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Una sorpresa en Francia amenaza (de nuevo) la aplicación de las reglas fiscales de la UE
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DÉFICIT INESPERADAMENTE ALTO

Una sorpresa en Francia amenaza (de nuevo) la aplicación de las reglas fiscales de la UE

París registrará un déficit mucho más alto de lo que inicialmente había previsto, y podría extenderse a los próximos años. Como en 2003 y 2015, las reglas fiscales se ven amenazas por la excepción francesa

Foto: Bruno Le Maire, ministro de Finanzas francés. (Reuters/Ludovic Marin)
Bruno Le Maire, ministro de Finanzas francés. (Reuters/Ludovic Marin)
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En 2015, con Francia incumpliendo los objetivos acordados, la Comisión Europea dio dos años más a París para cumplir con el objetivo de la gobernanza económica europea: dejar el déficit por debajo del 3%. El entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, preguntado el 31 de mayo de 2016 por la razón por la que se le concedían continuamente prórrogas al Elíseo para cumplir con las reglas fiscales, dio una explicación muy sencilla, muy directa y muy transparente, brutalmente sincera sobre los desequilibrios de poder real que se producen dentro de la Unión Europea: "Porque es Francia". Argumentando que no se pueden aplicar las reglas "a ciegas", el luxemburgués explicó que conocía "bien Francia, sus reflejos, sus reacciones internas, sus múltiples facetas". Y esa era la justificación.

Aquello potenció la idea que tenían algunos Estados miembros de que las reglas fiscales, que establecen como objetivo mantener un déficit inferior al 3% y una deuda pública por debajo del 60% del PIB, eran inaplicables. El Ejecutivo comunitario no tenía la voluntad política para hacerlo. Aplicarlas con un país pequeño era una cosa, pero con Francia era otra. Y si no se aplicaba a Francia se convertía en imposible aplicar las reglas a los demás. Así, unos pocos meses después de aquel "porque es Francia", la Comisión Europea perdonó a España y a Portugal la primera multa del 0,2% del PIB (2.200 millones) por los incumplimientos de los objetivos de las reglas fiscales en la historia del Pacto de Estabilidad.

Foto: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. (Reuters/Jean Bizimana)

La realidad es que el sainete de la aplicación de las reglas fiscales empieza antes, mucho antes, aunque Juncker también es uno de los protagonistas. En 2003 Francia y Alemania estaban incumpliendo el Pacto de Estabilidad y la Comisión Europea quiso apretar las tuercas, pidiendo a París y Berlín importantes ajustes durante los siguientes ejercicios y exigiendo que explicaran de manera clara sus cuentas durante los siguientes trimestres. Los ministros de Finanzas de ambos países, Francis Mer por el lado francés y Hans Eichel por el alemán, se negaron. Y cuando el asunto llegó a la reunión de ministros de Finanzas (Ecofin), durante un maratoniano y tenso encuentro, lograron sumar los apoyos suficientes como para suspender las exigencias de la Comisión para cabreo monumental del entonces ministro español, Pedro Solbes. Juncker, entonces ministro de Finanzas y primer ministro luxemburgués, presente en aquella reunión, creyendo siempre en que la naturaleza franco-alemana de la Unión requiere un trato privilegiado para Berlín y París, cerró filas.

Todas aquellas experiencias de un Pacto de Estabilidad que quedaba herido de muerte desde 2003, en muerte clínica desde mediados de la década de los 2010, llevaron a que veinte años después de aquella mojiganga franco-alemana, en diciembre de 2023, los ministros de Finanzas de la Unión Europea acordaran unas nuevas reglas fiscales, más flexibles, dejando en manos de los Estados miembros el diseño de su senda de consolidación fiscal, pero también más aplicables, con multas más pequeñas para hacerlas menos tóxicas políticamente, aunque manteniendo los pilares de la vieja gobernanza económica: los objetivos de un déficit inferior al 3% y una deuda pública que decreciera hacia niveles del 60% del PIB.

placeholder Nadia Calviño, entonces vicepresidenta económica del Gobierno, junto con el ministro francés durante la negociación de las reglas fiscales. (EFE)
Nadia Calviño, entonces vicepresidenta económica del Gobierno, junto con el ministro francés durante la negociación de las reglas fiscales. (EFE)

