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¿Crisis energética? Los alimentos han subido un 25% más que la gasolina desde 2021
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El gran problema para los hogares

¿Crisis energética? Los alimentos han subido un 25% más que la gasolina desde 2021

El precio de los alimentos también ha subido más que el de los carburantes desde el comienzo de la pandemia. El aceite de oliva registra la mayor escalada, tras duplicar su precio

Foto: Una compra de 80 euros en 2021 cuesta ahora más de 100. (EFE/Biel Aliño)
Una compra de 80 euros en 2021 cuesta ahora más de 100. (EFE/Biel Aliño)
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El actual ciclo inflacionista que vive Europa comenzó con un encarecimiento estructural de las materias primas y, tras la guerra de Ucrania, se transformó en una crisis energética en toda regla. Pero ahora el fenómeno ya ha mutado en un episodio de subidas de precios generalizadas que, en muchos casos, incluso superan el aumento de los costes de producción. Las visitas al supermercado se han convertido en una pesadilla para los hogares, peor incluso que los recibos de la luz, el gas o llenar el depósito del coche. Los datos así lo atestiguan:

En los dos últimos años, el precio de los alimentos y las bebidas no alcohólicas ha subido nada menos que un 25%. Eso significa que, en líneas generales, una compra de alimentación de 80 euros en 2021 cuesta ahora más de 100 euros. Algunas escaladas de precios son dramáticas. Por ejemplo, el aceite de oliva ha subido un 73% en apenas dos años y cuesta ya más del doble que antes de la pandemia. El azúcar ha subido un 58% en estos dos años; la mantequilla, un 48%, y la leche, un 45%.

Foto: Un hombre en un supermercado. (EFE/Andy Rain)

Esta progresión de los alimentos excede la subida de los costes que están soportando los productores. El motivo es que el problema ya no es tanto el encarecimiento de los combustibles o los fertilizantes como la meteorología extrema vivida en los últimos meses. En otras palabras, aunque los costes de producción no hayan subido en la misma cuantía, las dificultades para mantener unas cosechas estables están generando una gran volatilidad en los precios. Y, de paso, se están engrosando los beneficios de los productores.

La escalada de los precios sería inconcebible sin la energía, que fue quien activó esta crisis. Todo comenzó al inicio del verano de 2021, cuando los cortes de gas ruso empezaron a elevar el precio del gas y, por extensión, del resto de materias primas energéticas. Durante varios meses, el resto de sectores contuvieron la traslación de los mayores costes a sus precios finales, pero hacia el inicio de ese invierno de 2021 cayó definitivamente el dique de contención de la inflación.

Todos los sectores empezaron a trasladar sus costes en mayor o menor medida, pero lo más importante es que la inflación se desligó de la energía y adquirió vida propia. Una vez adquirida la inercia de las subidas de precios, muchas empresas pudieron aprovechar la coyuntura para mejorar sus beneficios.

El caso de la alimentación es paradigmático, ya que los precios han subido tanto que ya superan los de la energía. Si se compara con el verano de 2021, los alimentos han escalado un 25% frente al 20% de los carburantes. Y si se compara con el verano de 2019, el último previo a la pandemia, los alimentos han subido un 30%, por un 26% de los carburantes.

En ninguno de los dos casos los costes de producción justifican tal subida de los alimentos. La subida ha sido más intensa en los alimentos con elaboración (un 24% en los dos últimos años, frente a un 22% de los alimentos frescos), lo que significa que la cadena alimentaria también ha aprovechado la coyuntura para acelerar sus beneficios.

Foto: Dirigentes de las patronales y los sindicatos. (EFE/Sergio Pérez)

Aunque la electricidad e incluso los carburantes han registrado algunos meses de caídas, la alimentación lleva una subida imparable. Aunque en tasa interanual la escalada se ha frenado, cada mes sube un poco más y marca récord tras récord. Desde que comenzó el año, los alimentos han subido más de un 5%. Ni con la bajada del IVA se ha conseguido contener el encarecimiento. De las casi 200 subclases de bienes y servicios que mide el INE, los alimentos que menos han subido son los frutos secos, con una subida acumulada del 8% en los últimos dos años. La siguiente ya es la del marisco congelado, con un incremento del 11%.

En cuanto al impacto en las cuentas de los hogares, la escalada de los alimentos ha provocado casi el 25% de la inflación total de los dos últimos años. Esto significa que, por cada cuatro euros más de gasto que tienen que realizar las familias, uno se va directamente a la compra en el súper (sin contabilizar los restaurantes). Por el contrario, la energía apenas ha aportado el 9% de la inflación, esto es, algo más de un tercio en comparación con la alimentación.

Estos datos justifican el malestar de la población con la subida de los precios de los alimentos. El impacto sobre sus cuentas es mucho mayor que el alza de la energía y, además, nada apunta a que se vayan a estabilizar en el corto plazo. Al contrario, los episodios climatológicos extremos suponen una amenaza para el suministro y, por extensión, para los precios.

El actual ciclo inflacionista que vive Europa comenzó con un encarecimiento estructural de las materias primas y, tras la guerra de Ucrania, se transformó en una crisis energética en toda regla. Pero ahora el fenómeno ya ha mutado en un episodio de subidas de precios generalizadas que, en muchos casos, incluso superan el aumento de los costes de producción. Las visitas al supermercado se han convertido en una pesadilla para los hogares, peor incluso que los recibos de la luz, el gas o llenar el depósito del coche. Los datos así lo atestiguan:

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