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China invierte menos fuera y el mundo repatría capitales de China: los datos del aislamiento
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¿HACIA EL TEMIDO 'DECOUPLING'?

China invierte menos fuera y el mundo repatría capitales de China: los datos del aislamiento

La inversión extranjera directa del gigante asiático en Europa se diezma, mientras el saldo monetario neto de las empresas extranjeras que operan en el país es negativo por primera vez

Foto: El presidente chino, Xi Jinping. (EFE)
El presidente chino, Xi Jinping. (EFE)

Hubo un tiempo en que China se lanzó a comprar el mundo. Las empresas del país, controladas directa o indirectamente por el Estado, desplegaban un amplio abanico de inversiones en el exterior de la mano de la Nueva Ruta de la Seda: desde la compra de participaciones en compañías occidentales hasta infraestructuras millonarias que servían para poner los países en vías de desarrollo en la órbita del gigante asiático, y así disputarles la hegemonía a Estados Unidos y la Unión Europea.

El proceso también se daba a la inversa, en este caso por motivos más económicos que políticos: las compañías extranjeras, especialmente occidentales, invertían en China para desplegar allí su producción, alentadas por una combinación de buenas infraestructuras, seguridad jurídica y mano de obra barata —además de un mercado de más de 1.000 millones de personas—, que muy pocos podían ofrecer.

Pero ese tiempo ha acabado. El idilio de China con Occidente ha sucumbido a la guerra comercial entre el gigante asiático y Estados Unidos, que ya son rivales sistémicos y han ido levantando a lo largo de los últimos años numerosas barreras a los intercambios de bienes, servicios, personas y capitales entre ambos países.

También la relación económica con las principales capitales del Viejo Continente se ha vuelto más suspicaz. El mejor ejemplo se produjo la semana pasada, cuando la Comisión Europea presentó un nuevo paquete legislativo que busca reforzar el control de las inversiones extranjeras en sectores críticos. A nadie se le escapa que Bruselas tiene la vista puesta en el gigante asiático, que ya acapara participaciones importantes, por ejemplo, en algunos de los principales puertos comunitarios, como el de Hamburgo (Alemania).

El idilio de China con Occidente ha sucumbido a la guerra comercial entre el gigante y EEUU

Como resultado de estas políticas, basadas en la creciente desconfianza entre Occidente y China, la eficiencia ha quedado relegada frente a la geopolítica como motor de las decisiones, y términos como resiliencia y autonomía estratégica ya definen el nuevo paradigma. El repliegue del gigante asiático durante la presidencia de Xi Jinping, más notorio a partir de su cierre a cal y canto durante la pandemia, ha revertido el proceso de apertura de las últimas décadas, especialmente palpable desde el 11 de diciembre de 2011, cuando entró a formar parte de la Organización Mundial del Comercio. Y, aunque todavía no está claro que se vaya a producir un desacople (decoupling), lo cierto es que la segunda economía del mundo está empezando a aislarse de Europa y Estados Unidos... y estos de ella. El proceso es bidireccional: varias estadísticas ya lo corroboran.

China cada vez invierte menos en el resto del mundo y el resto del mundo no es que invierta menos en China, sino que directamente está repatriando capitales desde el gigante asiático. Este segundo dato resulta especialmente llamativo, ya que no procede de estudios independientes, sino del propio Gobierno chino. Según la Administración Estatal de Divisas, la inversión extranjera directa (FDI, por sus siglas en inglés) neta, que mide el saldo entre lo que invierten las empresas foráneas instaladas en ese país y lo que se llevan al exterior, ya está en negativo. Es la primera vez que ocurre desde finales del siglo pasado, cuando comienza la serie histórica, como se puede apreciar en el gráfico.

A falta de los datos del cuarto trimestre del año, en el tercer trimestre, el indicador —verdadero termómetro del estado de la inversión extranjera directa en China— arroja un saldo de -11.752 millones de dólares (unos -10.800 millones de euros). El flujo monetario de las empresas extranjeras con sede en el gigante asiático refleja, por tanto, que estas están sacando divisas del país, lo que da buena muestra de hasta qué punto estas compañías prefieren reinvertir sus beneficios en otras latitudes.

Aunque potencias como la India todavía están muy lejos de competir con China en cuanto a condiciones para establecerse —el capital humano, las comunicaciones o el clima de negocios resultan mucho peor—, este dato histórico se antoja un indicador adelantado de una tendencia que señalan los expertos: el friendshoring, o cómo las empresas occidentales se llevarán la producción durante los próximos años a países con los que sus gobiernos mantienen relaciones de mayor confianza. Naciones del sudeste asiático como Vietnam pueden ser las principales beneficiadas de esa fuga de capitales que ya se empieza a detectar. También el humano, debido a las crecientes restricciones a la contratación de extranjeros en China por motivos de seguridad.

