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Bárbara Pla: "Pasé más de la mitad de mi carrera en el rugby luchando por nuestros derechos"
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ENTREVISTA A LA EXJUGADORA

Bárbara Pla: "Pasé más de la mitad de mi carrera en el rugby luchando por nuestros derechos"

En su último partido, salió del campo a hombros de sus compañeras, alzando una copa con sus manos y con una indisimulada sonrisa de satisfacción por haber cumplido su deber

Foto: Bárbara Plá, en pleno partido con España. (Federación Española de Rugby)
Bárbara Plá, en pleno partido con España. (Federación Española de Rugby)

Hay una fotografía de Bárbara Pla Vegué (San Cugat, Barcelona, 1983) nada más concluir hace un mes su último partido en el campo de Fadura con el Getxo Rugby Taldea que, como diría el futbolista del Manchester City Jack Grealish, debería estar colgada en el museo del Louvre. Salió del campo a hombros de sus compañeras, alzando una copa con sus manos y con una indisimulada sonrisa de satisfacción por el deber cumplido durante más de dos décadas en la élite del rugby. Era su forma de decir hasta siempre a un deporte que solo miraba de perfil hasta llegar a la universidad. Hasta entonces, por su cabeza solo pasaba la idea de ser futbolista profesional. "Por suerte descubrí el rugby a tiempo", explica a El Confidencial. Lo de su futuro está por resolver. Ahora, al echar la vista atrás, no se arrepiente de haber cambiado hace 21 años el balón redondo por el ovalado. "El rugby me ha formado como persona, me ha dado una familia, amigos y tantas otras cosas, que siempre le estaré superagradecida".

Con la decisión ya tomada en firme, la catalana admite sentir cierto "vértigo" a lo que la vida le pueda deparar a nivel profesional. Ahora toca preguntase quién es y hacia dónde debe dirigir sus pasos. "Todo esto hay que pensarlo muy bien y no sé cuánto tiempo me va a llevar, pero espero que sea poco". Es licenciada en INEF y tiene un máster en alto rendimiento. Aun así, desconoce si se va a dedicar a esta última actividad que plantea algunos problemas, ya que, en su opinión, "está un poco limitada a las mujeres". Tampoco es que esté bien remunerada, y para colmo, "cuando te metes de lleno, la actividad te absorbe". Y es que eso supondría volver de nuevo a un sinfín de viajes con largas estancias fuera de casa. En definitiva, tendría que volver a renunciar a su vida personal "que eso es algo que ya hecho durante muchos años y ahora ya no lo quiero seguir haciendo".

Tras su despedida, los recuerdos se amontonan. Ahora bien, no todos se los podrá llevar a casa. Una pena que ni tan siquiera haya podido conservar la camiseta ni los pantalones que lució en su último partido que sirvió al Getxo para retornar a División de Honor. "Es que son nuevas de esta misma temporada, han costado un montón y ahí se van a quedar, en el club", afirma sin la más mínima queja. No le da excesiva importancia al tema. Al contrario. Es de las que defiende con uñas y dientes que la camiseta, con su número correspondiente, pertenece al club y solo al club. "Me gusta pensar que estás para servir a tu equipo y que lo importante no son los jugadores ni que lleven su nombre en la camiseta, sino el proyecto".

A punto de cumplir 41 años el próximo 17 de julio, Bárbara Pla mantiene todavía intactas sus creencias en los valores del rugby añejo que le inculcaron cuando ingresó en el equipo del INEFC de Barcelona. La perspectiva de sus experiencias vividas durante años le hace definirse como una "privilegiada" por haber estado tantos años en la elite, y por haber podido vivir del rugby, mientras que otras compañeras tuvieron que compaginarlo con otros trabajos. Eso sí, el tiempo pasa para todos por igual. "A partir de ahora, a nivel deportivo, ya no tendré objetivos por los que luchar, así que me buscaré otros". Se refiere, sin duda, al de ver crecer día a día a sus dos hijo -Ona, de seis años, y Nil de cuatro- que tiene con su pareja, la también exjugadora internacional getxotarra Isabel Rodríguez Bergaretxe.

