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Martín Seco: "Después del sanchismo la izquierda va a quedar derruida"
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Entrevista

Martín Seco: "Después del sanchismo la izquierda va a quedar derruida"

Criticar a Sánchez desde la izquierda es inusual. Pero el economista Juan Francisco Martín Seco lo hace sin tapujos. Fue alto cargo en los tiempos de Felipe González, y hoy, ya jubilado como interventor, reivindica algunos viejos valores

Foto: Juan Francisco Martín Seco posa para El Confidencial. (S. B.)
Juan Francisco Martín Seco posa para El Confidencial. (S. B.)
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Juan Francisco Martín Seco (Madrid, 1944), ha sido cocinero antes que fraile, y tal vez por eso ataca con una dureza inusitada a lo que llama una y otra vez el sanchismo. Ocupó altos cargos económicos durante los primeros gobiernos de Felipe González, pero en los 90 comenzó a distanciarse del PSOE porque consideraba que había abrazado el neoliberalismo. Desde entonces, ha publicado varios libros en los que defiende las viejas tesis de la izquierda. El título del último, Tierra Quemada (El Viejo Topo) lo dice todo. Fue de los pocos economistas que en su día se opusieron al euro y hoy defiende una nueva globalización compatible con la soberanía de los estados en materias estratégicas.

PREGUNTA. Para alguien que ha sido alto cargo socialista —Interventor general del Estado en el primer Gobierno de Felipe González— debe ser duro emocionalmente criticar con tanta dureza, como lo hace hoy, al socialismo actual.

RESPUESTA. Creo que Pedro Sánchez es un salto cualitativo. Había mucho más salto emocional cuando criticaba al felipismo y la desviación del tipo neoliberal que había tomado en sus últimos momentos. Pero lo de Sánchez es otra cosa. Ya no es un tema de socialismo, es un tema de democracia o no; de derecho o no. Es otra cosa. Ya estaba prefigurado en Rodríguez Zapatero, pero se ha consolidado.

P. ¿Qué es lo más criticable, la parte más cuestionable de la política del presidente del Gobierno?

R. Está en el origen, es decir, desde el año 18 en que se alía con golpistas, con filoetarras y con todo lo que sea necesario para conseguir el Gobierno. Es decir, es un salto cualitativo que lo expresó muy bien Rubalcaba, a quien tenía gran admiración, aunque tuviera muchas discrepancias ideológicas, cuando se lo preguntaron. Él decía que esos pactos eran impensables y que sería un Gobierno Frankenstein. A partir de ahí, Sánchez ha tenido que ir adaptándose a las circunstancias y cediendo todo lo necesario para mantenerse en el poder.

P. Pero no me dirá que no es positivo que partidos que estaban extramuros del sistema, como Bildu, o, incluso, los independentistas de ERC negocien con el Gobierno central leyes concretas. Hoy, de hecho, una formación como Bildu es tan convencional como el resto, eso sí, con su pasado. Les pedíamos que hicieran política y eso es lo que están haciendo.

R. No es verdad eso. No se están integrando, te estás integrando tú en su sistema. El problema de Cataluña no está solucionado porque, como dijo Ortega, es un problema de conllevancia, pero después del golpe de Estado había quedado muy claro que había un Estado que se defendía y ellos mismos se sintieron vencidos, dándose cuenta de que habían metido la pata en ese momento. No, no estaba maduro para declarar la independencia. Sin embargo, a través de todos estos años lo que se está dando es alas para hacer una ruptura mayor. Se habla de que se concilia, pero nunca ha habido una ruptura tan grande entre Cataluña y el País Vasco y el resto de España.

P. Eso puede ser cierto, pero también lo es que Bildu, que tiene su origen en el mundo de ETA, es un partido que hace hoy política y, de hecho, esa estrategia le puede llevar a ser el partido mayoritario en Euskadi, algo impensable hace años. ¿No le pedíamos eso?

R. Tiene su origen… y sus raíces... Creo que si en estos momentos ha dejado la lucha armada y está en el sistema democrático, lo ha hecho únicamente por estrategia, porque le va mejor, pero no ha abandonado lo más mínimo la ideología. La prueba es que Otegi ha dicho que su objetivo fundamental eran los presos de ETA. Los Presupuestos se aprueban siempre que salgan los presos de ETA.