También ocurre en sentido inverso

Las legislaciones que limitan la inversión extranjera directa no son nuevas, así en Oriente como en Occidente. Pero durante los últimos años se han reforzado, en un entorno geopolítico cada vez más complejo. De hecho, la Unión Europea adoptó en 2019 una regulación pionera para restringirla cuando ponga en riesgo la seguridad o el orden público, en un intento de poner coto a las acciones de terceros gobiernos para desestabilizar el continente.

La normativa que ahora propone Bruselas reforzará aquella medida, pero sin tocar su pilar fundamental, que es la no discriminación en función del país de origen de la inversión, el sector en el que se produce o la cantidad que implique, precisa Agnieszka Gehringer, analista sénior del laboratorio de ideas alemán Flossbach von Storch Research Institute.

La investigadora acaba de publicar un estudio que muestra cómo las barreras introducidas por ambas partes están provocando una caída drástica de la FDI china en el resto del mundo. El título no puede ser más elocuente: The Golden Age of China’s Outward FDI Is Likely Over (La era dorada de la inversión extranjera directa china hacia el exterior seguramente haya acabado). Para ello, ha reunido los datos del China Global Investment Tracker, una herramienta diseñada por el think tank estadounidense American Enterprise Institute que monitoriza las principales inversiones de la nación asiática en el planeta durante las últimas dos décadas.

La tendencia no deja lugar a dudas: si hasta 2017 la FDI no paraba de crecer, hasta llegar a un máximo de 174.000 millones de dólares anuales (unos 160.000 millones de euros); a partir de ese año, cuando se inicia la guerra comercial con Estados Unidos —Donald Trump ocupaba la Casa Blanca—, se produce un cambio de tendencia muy acusado, que el covid no hizo más que acentuar. Un dato: la inversión directa china en el resto del mundo pareció tocar fondo en 2020, con 45.000 millones de dólares (unos 41.000 millones de euros), pero las cifras de 2022 todavía fueron peores, y en 2023 la modesta remontada no ha evitado que el flujo sea una tercera parte del que llegó a existir en su máximo apogeo. En román paladino: no es solo la pandemia, sino el creciente aislamiento.

Europa no resulta ajena a este proceso, como muestra el gráfico anterior, al pasar de recibir 100.000 millones de dólares (92.000 millones de euros) de FDI china a unos 13.000 el año pasado, según la proyección de Gehringer para El Confidencial (los datos del estudio solo recogen las inversiones en el primer semestre). China invierte en Europa el equivalente al presupuesto de la Xunta de Galicia, cuando antes llegó a invertir dos veces el de la Junta de Andalucía. "Se ha observado una caída abrupta similar en otras economías de América del Norte y Australia", añade la investigadora por correo electrónico.

Foto: Una bandera china, en un barrio de Pekín. (EFE/Roman Pilipey)

Para Gehringer, no existe un único factor que explique estos datos, sino que tanto Occidente como el gigante asiático son responsables de los mismos: "China ha adoptado recientemente restricciones adicionales a las actividades de inversión en el extranjero en ciertos sectores, lo que ciertamente ha frenado el apetito de los inversores chinos por ir al extranjero. Por otro lado, el cambiante panorama económico y geopolítico ha llevado a los países occidentales a introducir mecanismos de control de las inversiones transfronterizas, que probablemente hayan contribuido a una disminución de la FDI china allí. De hecho, ambos procesos pueden interpretarse como una señal de desacoplamiento entre China y los países occidentales".

En lo referido a la Unión Europea, los sectores donde más se notará esta creciente distancia son los estratégicos, como la salud o la biotecnología, donde el escrutinio de las autoridades comunitarias ya está siendo más intenso. También los relacionados con infraestructuras críticas, como el transporte, las materias primas o la energía. El bloque comunitario ha puesto pie en pared, y hasta la potencia que más le había bailado el agua a China acaba de decir basta. La salida de Italia de la Nueva Ruta de la Seda es un ejemplo más de que algo está cambiando.

Hubo un tiempo en que China se lanzó a comprar el mundo. Las empresas del país, controladas directa o indirectamente por el Estado, desplegaban un amplio abanico de inversiones en el exterior de la mano de la Nueva Ruta de la Seda: desde la compra de participaciones en compañías occidentales hasta infraestructuras millonarias que servían para poner los países en vías de desarrollo en la órbita del gigante asiático, y así disputarles la hegemonía a Estados Unidos y la Unión Europea.

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