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Ernest Gulbis, el pobre niño rico se ha vuelto 'zen' pero no quiere dejar el tenis
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Ernest Gulbis, el pobre niño rico se ha vuelto 'zen' pero no quiere dejar el tenis

Con 19 años parecía que se iba a comer el mundo. Marcado por su origen millonario, nunca colmó las expectativas. Vaga por el número 230 del mundo, pero aún mantiene la fe en su juego

Foto: Ernest Gulbis, en Roland Garros 2017. (AFP)
Ernest Gulbis, en Roland Garros 2017. (AFP)

Hay un lugar en la periferia del tenis, más allá del 200 del mundo, en el que los nombres son desconocidos. Tiene que ser así, en esas posiciones se arrumban los jovencitos que aún no han tenido oportunidad de demostrar nada en su carrera, como puede ser el caso de Jaume Antoni Munar, y un sinfín de jugadores de cierta edad que sin duda lo intentaron, pero se quedaron muy lejos de conseguirlo. La élite no está hecha para todos. En ese contexto, en el número 230 según la lista, aparece Ernest Gulbis.

El nombre suena, porque fue famoso. Si se mira su ficha se ve que tiene ya 28 años, una edad en la que alguien con buen juego no debería de estar en el averno del tenis. Y, sin embargo, ahí anda, lejos de cualquier foco mediático, lejos de jugar al nivel que un día tuvo. Llegó a ser top-10, ganó a Roger Federer, era la apuesta más segura de la siguiente generación de grandes tenistas. Y todo eso se marchó con tanta facilidad como llegó.

Gulbis tenía una derecha colosal, un saque de estrella y la cabeza perdida. No son pocos los tenistas que se perdieron por el camino incapaces de conducir su talento por la carretera correcta, pero en el caso del letón todo fue más espectacular, tanto su repentino ascenso como su abrupta caída. Por él, que era carismático. También porque es millonario. Lo era sin necesidad de tocar una raqueta.

Ainars Gulbis es un banquero de inversión que hizo fortuna tras la caída de la Unión Soviética. Como tantos otros, aquello le sirvió para ser millonario. No un poco rico, no hablamos de eso, sus movimientos en los 90 le dieron para ser el hombre con más dinero de su país, también para tener caprichos muy lejanos para el vulgo, como un avión privado. Porque eso fue una de las primeras cosas que el mundo supo de Ernest, que era un chico con buena mano para el deporte y que le verían llegar a los torneos en su propio jet, que para eso lo tenía.

Como carta de presentación no es coja. En realidad en el tenis los deportistas suelen tener una infancia un poco más acomodada que en otros deportes, la historias de los jugadores top no suelen incluir infancias difíciles y estrecheces. Pero lo de Gulbis, no cabe duda, era otro nivel. Él era el rico muy rico a quien su padre, al ver que era hiperactivo, puso una raqueta en su mano para que se desfogase.

La familia tenía dinero a espuertas, pero no se queda ahí, Ainars es un gran benefactor de las artes, quizá porque está casado con una actriz y es parte de una familia de artistas. Un ambiente intelectual que llevó a la familia a llamar al tenista Ernest por Hemingway. Sí, sin duda se sale de lo común.

El niño de todo esto salió muy buen tenista, alto, con percha. También salió un bocazas. Y un jugador con muy poca capacidad de sacrificio. Sería fácil, es fácil de hecho, conectar ambos hechos. El niño rico no quiere entrenarse, solo está para vivir bien y salir de vez en cuando a la cancha. Esa idea le acompañará siempre, también porque él no hizo mucho por negarla.

"Me lo paso bien saliendo por la noche"

"Me lo paso bien saliendo por la noche, no puedo estar pensando siempre en el tenis", comentaba en los días de vino y rosas. De mucho vino, por lo que se ve, porque Gulbis también ha sido conocido por su amor por apurar las discotecas de todo el mundo. Aquellas correrías le llevaron, en una de esas muchas vueltas, a un calabozo en Estocolmo por contratar una prostituta, algo prohibido en Suecia.

No son solo sus correrías fuera de la pista. Gulbis se hizo célebre por romper raquetas en todos y cada uno de sus partidos, algo que en el tenis profesional está marcado como uno de los comportamientos más deshonrosos que puede tener un tenista. Claro que, en comparación con unas desafortunadísimas declaraciones en las que decían que este deporte no era apto para mujeres, lo de maltratar la herramienta de trabajo parece lo de menos.

Con todo esto, cuando era preguntado solía responder que su objetivo era ser número 1 del mundo, algo bastante incongruente con su modo de vida. "No me gusta volar, viajar y pasar mucho tiempo en la cancha entrenando". No le gusta, en definitiva, todo aquello que es una condición indispensable para algún día llegar a ser el mejor.

Es cierto que el tiempo, que es implacable, le ha hecho ver que su carrera no iba a ser siempre tan sencilla como su vida. Que sin poner los medios necesarios no iba a llegar a lo que pedían sus palabras. Ahora, también lastrado por las lesiones, cuando habla dice cosas más cercanas a lo que es su periplo como tenista. "Siempre pensé que todo me vendría fácil, sin esforzarme. Con el tiempo me di cuenta que no es así", comentaba hace unos años. Aunque no lo suficientemente importante, por lo que se ve, para que se centrase del todo.

Resulta curioso, de todos modos, que siga jugando al tenis. Bien podría haberlo dejado, hastiado. Esta temporada solo ha conseguido ganar un partido, al ucraniano Stakhovsky, otro bala perdida. Estos días trataba de explicarlo y es que, con todo su bagaje, Gulbis aún tiene fe. "Tan pronto como entienda que ya no puedo ganar nada haciendo esto, entonces seré el primero en dejar de hacerlo. No estoy haciendo esto para ganar dinero o popularidad. Sé que ahora mismo esto me hace un hombre mejor, jugar al tenis y superar estas situaciones tan complicadas. El tenis es un instrumento, cuando vea que no me ayuda más para convertirse en un hombre mejor, entonces pararé".

Y es que en tiempos recientes ha decidido, en la línea de Djokovic, abrazar un discurso algo etéreo en el que habla de la realización personal y la importancia del amor. "Lo más importante para un hombre o una mujer es encontrar el verdadero amor, un socio para compartir el resto de tu vida. El matrimonio está más allá de cualquier cosa. Ahora mismo estoy muy feliz, muy en paz conmigo mismo".

Igual el físico se alinea de nuevo y él recuerda que, una vez, en su día, fue un gran jugador de tenis. Igual se le marcha la tontería, que la hubo y mucha, y empieza a remontar posiciones en el ránking. Quizá vuelve al sitio al que por tenis pertenecía. La edad, en su caso, no debería ser una losa tan pesada. Pero claro, es difícil. No va a dejar de ser de un día para otro Ernest Gulbis, el pobre niño rico.

Hay un lugar en la periferia del tenis, más allá del 200 del mundo, en el que los nombres son desconocidos. Tiene que ser así, en esas posiciones se arrumban los jovencitos que aún no han tenido oportunidad de demostrar nada en su carrera, como puede ser el caso de Jaume Antoni Munar, y un sinfín de jugadores de cierta edad que sin duda lo intentaron, pero se quedaron muy lejos de conseguirlo. La élite no está hecha para todos. En ese contexto, en el número 230 según la lista, aparece Ernest Gulbis.

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