Federer encuentra vida en el último tropiezo de Djokovic

Con permiso del propio Roger y de Rafa Nadal, este domingo el tenis volvió a disfrutar con su clásico por excelencia. Bien es cierto que el suizo y el mallorquín es la batalla más veces repetida, pero cuando en un lado de la red está Federer y en el otro Djokovic el deporte de la raqueta adquiere otra dimensión. Extrapolado al fútbol, Real Madrid y Barcelona podrán enfrentarse a otros rivales en innumerables ocasiones… pero un Clásico siempre tiene un aura especial. Eso es lo que se vivió este domingo en Cincinnati, territorio en el que bien se podría hablar suizo: Roger Federer ya ha levantado el título en siete ocasiones. El de ayer no es un trofeo más. Es el que rompió el sueño dorado de un Djokovic que tropezó por tercera vez dentro de su excelsa temporada. Y de la flaqueza del serbio, sacó vida el suizo y aprovechó para romper su empate a victorias: 21-20.

En hora y media, Novak Djokovic vio como su objetivo saltaba por los aires. Roger Federer lo hizo añicos. Llegaba el serbio arrastrando dudas, apenas dos semanas pasadas después de hincar la rodilla ante Andy Murray en la final de Montreal. Aquella derrota dolió, pero, quizás, no tuvo la amargura de la protagonizada este domingo. La razón es simple: en la particular lista de Djokovic, el Masters 1.000 de Canadá está tachado. El serbio sabe qué es ganar allí, pero no conoce el triunfo en Cincinnati por increíble que parezca. Es más, se trata del único título que no figura en su palmarés. “Voy a tener que esperar a que Federer se retire para ganar este torneo”, confesaba después de la final.

La cita está en su lista de pendientes grabada a fuego porque de haber levantado el título, se habría convertido en el primer tenista que se llevase el 'Career Golden Masters'. O lo que es lo mismo: ganar los nueve Masters 1.000 que existen en el circuito. Es el mejor situado para conseguirlo puesto que a Federer le queda por conquistar Montecarlo y Roma mientras que a Nadal se le resiste París y Miami. Tampoco pudo Djokovic convertirse en el tenista que haya dominado a todos sus rivales en los 'Grand Slam' del calendario: su primer tropiezo de la temporada llegó en Roland Garros, la arcilla francesa está maldita para el serbio. El segundo lo vivó hace dos semanas. El tercero llegó ayer.

Estos tres borrones no deberían empañar la que está siendo la mejor temporada firmada por un tenista en la historia del deporte. Y es que cuando Djokovic baja el nivel significa que pierde finales. A Cincinnati llegó con la fuerza justa y pareció que cada contienda era un calvario para el serbio. Su flaqueza ha sido aprovechada por su último rival. De ella, Federer ha sacado provecho empleándola como su propio elixir de la inmortalidad porque esta temporada el suizo vive una segunda juventud. Con la felicidad propia del 'rookie' que acaba de debutar en el circuito profesional, la versión más rejuvenecida de Federer trae consigo un juego que es difícil mejorar y que ha mejorado incluyendo un resto a mitad de pista que provoca una sangría en sus rivales.

El Roger Federer que se pasea por las pistas deja una estela de alegría, viveza y valor que recuerda al suizo de otros tiempos. Después de haber sufrido tres derrotas frente a Djokovic, el jugador de Basilea cambió el rumbo en Cincinnati. El de este domingo no es un triunfo más: se trata de su quinto título de la temporada teniendo en cuenta que, por ejemplo, Rafa Nadal sólo ha levantado tres trofeos. El español ya siente el aliento del suizo puesto que Cincinnati supone su 24º Masters 1.000 y se sitúa a uno de Djokovic y a tres del mallorquín. A sus 34 años, Federer se antoja inmune al paso del tiempo; tanto que su quinto título del año le vuelve a situar segundo en la clasificación ATP desbancando a Andy Murray. Ni su famosa estatua de cera situada en Sichuan (China) podría amargar el momento más dulce de Federer.