P. Pero eso también es política. Los límites están en las leyes y en la propia Constitución.

R. A mí me parece muy bien que ellos hagan política. Lo que me parece horroroso es que el Gobierno dependa de ellos. Otros estados no lo consienten. Nuestra Constitución fue en gran medida muy generosa en el tema de los nacionalismos y los independentismos porque no es una Constitución militante. Es decir, permite que existan partidos que tengan como objetivo romper España. Pero una cosa es que ellos jueguen en ese juego democrático y otra que el Gobierno de España esté conectado a ellos.

placeholder Martín Seco en un momento de la entrevista. (S. B.)
Martín Seco en un momento de la entrevista. (S. B.)

P. En Tierra Quemada plantea que el Partido Socialista y Pedro Sánchez, en particular, han tenido mucha "suerte", digamos entre comillas, porque el covid le ha permitido disponer de fondos que no hubiera tenido de otra manera y eso ha financiado su política de alianzas.

R. Yo no diría que ha tenido suerte. Lo que sí decía, aunque no en este libro, sino en el final del anterior, es que Sánchez podría cubrir con la pandemia todos sus errores. Y así ha sido. Ha sabido escudarse en la pandemia y en la guerra de Ucrania. Eso es algo hasta cierto punto lógico. Yo lo preveía al final del otro libro.

P. ¿Por qué es tan crítico con el Estado autonómico?

R. Bueno, yo soy jacobino en el sentido de que defiendo al Estado por encima de todo, porque creo que es el único instrumento que tienen las clases bajas y las clases medias para enfrentarse a los problemas y a los poderes económicos. Y entonces todo lo que debilite al Estado me parece que no es adecuado. Eso no quiere decir que en estos momentos esté en contra del Estado de las autonomías, porque no se puede estar. A corto plazo el sistema autonómico es irreversible y hay que ser realista. Pero yo creo que fue un gran error de la Transición. Aquí se aplicó un poco la doctrina de que era preferible, en lugar de tener a dos regiones con un Estatuto de Autonomía, el café para todos. Y Ortega decía que entonces, en lugar de que Cataluña o el País Vasco estuviesen contra el Estado, pues se tendrían que pegar con el resto de las autonomías. Eso quiere decir que, de hecho, el tema de las autonomías era algo en aquel entonces un poco extraño a nuestro sistema. El sistema autonómico se puso para intentar solucionar el problema de Cataluña y el País Vasco, pero creo que hemos creado muchos más en Valencia, en Baleares… Creo que ahí patinó Ortega y con él patinó Suárez.

"Soy jacobino porque defiendo al Estado por encima de todo. Es el único instrumento de las clases medias y bajas para enfrentarse al poder"

P. Tal y como lo plantea, establece una dicotomía entre el Estado fuerte y el sistema autonómico, es como si hubiera que elegir. Pero nadie diría que Alemania, EEUU o Canadá son débiles y son países de corte federal.

R. Es un tema histórico. En todos estos países se ha ido de lo menor a lo mayor, es decir, a la unión, ha habido un proceso de convergencia. Se está viendo en Europa. En España lo que hemos hecho es ir de un Estado que siempre ha sido centralista y lo hemos descentralizado, pero no descentralizado administrativamente, sino descentralizado políticamente y de forma totalmente artificial, porque muchas de nuestras autonomías son totalmente artificiales. Hasta las históricas, que no tienen ningún contenido después de tantos años.

P. ¿Hay marcha atrás en el Estado de las autonomías? Vox lo está reclamando.

R. Creo que las izquierdas, si es que alguna vez vuelven las izquierdas, aunque después del sanchismo la izquierda va a quedar derruida totalmente, tenían una cosa muy positiva que distinguía entre el programa máximo y el programa coyuntural. Esto es lo que no ha sabido hacer Podemos. El programa máximo es algo que tú tienes ahí, es un ideal a conseguir, pero sabes que no es aplicable en este momento. Bueno, a mí me parece bien que los partidos en estos momentos como programa máximo lo tengan, pero como el programa actual me parece totalmente ilusorio. Eliminar las autonomías ahora sería un error, un espejismo.

P. Usted era Interventor general del Estado cuando Felipe González remitió al Congreso las famosas 200 auditorías de infarto sobre presuntas irregularidades en el sector público empresarial. ¿Qué papel hoy le da al Estado en la actividad económica?

