Es noticia
¿Qué fue de la burguesía gallega? Hay cuatro 'galicias' económicas, pero solo una lidera
  1. Economía
FERNÁNDEZ, AGRASAR, RIVERA...

¿Qué fue de la burguesía gallega? Hay cuatro 'galicias' económicas, pero solo una lidera

A Coruña se consolida como el motor de la comunidad gracias a la renovación de sus élites: de la oligarquía financiera del 'pelotazo' a la nueva hornada en torno a Inditex

Foto: El fundador de Inditex, Amancio Ortega. (Reuters/Miguel Vidal)
El fundador de Inditex, Amancio Ortega. (Reuters/Miguel Vidal)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Antes de que todo se viniese abajo, media docena de prohombres hacían y deshacían a su antojo en una esquina del noroeste. José Luis Méndez (Caixa Galicia), José María Arias (Banco Pastor), Manuel Jove (Fadesa) o José Collazo (Comar) formaban un núcleo de poder patrocinado por el alcalde de A Coruña, el centro financiero de Galicia. Francisco Vázquez se fue a tiempo a la Santa Sede, pero Lehman Brothers quebró y las empresas de sus amigos quedaron atrapadas en la maraña que ellos mismos habían tejido durante los años de la burbuja: las cajas gallegas sucumbieron y fueron privatizadas, el banco bicentenario acabó absorbido por el fallido Popular (hoy Santander), la constructora protagonizó la mayor quiebra de la historia de España tras ser comprada por la madrileña Martinsa y el grupo de apuestas y casinos ha tenido que reestructurar varias veces su millonaria deuda, aunque es el único de los cuatro que sobrevive.

Al final, la filosofía siempre era la misma: mucho ladrillo, más apalancamiento y algunos pufos. Como símbolo, la proliferación de centros comerciales en una ciudad que no alcanza los 250.000 habitantes, pero que llegó a construir cuatro complejos en solo un lustro (2005-2010). Hoy solo queda uno a pleno rendimiento: Marineda City, el último gran pelotazo de Jove y Collazo, que durante algunos años llegó a ser el más grande de España.

Todos los protagonistas de aquellos años locos se fueron de rositas, como contaba esta crónica de El Confidencial sobre la jubilación de 18 millones de euros que todavía disfruta Méndez, al que se le retiró el título de hijo predilecto de la ciudad tras arruinar Caixa Galicia. Jove y Arias fallecieron en los últimos años, y la familia Collazo sigue siendo una de las más ricas de la comunidad, con un patrimonio neto de 120 millones de euros, según El Mundo.

Aquel capitalismo de amiguetes nunca volverá, y tampoco regresarán a Galicia algunos de sus buques insignia naufragados durante la crisis, y que hoy se hallan en manos de capital foráneo. Es el caso de Fenosa, que Gas Natural (ahora Naturgy) absorbió en los albores de la Gran Recesión. El museo de arte contemporáneo que financiaba la fundación de la eléctrica en A Coruña lleva un lustro cerrado, en otra de las metáforas del ocaso de aquella burguesía que, pese a las sombras que proyectaban algunos, estaba orgullosamente comprometida con su tierra.

Foto: Juicio a la cúpula de NovaCaixaGalicia en 2015. (EFE/Fernando Villar)

Se pueden poner más ejemplos, casi todos del área de Vigo, capital industrial de Galicia: astilleros privados como Barreras, que han cambiado varias veces de dueño, la mayoría de las empresas auxiliares de la fábrica de automóviles de Stellantis o hasta la calderera de Carlos Mouriño —hasta el pasado noviembre presidente del Celta—, que hoy pertenece a un grupo chino, al igual que la conservera Albo.

Todos ellos llevan a la misma pregunta: ¿qué fue de la burguesía gallega? Tras consultar a media docena de fuentes, emerge una respuesta que puede sorprender a muchos, a un lado y al otro de Pedrafita: el capitalismo regional no ha muerto con la globalización, simplemente se ha transformado. Quienes lo lideran ahora son otros y con otros modos, pero proceden, esencialmente, del mismo sitio.

Las cuatro 'galicias' económicas

Para entender la transformación del tejido empresarial gallego resulta imprescindible acudir a la geografía. A menudo la realidad se simplifica en torno a la dicotomía entre una Galicia costera, próspera, industrial y urbana, que se extiende por el eje Atlántico entre Ferrol y Vigo, y una Galicia interior, mucho más rural, peor conectada y centrada en el sector primario, que se correspondería con las envejecidas provincias de Lugo y Ourense. Es el análisis que hacen estos todos días los politólogos para explicar el reparto de escaños de cara a las elecciones autonómicas del domingo. Sin embargo, las dinámicas económicas exigen hilar un poco más fino.

