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Malawi Queens, las reinas del 'netball' que revolucionan la Commonwealth
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las africanas son la gran sensación del torneo

Malawi Queens, las reinas del 'netball' que revolucionan la Commonwealth

El netball es uno de los deportes más seguidos en la Commonwealth. En Glasgow, con la mítica Mary Waya en el banquillo, Malawi levanta pasiones

Foto: Mwai Kumwena lucha por hacerse con un balón con la escocesa Joline Henry durante el partido que enfrentó a Malawi y Escocia en los presentes Juegos de la Common
Mwai Kumwena lucha por hacerse con un balón con la escocesa Joline Henry durante el partido que enfrentó a Malawi y Escocia en los presentes Juegos de la Common

El 21 de diciembre de 1891, en la tranquila localidad de Springfield (Massachussets), tuvo lugar un acontecimiento que cambiaría para siempre el destino del deporte. James Naismith, un profesor de la estricta YMCA, sentaba las líneas maestras del baloncesto. En su mente sobrevolaba la idea de amansar al rebelde y subversivo carácter de los chicos más complicados de la escuela. Aunque los primeros intentos supusieron un rotundo fracaso debido a la pila de chavales lastimados al término de los partidos, las probaturas acabaron dando su futo. Un cesto de melocotones, un palo y una pelota bastaron para que Naismith rellenara dos folios con las 13 reglas iniciales que empezarían a regir (más allá de las posteriores modificaciones) el deporte de la canasta. Reglas que aún se conservan y que en 2010 fueron subastadas por la nada desdeñable cifra de 4,3 millones de dólares.

Dos días después del descubrimiento, una compañera se interesó por el juego recién alumbrado y solicitó a Naismith una copia del reglamento inicial. Con la intención de ayudarla a comprender cuál sería la distribución de los espacios y las posiciones dentro de la pista, el profesor dividió la cancha en tres partes iguales valiéndose de unas líneas. La mujer interpretó que cada uno de los sectores restringía los movimientos de las jugadoras dentro del rectángulo de juego. Un error que, sin quererlo, daría pie al nacimiento del netball, el baloncesto para mujeres, como se conoció originalmente.

Pese a la tímida aparición de algún torneo masculino, se trata esencialmente de un deporte femenino. Se practica en una pista de 30x15, dividida en tres zonas y con un aro -sujeto a un palo, sin tablero y a 3,05 metros de altura- en cada extremo. Cada equipo tiene en pista siete jugadoras y, al igual que el balonkorf, su capacidad de movimiento está limitada a determinadas zonas en función de su demarcación: guardameta, la defensa de meta, la alero defensa, la base, la atacante, la alero atacante y la tiradora. Los duración de los partidos es de una hora, repartida en cuatro cuartos de 15 minutos. Entre sus principales reglas, las cuales dan una idea de las ostensibles diferencias con su hermano mayor, destacan las siguientes: no se puede correr ni botar con el balón, no hay contacto (el defensa tiene que estar a una yarda del jugador con balón, no se puede permanecer más de 3 segundos con el balón en la mano sin cambiar de posición y, excepto la atacante y la tiradora, las demás jugadoras sólo pueden pasar el balón.

Pese a que en 1995 fue reconocido como deporte olímpico por el Comité Olímpico Internacional desde la Federación luchan para hacer realidad el sueño de participar en alguna olimpiada. Aunque en el país que le dio vida es un auténtico desconocido y no puede competir con el baloncesto en cuanto a popularidad y seguimiento, según los datos de la Federación Internacional de Netball (INF por sus siglas en inglés), en 2012 este deporte contaba con 20 millones de practicantes repartidos en un total de 80 países. Eastbourne (Ingleterra) acogió en 1963 el primer Mundial de netball. Dese entonces, cada cuatro años las mejores jugadoras se dan cita en el evento mundialista. Sin embargo, la locura por el netball alcanza su máxima expresión en los países de la Commonwealth.

Es precisamente en los Juegos de la Mancomunidad que se están disputando en la ciudad escocesa de Glasgow donde nos encontramos con la historia de las Malawi Queens. Pese a provenir de uno de los diez países más pobres del mundo, el combinado africano se presentó en el torneo con el firme propósito de hacer valer su quinta posición en el ranking que elabora la Federación Internacional. Por el momento tienen en su mano meterse en semifinales y alcanzar el que sería su mejor resultado la cuarta participación en unos Juegos de la Commonwealth (fueron sextas en 2006 y quintas en 2010). Sus tres primeros compromisos hasta la fecha se han saldado con dos cómodos triunfos ante Irlanda del Norte (71-50) y Santa Lucía (69-28) y una ajustada derrota ante Nueva Zelanda (47-50), una de las cuatro grandes potencias junto a Jamaica, Australia e Inglaterra. Para confirmar su despegue deberán afrontar con éxito los complicados duelos ante Jamaica (lunes) y Escocia (martes).

La eclosión de Malawi va unida a la carrera de Mary Waya, una institución dentro del mundo del netball. A sus 46 años, la entrenadora de las ‘Queens’ es una leyenda en el país del sureste africano. Al finalizar el último campeonato de la Commonwealth, esta ingeniera eléctrica, viuda y madre de dos hijos, decidió poner fin a su carrera como jugadora. A sus espaldas más de 200 internacionalidades con la elástica de su país, a quien representó en dos Mundiales (1995 y 2007), tres Juegos de la Commonwealth (1998, 2006 y 2010) y dos Series Mundiales (2009 y 2010).