placeholder Bárbara Pla esconde el balón ante una rival. (RFER)
Bárbara Pla esconde el balón ante una rival. (RFER)

Las reivindicaciones de Plá

Pasar página de la noche a la mañana no es tarea fácil. Tampoco es su intención. Eso sí, trata de dejar todo lo malo en un segundo plano para quedarse con lo bueno, aunque no siempre es posible hacerlo. De hecho, todavía muestra cierto resquemor por cómo le trataron los antiguos dirigentes de la federación "al punto de que su actitud llegó a condicionar mi juego". Tan es así, que llegó a abandonar la práctica del rugby durante un tiempo. Su hermana Julia corrió la misma suerte y, sin embargo, optó por mandarlo todo a freír espárragos. "Me dio mucha pena porque estoy convencida de que, si hubiera seguido, podría haber estado con nosotros en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro". Ese "nosotros" alude a la figura de su hermano Pol, que estuvo también presente junto a ella en la cita olímpica, y que pasa por ser uno de los mejores jugadores españoles de rugby seven.

Las quejas de Bárbara Pla se refieren a una época "que recuerdo con mucho dolor" en la que las chicas iban menos días concentradas que los chicos, en las que no se planeaban proyectos a corto y medio plazo, ni se marcaban objetivos. Todo cambió con la llegada al seven de Tiki Inchausti y José Antonio Barrio. "Fueron los primeros en tratarnos de igual a igual que a los chicos", espeta. Pese a todo, la historia dice que el rugby español siempre acaba remando a contracorriente. Había un proyecto "ambicioso" pero, al mismo tiempo, "muy sacrificado". La gente creyó que ganar en 2010 el europeo de seven en Moscú fue algo "fácil" y, según relata la exinternacional catalana, "no todas las jugadoras supieron aguantar la presión". Total, que cesaron a los técnicos y vuelta a las catacumbas. "De llegar y ganar finales, con la elección en julio de 2012 del nuevo presidente de la Federación, perdimos a nivel internacional el estatus que habíamos conseguido a base de tantos esfuerzos".

Los detalles que relata para denunciar la discriminación que padecieron durante años las mujeres en el mundo del rugby serían irrisorios si no fueran por su gravedad. "Cuando empecé heredábamos las camisetas que nos dejaban los jugadores del primer equipo, que eran viejas y nos quedaban muy grandes, y a ellos les compraban las nuevas". Este tipo de afrentas no solo le ocurrieron en sus inicios. Pasados unos años, nadie las ha corregido del todo. "La temporada pasada nosotras teníamos menos horas para usar el campo principal que el equipo masculino". Todo esto a nivel de club, porque en la selección también pintaban bastos. Hay varios ejemplos. Uno de ellos fue a raíz de una propuesta federativa relativa a los gastos de jugadores y jugadoras durante una concentración. Se habló de 1.000 euros mensuales a los chicos y justo la mitad para las chicas. La cosa no cuajó por las protestas de las jugadoras, "pero la propuesta estuvo encima de la mesa".

placeholder Bárbara Plá escapa de una rival. (Federación Española de Rugby)
Bárbara Plá escapa de una rival. (Federación Española de Rugby)

Un trato muy dispar

En caso de desplazamientos, también existía un trato diferente. No en el caso de las World Series, cuyos gastos corren en su totalidad a cargo de los organizadores, pero sí en viajes largos como a Australia o Nueva Zelanda con la selección. "Los chicos iban a esos países con una diferencia horaria de 12 horas con bastantes más días de antelación que nosotras y, claro, cuando empezabas a adaptarte era justo cuanto tenías que regresar". Bárbara rechaza de plano que ese trato desigual obedeciera a cierta autocomplacencia o timidez. "Para nada, porque pasé más de la mitad de mi carrera luchando por nuestros derechos y tal vez el error haya sido no haber hecho públicos nuestros problemas o no haberlo hecho de la manera adecuada". En cualquier caso, como ella misma admite, "la repercusión mediática que tiene ahora el deporte femenino no la tenía entonces".