Venancio Salcines, economista, empresario y presidente de dos de los centros formativos privados de referencia en Galicia (Cesuga y la Escuela de Finanzas, ambos en A Coruña), diferencia cuatro grandes núcleos: las dos áreas metropolitanas dignas de tal nombre (A Coruña y Vigo), la zona industrial que se extiende desde Ferrol hasta Asturias y el ámbito rural de las cuatro provincias.

Este último no exige mucha explicación, ya que está principalmente orientado a la extracción y transformación de los recursos naturales: energía, madera y productos agroalimentarios, principalmente. Sin embargo, los otros tres presentan matices muy importantes que ayudan a situar a la nueva burguesía regional.

A menudo, el área de Vigo se identifica, equivocadamente, como el motor gallego

Desde luego, no está en Ferrol, que llegó a mirar de tú a tú a Vigo y A Coruña a mediados de siglo, pero que vive en una permanente zozobra tras el desmantelamiento militar y el declive del sector naval, igual que ocurre con otras actividades industriales que se extienden por el extremo norte de la comunidad. Se trata de una zona similar a Asturias en algunos aspectos socioeconómicos: perviven factorías poco rentables y muy intensivas en energía, como Alcoa (en la Mariña de Lugo), y unos astilleros públicos (Navantia) que van de crisis en crisis, si bien han asegurado su carga de trabajo durante la próxima década gracias a los últimos encargos. "La peor época de Ferrol ya ha pasado", destaca Salcines. Pero al final todo lleva al mismo punto: es pan para hoy y hambre para mañana. Para prosperar, la economía de la zona depende de la Administración.

El área de Vigo comparte algunas de estas características, pero es mucho más próspera y dinámica. El efecto tractor de la fábrica de Stellantis desde los años cincuenta ha generado un ecosistema de empresas auxiliares de automoción, ahora amenazadas por las deslocalizaciones al vecino norte de Portugal, y de otras industrias. Algunas de ellas incluso son anteriores a la llegada de la antigua Citroën, como las conserveras o la construcción naval privada. También existe una intensa presencia del sector metalúrgico, de la construcción (especialmente en O Porriño, potencia mundial en granito) o incluso del sector textil, con Bimba y Lola, Adolfo Domínguez o Textil Lonia. Las dos últimas están radicadas en Ourense, que Salcines sitúa dentro del gran polo económico del sur de Galicia.

La mayoría de estos productos finales y bienes intermedios se exportan a través del puerto de Vigo, principal terminal pesquera de Europa, con el que estas industrias constituyen lo que se conoce como Zona Franca, un gran consorcio económico al que a menudo se califica, equivocadamente, como el motor de la comunidad. Los datos de la propia Zona Franca certifican el error: según el informe Ardán, un documento de referencia que elabora anualmente la institución, la comarca de Vigo aporta el 17% del valor añadido bruto en la comunidad, poco más de la tercera parte que el otro gran núcleo de prosperidad. Tampoco es en las Rías Baixas, por tanto, donde hay que buscar a la burguesía perdida, sobre todo teniendo en cuenta, apunta Salcines, que estos proyectos industriales dependen en su mayoría de empresas extranjeras, y, aunque no con la intensidad del caso ferrolano, también del apoyo público.

placeholder Fábrica de coches y furgonetas de Stellantis en Vigo.
Fábrica de coches y furgonetas de Stellantis en Vigo.

Inditex es la respuesta

La repuesta se encuentra en el propio informe Ardán. De las 10 mayores empresas por ingresos de explotación en 2021, ocho pertenecen al área de A Coruña, una a la de Vigo (Citroën) y la otra a la de Ferrol (una metalúrgica). El Informe de conxuntura del Foro Económico de Galicia da la pista definitiva: en 2022, el textil superó a la automoción como motor de las exportaciones gallegas por primera vez en la historia. Entre ambos acumulan el 40% del total, pero Inditex, el gigante fundado en A Coruña, y el resto del sector ya tiran más que la fábrica viguesa y todas sus auxiliares, en manos de grupos extranjeros.

De hecho, esas ocho empresas pertenecen a Amancio Ortega (siete son del grupo Inditex y otra es Pontegadea, su negocio inmobiliario). Pero que nadie se llame a engaño: el fenómeno no se reduce a un empresario de éxito que mantiene la sede principal de su multinacional en su ciudad y emplea a 5.000 trabajadores altamente cualificados, distorsionando los datos. Ortega solo ha sido el primero de muchos que han ido creciendo en torno a él.