P. Bueno, yo creo que el papel debe ser el mismo, el ser un contrapeso a los poderes económicos. Lo que pasa es que en el mundo de la globalización, de la Unión Europea y de la unión monetaria, el tema es mucho más complicado. La fiscalidad o la libre circulación de capitales introducen elementos muy problemáticos. El tener una moneda única crea distorsiones, como es que un Estado no disponga de política monetaria. Se da la circunstancia un poco absurda en estos momentos de que, como la política monetaria está en manos del Banco Central Europeo y la política fiscal en manos de los estados, se está haciendo una política restrictiva subiendo los tipos de interés, mientras que los estados están haciendo una política expansiva gastando como si hubiera barra libre. Los que nos opusimos a la unión monetaria no lo hacíamos contra Europa, todo lo contrario, nos hubiera gustado que hubiera un estado europeo, lo hacíamos porque pensábamos que una unión monetaria y una unión fiscal llevaba a dificultar muchísimo la política socialdemócrata. Lo hacía casi imposible.

placeholder Portada de 'Tierra Quemada' de Juan Francisco Martín Seco. (S. B.)
Portada de 'Tierra Quemada' de Juan Francisco Martín Seco. (S. B.)

P. Usted escribió un libro que tituló Contra el euro, ¿sigue pensando lo mismo?

R. En ese libro lo explicaba claramente. La crisis de 2008 se produjo porque existían unos desajustes tremendos en materia de balanzas del sector exterior y de endeudamiento. Todo el mundo habla de la feliz etapa de Aznar, pero en el terreno económico fue desastrosa. Zapatero siguió la misma política, porque llegamos a tener un déficit de balanza de pagos del 10% del PIB, lo cual es una barbaridad. Y como no podíamos devaluar, después vinieron los ajustes. Todo el mundo le echa la culpa a Rajoy, pero fue quien tuvo menos la culpa.

P. ¿Habría que recuperar la banca pública, probablemente con otro formato con el que tenía los años 70 o los años 80?

P. Después de lo de Sánchez, ya no sé qué decir. En otro momento hubiese dicho que sí. Lo que se hizo mal fue privatizar la banca pública. Pero después de ver cómo Sánchez utiliza el sector público, me da un miedo tremendo que haya un banco público.

P. Se supone que Sánchez no va a ser siempre presidente del Gobierno...

R. Lo que ha demostrado Sánchez es que nuestro sistema político tenía muchos agujeros, y por eso lo primero que hay que hacer es cerrar esos agujeros, lo contrario es muy peligroso.

"Defiendo el impuesto de patrimonio y el de sucesiones porque cierran la imposición directa. Otra cosa es que se ponga un mínimo exento"

P. Por qué se ha personalizado tanto la política, hasta hablar de sanchismo, como si estuviéramos en un régimen autoritario. Su partido le apoya y hay elecciones democráticas.

R. Por las primarias. Creo que ha sido el peor invento. Es un sistema tremendamente caudillista, porque si tú haces que al secretario general lo nombren las bases, te has cargado todos los cuadros intermedios. Suponen una relación directa del caudillo con las bases. Y eso Sánchez lo entendió muy bien. Nombró a la ejecutiva como una extensión suya y lo mismo hizo con el comité federal. Hay un caudillismo total.

P. A lo mejor no es un problema de las primarias como método de elección de los líderes, sino de la mala utilización de las primarias, digamos, para eliminar todo tipo de mecanismos intermedios de control del liderazgo.

R. Montesquieu decía, con mucha razón, que si los políticos eran buenos, mejor que mejor, pero que había que crear un sistema por si no lo fueran. Por eso, precisamente, creó la división de poderes. Si los políticos son buenos, fenomenal, pero hay que tener un sistema que les haga ser buenos.

P. Y Madison decía que las leyes eran necesarias porque no somos ángeles.

R. Exacto.

"No defiendo la autarquía, pero no podemos llevarnos por delante nuestro sistema productivo comprándolo todo en China"

P. Volviendo a la economía, en el libro se plantea la necesidad de unificar las dos tarifas del IRPF, la que grava las rentas del capital y la de los asalariados. La doble tarifa ha sido el mayor retroceso en términos fiscales en las últimas décadas.

