte en inferioridad presupuestaria respecto a sus rivales directos en el medallero. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

De reciclar estadios a instalaciones permanentes

La segunda vida de las instalaciones de Rio 2016 no solo es un ejemplo del legado de los Juegos para la ciudad, sino que es un espejo en el que deben mirarse todas las ciudades que aspiren a albergar un evento de estas características. Ahora bien, la norma para las nuevas candidaturas ya no pasa por encontrar nuevos usos a los nuevos complejos deportivos, sino en disponer de las instalaciones permanentes suficientes sin la necesidad de nuevas construcciones. El uso de equipamientos temporales también ha ganado enteros.

Este es uno de los principales motivos por los que París y Los Ángeles fueron elegidas para las citas de 2024 y 2028. La candidatura francesa salió adelante con el 95% de las instalaciones ya construidas y en el caso de la ciudad californiana asciende hasta el 97%. El COI dice adiós a las obras faraónicas que no tengan un legado garantizado de antemano y solo se autorizarán los proyectos que tengan un verdadero sentido y uso a largo plazo.

Los Juegos Olímpicos de Rio 2016 fueron los últimos de la antigua era. La cita olímpica disputada en la ciudad brasileña supuso un punto de inflexión definitivo para que el movimiento olímpico situase la sostenibilidad y el legado en el centro. Ya en 2014, el Comité Olímpico Internacional (COI) se había impuesto una nueva hoja de ruta que establecería unos criterios más exigentes a las ciudades que aspiraran a albergar los Juegos. El reto era minimizar el impacto medioambiental y garantizar una segunda vida a los recintos, tras años en que los equipamientos acababan abandonados.

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