Su vida de constantes viajes empezó a cambiar a raíz del nacimiento de Ona. De repente, le daba más pereza el trajín hacer y deshacer maletas. "Se me hacía muy duro", confiesa la catalana afincada ya hace muchos años en Getxo "por amor". Y eso que sus entrenadores se portaron bastante bien con ella. Negoció incorporarse a las concentraciones algo más tarde que sus compañeras y, cuando lo hacían en Madrid, Isabel se cercaba con la niña "porque procurábamos que no pasase demasiado tiempo sin estar las tres juntas". Al nacer Nil cobró más fuerza la idea de echar el freno de mano a su vida deportiva. "Ya vi que no me compensaba estar tanto tiempo fuera de casa", admite después de vivir la experiencia que le supuso estar alejada muchos días de Ona. "A lo mejor si hubiera podido llevar la familia conmigo hubiese sido diferente", añade.

De vez en cuando, Ona y Nil van a Fadura a dar patadas al balón o a hacer algún placaje en compañía de sus madres. "Es que a Isa y a mí ese campo nos evoca muchas cosas de algo que nos ha gustado tanto…", asevera. Pese a todo, no tratan de contagiar a sus hijos su pasión por el rugby como si fuera una obligación. "Ahí vamos metiéndoles poco a poco". Bárbara Plá comenta que le gusta que sus hijos hagan deporte y que jueguen cada día a lo que realmente les gusta. "Si se acercan al rugby, perfecto, y si no, también".

Foto: Algunos participantes en el evento, junto a Marlaska. (Inés Morencia)

Los enfrentamientos con rivales

Tal vez cuando sean más mayores les cuente sus historias de los terceros tiempos. Ella no era "muy fiestera" porque era "demasiado responsable", al punto de irse siempre pronto a dormir, algo de lo que ahora parece un tanto arrepentida. Si se atreve a romper la omertá que impera en esas celebraciones donde la cerveza adquiere un especial protagonismo, a lo mejor les cuenta la ruidosa noche que pasaron los chicos y chicas de la selección en un hotel de Bucarest "en la que la gente se desfasó demasiado". Seguro que también prestarán atención a sus batallas de algunos partidos cuando tenían que enfrentarse a la neozelandesa Portia Woodman- Wickliffe "que era una animal y tenías que ser valiente para ponerte delante de ella".

No se olvidará tampoco de hablarles de la afición que tuvo de adolescente por el fútbol y que parece aparcada definitivamente. Ya no sigue tan de cerca toda la actualidad que rodea a ese mundo. "No me gusta la dimensión que está cogiendo el tema", se lamenta. La catalana opina que todo se ha convertido en un negocio, cuando desde su punto de vista, el deporte se debe limitar a ser una herramienta capaz de transmitir valores. De ahí que solo le interese la parte del fútbol que está más alejada de lo crematístico. "Una persona, para ser feliz, no necesita cobrar las cantidades de dinero que aparecen en los medios de comunicación y es que, además, los que manejan los hilos se aprovechan del fenómeno fan, y eso no es bueno ni para el deporte ni para quienes lo practican".

Hay una fotografía de Bárbara Pla Vegué (San Cugat, Barcelona, 1983) nada más concluir hace un mes su último partido en el campo de Fadura con el Getxo Rugby Taldea que, como diría el futbolista del Manchester City Jack Grealish, debería estar colgada en el museo del Louvre. Salió del campo a hombros de sus compañeras, alzando una copa con sus manos y con una indisimulada sonrisa de satisfacción por el deber cumplido durante más de dos décadas en la élite del rugby. Era su forma de decir hasta siempre a un deporte que solo miraba de perfil hasta llegar a la universidad. Hasta entonces, por su cabeza solo pasaba la idea de ser futbolista profesional. "Por suerte descubrí el rugby a tiempo", explica a El Confidencial. Lo de su futuro está por resolver. Ahora, al echar la vista atrás, no se arrepiente de haber cambiado hace 21 años el balón redondo por el ovalado. "El rugby me ha formado como persona, me ha dado una familia, amigos y tantas otras cosas, que siempre le estaré superagradecida".

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