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"Ahora me voy a desayunar". Los palos de Garbiñe Muguruza de madrugada
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Bacsinskyi SERÁ SU rival en tercera ronda

"Ahora me voy a desayunar". Los palos de Garbiñe Muguruza de madrugada

Garbiñe Muguruza ganó en tres sets a la muy peligrosa Johanna Konta en un partido que terminó más allá de las tres de la mañana de Australia. "Me voy a desayunar", bromeó después

Foto: Garbiñe Muguruza, en su victoria conta Konta. (EFE)
Garbiñe Muguruza, en su victoria conta Konta. (EFE)

Los pocos que aguantan en la grada han demostrado ya su resistencia. Serían el orgullo de esas aficiones que no entienden que los hinchas se vayan cinco minutos antes de que pite el árbitro. Algo más incluso, los ídolos más absolutos de aquellos que creen que desvivirse por el deporte no tiene límite. Son solo unas decenas, pero ya parecen demasiados. Las 3.15 de la mañana en Melbourne y en la pista siguen Johanna Konta y Garbiñe Muguruza dando palos y palos por encima de la red. El partido se ha marchado al tercer set, pero su horario fue un despropósito desde antes de que empezase. A la española le fue bien la anomalía, se impuso 7-5 en el tercer set, rompiendo el saque de su rival en el último juego. Sí, en ese momento en el que ya toda Australia dormía.

"Ahora me voy a desayunar", bromeaba Muguruza en una mezcla extraña de alegría, cansancio y sorpresa por lo inaudito de lo que allí estaba sucediendo. "No me puedo creer que haya gente todavía aquí", decía al coger el micrófono Garbiñe. Y cómo no, sabe que le queda pasar por el fisio y atender a la prensa y demás compromisas ineludibles después de un partido ganado. Trasnochar hasta el máximo, algo que de algún modo es aceptable porque el día intermedio lo puede pasar durmiendo. No hay partido de tercera ronda para Muguruza hasta la siguiente jornada.

Foto: Garbiñe, en sus vacaciones en Mauricio.

"He tenido que luchar, porque la gente estaba mirando, por eso estábamos aquí", añadía Garbiñe. Es, sin duda, uno de los partidos con menos afluencia en las gradas que tendrá esta temporada. Es una gran estrella, suele jugar en las pistas centrales y eso supone, al menos, centenares de personas mirando. Que no era el caso, por supuesto, solo los muy aficionados, o los que valoran mucho el precio pagado por la entrada, se mantenían allí en la madrugada viendo una pelea que, eso sí, fue de altísimo nivel.

No es una victoria más. Más allá de lo anecdótico de jugar a esas horas, incluso tuvo que cambiar de cancha para que empezase el partido porque el de Zverev, cómo no, se estaba extendiendo de más, pero eso no es lo importante. La clave es que ganó, que lo hizo contra una jugadora de mucho nivel y que ya son dos partidos seguidos los que vence Garbiñe. Y todo eso, dicho así, parece muy poco, pero en su caso puede resultar muchísimo.

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Tennis - Australian Open - Second Round - Melbourne Park, Melbourne, Australia, January 18, 2019. The clock shows the time during the latest starting match of Australian Open history between Spain's Garbine Muguruza and Britain's Johanna Konta. REUTE

Dejar de ser una jugadora vulgar

Porque Muguruza necesitaba, y todavía necesita, mucha confianza. Lleva meses pareciendo una jugadora vulgar, y eso es algo muy duro para alguien con tantísimo talento. A su alrededor siempre hay un bisbiseo, con voces que señalan a una jugadora menor, perdida, algo desquiciada. Dicen siempre que es una pena y le ponen en un cajón que no le pertenece, o al menos no del todo, de aquellos que se perdieron por el camino. Si mañana Garbiñe se levanta y dice "ahí os quedáis, yo ya no juego más", se estaría retirando una campeona de Wimbledon y Roland Garros. Es decir, ya no se malogra, el camino recorrido es notable, ocurra lo que ocurra.

Y, asumido esto, sería una pena que se quedase solo ahí. Porque los puntos en los que juega bien es una delicia, dominadora, entrando paso a paso en la pista y dirigiendo a su rival de izquierda a derecha, sin detenerse un segundo, agotando a Konta o a la que se ponga por delante. En un periodo de indefinición, porque Serena Williams tiene que volver a su dominio, hay espacio para que otras jugadoras conformen carreras notables. De todas las demás, Muguruza no tiene por qué envidiar a nadie, sus golpes son contundentes, su movilidad suficiente. Lo de la cabeza... bien, sí, eso también está ahí.

Foto: Garbiñe Muguruza, en el pasado Roland Garros. (EFE)

Es innegable que con Muguruza ha habido problemas de concentración. Han sido recurrentes en su carrera y especialmente crudos la pasada temporada. En los meses finales se la vio incluso a gritos con su entrenador en la cancha, en una de esas imágenes que son inaceptables para una jugadora. No por lo visto, que tampoco es muy edificante, sino por la sensación de que ha entrado en una espiral que solo le trae penurias.

La victoria contra Konta, buena jugadora, es pasar la segunda ronda y en el caso de Muguruza eso es un salto gigante. No es que le cueste más ganar ahora que al final, porque en el tenis siempre los rivales son más duros a medida que pasan los días, pero entre las tenistas actuales, Garbiñe es la que más problemas tiene para resolver las rondas iniciales. A veces no se concentra, otras pierde el norte y empieza a tirar bolas fuera. Si ha conseguido, como parece, ordenar su tenis, todas sus rivales marcarán en rojo el nombre de Garbiñe. Peligro, vienen curvas. Ahí llega una campeona.

Los pocos que aguantan en la grada han demostrado ya su resistencia. Serían el orgullo de esas aficiones que no entienden que los hinchas se vayan cinco minutos antes de que pite el árbitro. Algo más incluso, los ídolos más absolutos de aquellos que creen que desvivirse por el deporte no tiene límite. Son solo unas decenas, pero ya parecen demasiados. Las 3.15 de la mañana en Melbourne y en la pista siguen Johanna Konta y Garbiñe Muguruza dando palos y palos por encima de la red. El partido se ha marchado al tercer set, pero su horario fue un despropósito desde antes de que empezase. A la española le fue bien la anomalía, se impuso 7-5 en el tercer set, rompiendo el saque de su rival en el último juego. Sí, en ese momento en el que ya toda Australia dormía.

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