La burguesía coruñesa ligada al sector financiero y a la cultura del pelotazo ha dado paso a una nueva generación de empresarios —mucho más formados que su antecesores— que ahora lidera el nuevo capitalismo gallego, con una elevada presencia de los servicios de alto valor añadido. Algunos proceden de corporaciones familiares, que han escalado y consolidado (como Roberto Tojeiro, dueño de Gadisa, líder del sector de la distribución en la comunidad) o internacionalizado a velocidad de vértigo, con Ignacio Rivera, de Estrella Galicia, como referente. De hecho, este tipo de compañías todavía representa el 92% del tejido productivo de la comunidad y el 85% del valor añadido bruto, por encima de la media nacional, según la Asociación Gallega de Empresa Familiar.

"En Galicia, ya hay más trabajadores tecnológicos que en la pesca, la mayoría en el área coruñesa"

Otros, en cambio, han impulsado sus propios proyectos alrededor de la multinacional de la moda, en un proceso que, explica Salcines, ha tenido dos fases. La primera se desarrolló alrededor de la construcción de los puntos de venta, y ha dado lugar a empresas con presencia internacional, que han ido ampliado su cartera de clientes más allá de la órbita de los Ortega. Es el caso de Malasa, Kimak, Incoga o Aluman. La segunda, y más importante, ha crecido en torno a la tecnología, una vez Inditex dio el salto a la venta en línea. Tino Fernández, expresidente del Deportivo y fundador de la consultora tecnológica Altia, y Antonio Agrasar, creador y CEO de Plexus Tech, son algunos de los nuevos hombres fuertes.

"En Galicia, ya hay más trabajadores tecnológicos, 24.000, que en la pesca, la mayoría en el área coruñesa. A Coruña ahora mismo es la ciudad líder del norte de España, y ya no tiene nada que ver con la urbe provinciana previa a la crisis financiera", destaca Salcines. De hecho, la burguesía bancaria local, que había financiado la expansión económica de Galicia desde el siglo XIX —junto con grandes capitales foráneos, especialmente catalanes—, ya no existe.

Xoán Carmona Badía, profesor emérito de la Universidad de Santiago de Compostela y una de las mayores eminencias en la historia empresarial de la comunidad, asegura que este hecho ha impactado especialmente a las pymes, que todavía representan el 99,5%, del tejido productivo de Galicia, unas décimas por encima de la media nacional, y que dependían muy especialmente del Banco Pastor y la caja de ahorros viguesa.

El papel de Abanca

Las antiguas cajas gallegas (Caixa Galicia, en el norte, y Caixanova, en el sur) fueron privatizadas y vendidas al empresario venezolano Juan Carlos Escotet, dando la puntilla al conglomerado financiero-industrial de raigambre gallega, que ya había iniciado su crisis, asegura Carmona Badía, en los años setenta. Sin embargo, y a diferencia de otras empresas, Abanca, la entidad financiera resultante, mantiene el compromiso con el territorio, como refleja la inyección de 30 millones de euros para salvar al Deportivo, la actividad de su fundación o el hecho de haber impulsado la primera universidad privada de Galicia, recuerda Salcines. Vaya a donde vaya en Galicia, siempre verá un evento patrocinado por el banco (en su defecto, por Estrella Galicia o los supermercados Gadis).

José Luis Gómez, exdirector de La Voz de Galicia y precursor del periodismo económico en la comunidad, corrobora esa versión: "El Banco Pastor generó un importante vacío: literalmente desapareció. No solo fue un gran banco en España, sino que controló un gran emporio energético (Fenosa, Gas Madrid), industrial (Astano, Cosméticos La Toja) y de servicios (hoteles de lujo en A Toxa y A Coruña). Las cajas también desaparecieron, pero al menos se salvaron como vector resultante. Hoy Abanca es el séptimo grupo financiero de España y Portugal, domina el mercado del noroeste y mantiene la estructura empresarial que ha heredado. Su sede central operativa está en A Coruña, con la importancia que eso tiene para el empleo financiero de alta calidad".

Foto: Francisco Botas, consejero delegado Abanca. (EFE)

El actual editor de Mundiario conoce como nadie los vericuetos del poder económico gallego, sobre el que ha escrito varias monografías. Y, aunque puntualiza que Galicia no cuenta con ninguna gran ciudad que compita con las mejores en todos los ámbitos, como el País Vasco (Bilbao) o Cataluña (Barcelona), también apunta al peso específico que está adquiriendo la burguesía coruñesa: "El área metropolitana de A Coruña, donde está Oleiros, el municipio más rico de Galicia, tiene más milmillonarios que Madrid o Barcelona". A diferencia de Vigo, con un tejido más atomizado que se ha ido renovando, pero siempre en torno al puerto, en la ciudad de las Rías Altas el cambio ha sido radical. "En A Coruña es donde la desaparición de los grupos tradicionales tuvo más impacto, pero también donde los nuevos lo han tenido", resalta Carmona Badía.