En su memoria todavía queda la llamada que recibió en 1995 para formar parte del primer torneo internacional en el que participaría la selección de Malawi. Fue en el Mundial disputado en Birmingham. Aunque ya era conocida entre sus compatriotas, fue en la ciudad británica donde Waya pudo forjarse una reputación que se mantiene hasta hoy. De aspecto rollizo, su peculiar figura no tardó en provocar la mofa de rivales y público. Pese a las burlas, la ‘shooter’ malauí mostró al mundo el talento innato que atesoraba. Sus amagos, abruptos giros y ágiles movimientos de pies pronto le valieron, junto al resto de compañeras, la comparación con los fantasiosos Globetrotters. Acabaron segundas de grupo detrás de Jamaica, un punto de inflexión en la alicaída rutina de un país sin demasiadas esperanzas a las que aferrarse. “Llegamos a Inglaterra sin un puesto en el ranking para acabar octavas. Llegamos de la nada y nos convertimos en algo”, recuerda en una afable charla con la BBC.

Duodécima de 13 hermanos, Waya nació en la localidad de Blantyre. En un área principalmente agrícola, donde más de la mitad de la población trata de subsistir bajo el umbral de la pobreza, las oportunidades para practicar deporte eran muy limitadas. Sin embargo, dentro de las necesidades que asolan el país, Waya se puede sentir una privilegiada. Cuando tenía 12 años, su hermano Harry, uno de los sus tres hermanos que jugó al fútbol en la selección de Malawi, le trajo una canasta que había cogido durante un tour que el combinado británico había hecho por el país. “Cuando empecé a jugar sólo trataba de emular los pasos de mis hermanas. Para mí ellas eran las mejores porque eran mis maestras”, reconocía antes del torneo. Un aprendizaje autodidacta, alejado de los suntuosos pabellones cubiertos que disponían otros países contra los que competiría años después.

“La gente empezó a venir a mi casa porque era la única persona en el pueblo que tenía una canasta. Los niños llamaban a mi puerta y preguntaban “Mary, ¿nos puedes prestar tu canasta?”. De forma altruista los llevaba a cualquier explanada cercana para jugar con ellos y enseñarle la esencia de un juego que a día de hoy, y gracias a su influjo, esfuerzo y dedicación, ha logrado fabricar al equipo más exitoso en de la historia del netball en Malawi. En su caso, las dificultades económicas no suponen una traba a la hora de pulir el enorme talento que poseen sus paisanas. “Seguiría haciéndolo gratis”, asegura.

La falta de recursos, un lastre que frena el talento africano

Pese a la buena salud de la que gozan las ‘reinas’ de Malawi, no es oro todo lo que reluce en el continente africano. La escasez de recursos se ceba con una de las áreas más deprimidas del planeta. Porque si no hay dinero para garantizar unas condiciones de vida digna, tampoco las habrá para financiar el netball. Fue el caso de Tanzania, quien el pasado año dominó la Copa de Naciones disputada en Singapur. Un logro más que destacado como para figurar en el top-10 del ranking de no ser por la escasez de partidos disputados. Desde su triunfo, las ‘Taifa Queens’ no han podido volver a jugar debido a la falta de ayudas. Un parón que les costó el billete para ir a los Juegos de la Commonwealth. Caso más sangrante es de las chicas del combinado ugandés. Las ‘She-Cranes’ llevan sin disputar un partido fuera del continente africano desde 1979. Sin ir más lejos, el pasado mes de julio tuvieron que recorrer cerca de 2000 kilómetros en un destartalado y caluroso minibús para participar en la Copa Africana. Un evento en el que terminaron terceras, sólo por detrás de Malawi y Sudáfrica.

Pero incluso ante la desdicha y las calamidades a las que tienen que hacer frente, el continente negro no pierde la fe. Zimbabue dispone de una potente liga que está creando nuevos talentos a un ritmo vertiginoso. Zambia sigue demostrando una asombrosa mejoría en los últimos tiempos y gracias a la ayuda de la agencia UK Sports han conseguido poner en marcha a una liga joven. Por último, el pasado mes de abril, en Sudáfrica, número seis del ranking, se estrenó una liga semiprofesional con la participación de 10 equipos. Con el apoyo de una cadena de televisión encargada de retransmitir los partidos durante el fin de semana, la competición servirá para propulsar al netball a un escalón superior y para que “las mujeres sudafricanas tengan la oportunidad de participar en una liga profesional”, comentó el ministro de deportes sudafricano, Fikile Mbalula, en el acto de presentación del torneo.

El 21 de diciembre de 1891, en la tranquila localidad de Springfield (Massachussets), tuvo lugar un acontecimiento que cambiaría para siempre el destino del deporte. James Naismith, un profesor de la estricta YMCA, sentaba las líneas maestras del baloncesto. En su mente sobrevolaba la idea de amansar al rebelde y subversivo carácter de los chicos más complicados de la escuela. Aunque los primeros intentos supusieron un rotundo fracaso debido a la pila de chavales lastimados al término de los partidos, las probaturas acabaron dando su futo. Un cesto de melocotones, un palo y una pelota bastaron para que Naismith rellenara dos folios con las 13 reglas iniciales que empezarían a regir (más allá de las posteriores modificaciones) el deporte de la canasta. Reglas que aún se conservan y que en 2010 fueron subastadas por la nada desdeñable cifra de 4,3 millones de dólares.

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