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Los cinco motivos por los que este es el mejor Rafa Nadal de siempre
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Los cinco motivos por los que este es el mejor Rafa Nadal de siempre

Rafa Nadal ha vuelto a morder un trofeo, en este caso el del Masters 1000 de Montreal después de vencer en la final, este domingo, al ruso Daniil Medvedev en dos sets

Foto: Rafa Nadal durante la final de este domingo en Montreal. (EFE)
Rafa Nadal durante la final de este domingo en Montreal. (EFE)

Rafael Nadal levantó en el Masters 1000 de Montreal mucho más que su título número 83 ante el joven Daniil Medvedev (ganó la final por 6-3 y 6-0). El español, que afronta un tramo imperdible de su carrera a los 33 años, sigue remarcando una capacidad de evolución innata en el circuito ATP. Con un palmarés que podría satisfacer a cualquiera, el balear ha vuelto a demostrar que su juego tiene una madurez cada vez más asentada. Para un jugador de irrupción prematura en el circuito, sin dudas el más precoz de toda la élite actual, su potencial en la veteranía remarca una ambición privilegiada.

¿Estamos ante el Nadal más formidable de siempre? Analizamos varios puntos del brillo del español.

Un revés inaudito

La evolución de Nadal no se entiende sin el fortalecimiento de un golpe estupendo: su revés a dos manos. El mallorquín ha hecho historia con su particular impacto de derecha, una rareza técnica cuya curva ha dejado sin respuesta a los rivales durante años. A la sombra de ese imponente tiro, sin lugar a dudas el más terminal de todo el amplio repertorio, se ha ido desarrollando un sostén fundamental en el tramo actual de su carrera.

El flanco de revés de Nadal ha pasado a ser un pilar maestro para seguir optando a todo. Con unos apoyos al alcance de muy pocos, el español ha sabido fortalecerse en el punto donde más le podían buscar las grietas: las carreras hacia el área derecha de la pista. Si las piernas de antaño le permitían rodear el golpe de revés para conectar la derecha invertida, una virtud privilegiada para golpear con su tiro favorito, la madurez ha traído una versión más práctica sobre la pista. Con unos objetivos claros: menor desgaste y mayor agresividad.

Un jugador mucho más consciente en lo posicional, Nadal está haciendo del revés un golpe temible. Pocos jugadores muestran la fortaleza de tronco del español para abrir el abanico de ángulos, conectando uno de los tiros cruzados más duros de todo el vestuario. Si antes era un jugador con un flanco imposible de dominar, ahora es un jugador imponente desde ambas alas.

El juego más directo de siempre

El gran partido de la rivalidad sirve como ejemplo de oro. En el duelo de semifinales de Wimbledon ante Roger Federer, celebrado el pasado mes de julio, Nadal ganó 117 puntos. De ellos, más de 80 murieron en las manos del español antes del quinto impacto. Es una cifra impensable años atrás para el maestro de la táctica tras la línea.

La evolución marca el camino de los grandes y Nadal se ha adaptado como pocos al paso del tiempo. La realidad le pide una propuesta más directa y el español se ha despojado de todo complejo para seguir optando a la victoria. Incluso ante su mayor rival y sobre la superficie más esquiva de todas. “Esto ha cambiado”, resumió el español en Londres, dejando bien claro que el guion hacia el triunfo hace tiempo que varió de plano.

Una regularidad nunca vista

Para un jugador con una carrera histórica, repleta de cifras al alcance de muy pocos, la capacidad de superación es cada vez más pequeña. Con un calendario bien seleccionado y una gestión de esfuerzos cada vez más medida, Nadal está sabiendo establecer unos niveles de regularidad nunca antes vistos. Y son palabras mayores para quien ha hecho de la durabilidad un sello personal.

placeholder El premio por, en este caso, su Masters 1000 número 35. (EFE)
El premio por, en este caso, su Masters 1000 número 35. (EFE)

Este estilo más directo de Nadal, con una capacidad creciente para el juego recto, se ha convertido en un desafío complicado de descifrar para gran parte del vestuario. Y las cifras no engañan: por primera vez en su carrera, Rafa ha enlazado seis semifinales de Grand Slam de forma consecutiva. Entre Roland Garros 2018 y Wimbledon 2019, el español siempre ha sido capaz de plantarse, al menos, entre los cuatro más fuertes del torneo.