Pese a todas las cicatrices que dejó la Gran Recesión y el avance imparable de la globalización, la mayoría de esos nuevos empresarios son de origen gallego, aunque su perfil ha cambiado: abrazan una vida más cosmopolita, que demanda nuevos servicios —cualquiera que se haya paseado por A Coruña durante los últimos años lo puede comprobar—, y no dudan en invertir en el extranjero para internacionalizar sus empresas, ante el tamaño reducido del mercado regional. De hecho, las compañías gallegas invierten en el exterior, de media —el dato oscila ligeramente en función del año— unas 20 veces más de lo que invierten las empresas foráneas en Galicia, que sigue estando a la cola de España en este aspecto, según destacan desde la Asociación Gallega de Empresa Familiar: "Es un mercado muy cerrado".

Juan Manuel Vieites, presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), quita hierro a la desaparición de los grandes nombres de antaño, y destaca que, haya nacido o no en Galicia, lo importante es que la nueva burguesía mantenga el compromiso con la creación de riqueza y empleo en la comunidad. "Los empresarios gallegos, si están situados aquí, son gallegos, vengan de donde vengan", señala el líder de la patronal. Lo cierto es que cada vez importa menos la procedencia, y también el apellido.

"Los grandes empresarios gallegos, a diferencia de los grandes patrones españoles, no viven a cuenta del sector público y de las concesiones"

El falso mito del caciquismo

A diferencia de lo que ocurría con los Méndez, Jove o Collazo, la nueva burguesía opera con una gran autonomía respecto al poder político, mucho más ligado a los sectores productivos tradicionales, la gran industria y, en general, los ámbitos subvencionados o muy sujetos a regulaciones. A menudo, estos están dominados por capital de fuera de la comunidad o incluso extranjero, como ocurre con los pujantes sectores extractivos: minería y energías renovables. Tanto la nueva burguesía tecnológica como la renovada empresa familiar de consumo y servicios se centra en crecer hacia fuera antes que hacer lobby hacia adentro. "Los grandes empresarios gallegos, a diferencia de los grandes patrones españoles, no viven a cuenta del sector público y de las concesiones del Estado. Esa burguesía madrileña que se amamanta en el poder aquí no existe. Otra cosa es que haya clientelismos de poca monta", asevera Gómez. El caciquismo, otro atributo político que muchos imponen al tejido empresarial gallego, se revela como un falso mito.

Amancio Ortega, que nació en una aldea de León y empezó con un negocio de batas, es el ejemplo a seguir para la mayoría; Ignacio Rivera, coruñés de pura cepa y flamante presidente nacional del Instituto de la Empresa Familiar, el mejor reflejo del cambio generacional. El primero construyó su cuartel general en el municipio de Arteixo, al oeste de la ciudad; el segundo proyecta allí su nueva fábrica para 2024.

La carretera que sale desde A Coruña hacia la localidad, hace unos años sinónimo de un paisaje industrial decadente —con permiso de la refinería de Repsol— y lleno de manos olores —sin él—, se ha convertido en el camino de la Galicia pujante. Todos los días, decenas de autobuses la atraviesan para llevar a los trabajadores de Inditex desde el centro de la capital hasta su puesto de trabajo. A un lado de la vía, imponente, resiste el único centro comercial que sobrevivió a la caída en desgracia de aquellos hombres que se sentían intocables. En el comedor de la multinacional, Ortega todavía comparte mesa de vez en cuando con sus empleados.

[FE DE ERRATAS: En la versión original de este artículo se decía erróneamente que Nueva Pescanova había sido adquirida el año pasado por el grupo canadiense Cooke. En realidad, la operación nunca se llegó a formalizar, y la mayor parte del capital de la empresa pesquera sigue perteneciendo a Abanca.]

Antes de que todo se viniese abajo, media docena de prohombres hacían y deshacían a su antojo en una esquina del noroeste. José Luis Méndez (Caixa Galicia), José María Arias (Banco Pastor), Manuel Jove (Fadesa) o José Collazo (Comar) formaban un núcleo de poder patrocinado por el alcalde de A Coruña, el centro financiero de Galicia. Francisco Vázquez se fue a tiempo a la Santa Sede, pero Lehman Brothers quebró y las empresas de sus amigos quedaron atrapadas en la maraña que ellos mismos habían tejido durante los años de la burbuja: las cajas gallegas sucumbieron y fueron privatizadas, el banco bicentenario acabó absorbido por el fallido Popular (hoy Santander), la constructora protagonizó la mayor quiebra de la historia de España tras ser comprada por la madrileña Martinsa y el grupo de apuestas y casinos ha tenido que reestructurar varias veces su millonaria deuda, aunque es el único de los cuatro que sobrevive.

Macroeconomía Empresas Elecciones Galicia
El redactor recomienda