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La lucha del rugby por evitar parecerse cada vez más al fútbol
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medidas para no caer en la futbolización

La lucha del rugby por evitar parecerse cada vez más al fútbol

Inglaterra, Nueva Zelanda y Gales implantan una regla para que los niños jueguen media parte para evitar que dejen el deporte. En España hay cosas que mejorar

Foto: Imagen de los Campeonatos de Rugby Base 2018 disputados en el Pepe Rojo de Valladolid. (Foto: JCR)
Imagen de los Campeonatos de Rugby Base 2018 disputados en el Pepe Rojo de Valladolid. (Foto: JCR)

El rugby se está futbolizando. Y eso no es una buena noticia. Pese a la explosión del deporte oval, lo que ha llevado a multiplicar la asistencia de niños a las escuelas y academias de los clubes de rugby, hay una peligrosa tendencia que está poniendo en peligro la permanencia de esos chicos en el rugby. El problema es algo que el deporte oval parece haber heredado del fútbol: el exitismo. Enseñar a ganar en lugar de apostar por jugar y divertirse.

Históricamente el rugby siempre ha sido un deporte en el que había cabida para todos los chicos, independientemente de su morfología. Da igual si eres grande, pequeño, alto, bajo lento, rápido, gordo o delgado. Todos tienen un hueco en el equipo de rugby por las diferentes necesidades de los jugadores del equipo. En España, donde las escuelas y las canteras de los clubes viven el mejor momento de su historia, hay muchos niños que llegan rebotados del fútbol. Normalmente llegan al rugby por un amigo y se quedan por los padres.

Los chicos descubren un deporte en el que tienen hueco para jugar siempre, hacen amigos en su equipo y en los rivales y además se les educa en unos valores que luego pueden aplicar en su día a día. Llegan para probar porque algún amigo les ha dicho que juega y se lo pasa bien, y cuando los padres acuden a verles, descubren un ambiente cordial, sin crispaciones, en los que el árbitro es un educador y la relación con los rivales, incluidos los padres, es amable. No hay gritos en las gradas ni exabruptos. Y cuando se producen, en la mayoría de los casos los mismos padres llaman al orden a esas personas.

placeholder En España, el elemento competitivo no entra hasta los 12 años. (Foto: JCR)
En España, el elemento competitivo no entra hasta los 12 años. (Foto: JCR)

Pero de un tiempo a esta parte parece que el gen futbolero ha irrumpido con fuerza. Parece que lo importante ya no es que el niño juegue, aprenda y disfrute. Ahora comienza a imponerse una inoportuna deriva que prioriza el valor del resultado. Ganar. En Inglaterra, donde hay más de un millón de jugadores, han detectado que cada año un flujo de 10.000 jugadores abandona el rugby. Y lo hacen porque no disponen de minutos y terminan por aburrirse, frustrarse e irse. Y eso ha hecho saltar las alarmas.

Ante tal panorama, la Rugby Football Union va a imponer una regla que fomenta la participación y el reparto de minutos en los equipos. Una regla que obliga a que cada rugbier juegue al menos una parte de un partido. Lo que garantiza que participen, como mínimo, igual que muchos de sus compañeros. La regla, que se había probado de forma experimental, se impondría con carácter obligatorio. Los jugadores de todas las categorías entre 6 y 18 años tendrán la garantía de jugar al menos medio partido.

No se trata de una iniciativa nueva. Ya se ha puesto a prueba en Nueva Zelanda y también fue adoptada por la Welsh Rugby Union. Y las conclusiones que se extraen de la investigación realizada por la Universidad de Essex en los lugares donde se ha probado demuestra que los jugadores que juegan medio partido, además de tener seis veces más probabilidades de disfrutar jugando al rugby, no abandonan la práctica del deporte oval.

Foto: Los jugadores del Sanitas Alcobendas celebran el título de Copa. (EFE)

El sistema 'banquillo caliente'

Esta es la última medida que se ha propuesto para priorizar la participación sobre el resultado, pero históricamente son muchos los métodos que se utilizan en el rugby para que los chicos disfruten jugando y ninguno se quede sin minutos. En el Club Manuel Belgrano, que milita actualmente en el Torneo Primera B de la URBA, la tercera división del sistema de la liga Unión de Rugby de Buenos Aires, llevan muchos años apostando por un peculiar sistema para asegurar el justo reparto de minutos.

Se trata de 'del banquillo caliente'. El entrenador elige un equipo que salta al campo y sienta a todos los suplentes en el banquillo. Periódicamente realiza un cambio de forma que salta al campo el primero del banquillo y el que sale del campo se sienta el último. Así los turnos van corriendo y todos juegan con este sistema tan peculiar como equitativo.

El rugby español ha apostado por un sistema gradual, trabajando en las primeras categorías (sub-6, sub-8 y sub-10), más el factor formativo y no introduciendo el elemento competitivo hasta el sub-12. A partir de ahí comienzan a producirse clasificaciones, ránkings y el valor de resultado comienza a tomar protagonismo. Hay un par de puntos que se pueden corregir, a juicio de quien esto escribe. El primero son las convocatorias, ya que en ocasiones hay clubes que tienen más niños de los permitidos y tienen que dejar en la grada a chavales, lo que no tiene ningún sentido. La otra es la disputa de los Campeonatos de España en todas las categorías, lo que ha ofrecido algunos espectáculos poco edificantes precisamente por la lucha por conquistar esos títulos en categorías en las que deberíamos estar más preocupados por la cantidad de participantes más que por la competitividad de los mismos.

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En Nueva Zelanda no hay competiciones nacionales hasta los 15 años. (Reuters)

Sin campeonatos hasta los 15 años

En Nueva Zelanda, por ejemplo, no se disputan títulos nacionales de clubes hasta los 15 años, y es en esos tres años, los que van de los 15 a los 18, donde los chicos adquieren las destrezas competitivas, siendo las anteriores etapas utilizadas para los trabajos de formación y, sobre todo, para fomentar el juego y la convivencia con los amigos. Los kiwis además toman otra medida muy significativa que explica su apuesta por la excelencia de los jugadores en sus fundamentos o 'skills'. Cuando aparece un niño muy superior físicamente a sus compañeros de generación, lo 'ascienden' a jugar con los chicos de su altura y peso, lo que termina obligando a los jugadores a trabajar sus destrezas técnicas porque físicamente juegan en las mismas condiciones.

El rugby vive un momento dulce, pero debe cuidar a sus niños. Debe seguir siendo un deporte que forme mejores personas antes que a grandes jugadores. Los talentos llegarán, pero el rugby no debe caer en el exitismo que en el fútbol sigue provocando el exilio de miles de niños a otros deportes cada año al ser rechazados por su inferioridad física o técnica. Inglaterra han iniciado la cruzada, como antes lo hicieron Nueva Zelanda y Gales. España goza de una magnífica salud, sobre todo tras la irrupción del rugby en los colegios hace unos meses. Pero debe cuidar con extremo cuidado que las categorías inferiores no se contagien de ese resultadismo que termina por expulsar a los chicos del deporte.

El rugby se está futbolizando. Y eso no es una buena noticia. Pese a la explosión del deporte oval, lo que ha llevado a multiplicar la asistencia de niños a las escuelas y academias de los clubes de rugby, hay una peligrosa tendencia que está poniendo en peligro la permanencia de esos chicos en el rugby. El problema es algo que el deporte oval parece haber heredado del fútbol: el exitismo. Enseñar a ganar en lugar de apostar por jugar y divertirse.

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