Una realidad que demuestra varias cosas. Que su juego ha vuelto a ser fiable en cualquier tipo de superficie, incluso para optar a la esquiva copa del All England Club en sus últimas dos visitas; que su capacidad competitiva rara vez se resiente, respondiendo a cada lesión con un nuevo empuje, y que el hambre histórica puede con cualquier circunstancia.

El dominio puro de la pista dura

En Canadá logró tirar por tierra uno de los retos hasta ahora esquivos en su carrera. Con un total de 19 coronas sobre pista dura, Nadal jamás había revalidado la copa en un torneo en la superficie. Aunque pueda ser circunstancial, el hecho no deja de reflejar una realidad cada vez más clara: la agresividad de Rafa, un estilo cada vez más hecho al punto de cinco golpes, tiene un acomodo creciente en las pistas de cemento.

Su capacidad para marcar diferencias en estas pistas es cada vez mayor. Y uno de los datos más firmes lo deja bien claro: Nadal ha ganado títulos en las últimas tres temporadas sobre las canchas americanas de verano, cuando el vestuario ya está rodado con meses de competición. Esto, convertido ahora en tradición año tras año, era hasta ahora un hito puntual en su palmarés (2005, 2008, 2010, 2013).

placeholder Rafa Nadal junto a Medvedev al final del partido. (EFE)
Rafa Nadal junto a Medvedev al final del partido. (EFE)

Hambre histórica

Antes de enfrentar a Federer en el mencionado partido de Wimbledon, Nadal abordó una reflexión sobre la presión en este tramo de su carrera. Defendiendo la idea de que la experiencia ha borrado esa presión de su cabeza, como si las vivencias hubieran cambiado el gesto de esas mariposas internas.

“Ahora tenemos ilusión. Ilusión por ver dónde podemos llegar”. Es un destino para elegidos. Los nervios, la intranquilidad interior ante lo que se va a vivir por primera vez es para los terrenales. Duda al sentir lo que otros han sentido. Pero la ambición por llegar a lo desconocido, donde nadie antes ha entrado, está en las manos de muy pocos.

En Montreal, Nadal se convirtió en el primer hombre en llegar a los 35 títulos de Masters 1000. Una cifra monumental y fuera de todo cálculo, extendiendo un récord que hace tiempo lleva su nombre. Rafa, un jugador aclamado por su buen hacer sobre la arcilla, es ya el único jugador en activo con 5 copas de Canadá en su vitrina. Un ejemplo más de su renovado potencial en todos los escenarios.

Nadie lo puede resumir mejor que Francis Roig, el entrenador que ha estado junto a Nadal desde su llegada al circuito en 2005. Una idea tan simple y a la vez tan compleja para definir el fenómeno, impasible al paso del tiempo. “No sé si estamos ante el mejor Rafa de siempre, pero sí que estamos ante el más completo”.

placeholder Nadal al derrotar a Medvedev. (EFE)
Nadal al derrotar a Medvedev. (EFE)

Rafael Nadal levantó en el Masters 1000 de Montreal mucho más que su título número 83 ante el joven Daniil Medvedev (ganó la final por 6-3 y 6-0). El español, que afronta un tramo imperdible de su carrera a los 33 años, sigue remarcando una capacidad de evolución innata en el circuito ATP. Con un palmarés que podría satisfacer a cualquiera, el balear ha vuelto a demostrar que su juego tiene una madurez cada vez más asentada. Para un jugador de irrupción prematura en el circuito, sin dudas el más precoz de toda la élite actual, su potencial en la veteranía remarca una ambición privilegiada.

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