R. Creo que sí. Hace ya años se rompió el impuesto. Tenemos una situación realmente paradójica. Hablamos del impuesto sobre la renta, pero no es verdad. No es un impuesto global sobre la renta. A ti no te gravan toda la renta personal. Tú tienes realmente uno sobre determinadas rentas y otro sobre las rentas del capital. Se ha roto la tarifa y con ello la progresividad.

P. ¿Qué hacer con los impuestos que gravan la riqueza?

R. Yo soy un defensor del impuesto de patrimonio y del impuesto de sucesiones. Ambos impuestos cierran la imposición directa, porque hacen tributar los rendimientos que se obtienen en Sociedades y no tributan. Otra cosa es que se ponga un límite exento todo lo grande que se quiera, por ejemplo, una casa. Fue un gran error traspasar la competencias a las comunidades autónomas. No lo digo yo, se lo he oído decir a José Víctor Sevilla [secretario de Estado de Hacienda en el primer Gobierno de Felipe González], que fue el que hizo el traspaso y se arrepentía de ello.

P. En el libro cuestiona que el salario mínimo haya subido de una manera tan importante en los últimos años sin que haya habido un avance en paralelo de la productividad.

R. No entro ahí. Simplemente, hago un análisis teórico de cómo se puede subir el salario mínimo. Se puede subir siempre que haya subido la productividad, pero aún así, sin subir la productividad, se puede incrementar si un sector lo puede repercutir en precios. Lo que pasa es que entonces se traslada la renta de los consumidores a los asalariados con salario mínimo. Lo que hago es un ejercicio teórico.

P. ¿El principal problema de la economía es la productividad?

R. Sin duda. Habría que decir: "Es la productividad, estúpidos, es la productividad". Yo siempre he defendido la viabilidad de las pensiones y del Estado de bienestar y no hay ninguna razón para que no suban los salarios siempre que lo haga la productividad. Si la productividad falla, fallan el Estado de bienestar, la subida de los salarios y la reducción de la jornada laboral. Es el problema fundamental.

placeholder Foto: S. B.
Foto: S. B.

P. Pero para que aumente la productividad es necesario definir un nuevo modelo productivo de mayor valor añadido. Y para eso es necesario un consenso político que hoy no hay.

P. No solo eso. Necesitas unas condiciones de economía internacional que tal vez no tengas. La globalización creo que puede estar haciendo daño a la productividad. Fíjese, en los últimos años los países de la Unión Europea que más han crecido son los que no están en la unión monetaria, en el euro.

P. ¿Eso significa que habría que repensar la globalización?

R. Antes o después habrá que hacerlo. No se trata tanto de repensar sino de adecuarse a los hechos, y lo que pasa hoy en Ucrania o en China o en Israel es un golpe duro a la globalización. Estamos viendo que depender de la energía de Rusia es un problema muy serio, como depender de China. Se trata de un replanteamiento que no se hará de la noche a la mañana.

P. Pero hay algo innegable, una realidad diría que física. Europa, por mucho que reivindique la autonomía estratégica, no tiene materias primas ni tiene minerales para satisfacer las demandas de las nuevas tecnologías.

R. Yo no defiendo la autarquía. Lo que digo es que tenemos que diversificar, por ejemplo en la agricultura. No podemos llevarnos por delante nuestro sistema productivo comprándolo todo en China porque es más barato. Al final te conviertes en un país de consumidores.

P. ¿A dónde nos puede llevar la actual carrera armamentista?

R. Europa son 27 países cada vez más heterogéneos. Dudo mucho que vaya a tener ni una política exterior común ni una política de seguridad. Son cantos al sol.

Juan Francisco Martín Seco (Madrid, 1944), ha sido cocinero antes que fraile, y tal vez por eso ataca con una dureza inusitada a lo que llama una y otra vez el sanchismo. Ocupó altos cargos económicos durante los primeros gobiernos de Felipe González, pero en los 90 comenzó a distanciarse del PSOE porque consideraba que había abrazado el neoliberalismo. Desde entonces, ha publicado varios libros en los que defiende las viejas tesis de la izquierda. El título del último, Tierra Quemada (El Viejo Topo) lo dice todo. Fue de los pocos economistas que en su día se opusieron al euro y hoy defiende una nueva globalización compatible con la soberanía de los estados en materias estratégicas.

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