Pero a estas nuevas reglas, que buscaban romper con los fantasmas del pasado, les ha salido una amenaza antes de que se empiecen a aplicar formalmente en enero de 2025, aunque comenzarán a aplicarse en la práctica en los próximos meses. El pasado 21 de marzo Jean-François Husson, un senador del partido conservador Les Républicains (del Partido Popular Europeo) efectuó una visita sorpresa al ministerio de Finanzas francés en Bercy (París) y salió de allí lanzando varias advertencias: había encontrado documentos que apuntaban a que el déficit del 2023 no sería del 4,9% previsto, sino más bien del 5,6%, y que la situación no mejoraría en los próximos años.

Este martes el Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos (Insee), lo que vendría a ser el INE francés, confirmaba que el déficit del 2023 era del 5,5%. Husson, que pertenece a un partido rival político del de Emmanuel Macron, actual presidente de la República, también señala que la hacienda francesa, que oficialmente preveía un déficit del 4,4% en 2024 y del 3,7% en 2025, proyectaba un déficit real del 5,7% en 2024 y del 5,9% en 2025, aunque estos datos no están confirmados. La explicación de Bruno Le Maire, ministro de Finanzas, es que el Estado ha recaudado menos de lo previsto debido a que la inflación ha caído más rápido de lo esperado.

"Se trata de un duro golpe y señala tiempos difíciles que se avecinan tanto para Francia en su intento de ajuste, como también para el nuevo marco fiscal (europeo) que acaba de votarse", escribe Shahin Vallée, investigador del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, y que fue asesor económico de Macron cuando este era ministro de Finanzas en el Gobierno del socialista François Hollande. "Esto tiene dos consecuencias: Francia enfrentará decisiones fiscales muy serias en los meses y años previos a las elecciones de 2027. El marco fiscal se verá seriamente cuestionado y potencialmente desacreditado en sus primeros meses de existencia", añade.

placeholder Macron junto a su ministro de Finanzas. (Reuters)
Macron junto a su ministro de Finanzas. (Reuters)

Le Maire ha explicado que no renuncia a bajar el déficit al 3% en 2027, el objetivo declarado del Gobierno. Francia no es un caso aislado: Italia también tiene previsto un déficit del 7,2%, muy por encima del 5,8% inicialmente proyectado por Roma. Según las nuevas reglas fiscales estos países tendrán que diseñar un plan para lograr que el déficit quede por debajo del 3% en los cuatro próximos años. Pero el dañado centro político francés no le queda tanto tiempo: Francia volverá a tener unas elecciones presidenciales en 2027, de ahí que esa sea la fecha no oficial en la que Bercy quería tener el déficit bajo control. Serán unos comicios enormemente delicados, con un Macron que no puede repetir y con una Marine Le Pen, líder de la derecha radical, cada vez más centrada en economía, rodeándose de más técnicos e intentando adaptarse a la intelligentsia parisina y de las grandes ciudades que siempre le ha rechazado y que ha sido clave en sus derrotas electorales.

El ministro de Finanzas galo ya ha anunciado importantes recortes. "Hago una llamada de atención colectiva para reducir el gasto público", explicó Le Maire pocas horas después de conocerse los números del Insee. Por lo pronto su ministerio ya había diseñado un ajuste de 10.000 millones de euros en las cuentas de este año, y la idea ahora es que Bercy puede tener que hacer más recortes a lo largo del curso. Un déficit y una deuda pública alta no tienen por qué reducirse necesariamente por la vía del ajuste fiscal, existe otra opción: crecer. Pero es que el problema es que los datos de crecimiento también son malos. La Comisión Europea ya preveía un crecimiento débil de Francia, un 1,2% del PIB en 2024, pero recientemente lo ha revisado a la baja, dejándolo en el 0,9%, algo que también hizo con Alemania o con Italia. España fue la única de las grandes economías europeas que no vio recortada su previsión de crecimiento para los próximos dos años.

Foto: Christine Lagarde, presidenta del BCE. (Reuters)

El Gobierno francés ya sabía que venían curvas, y por eso durante la etapa final de la negociación de las nuevas reglas fiscales buscó maneras de aliviar la presión. La carga de los intereses de la deuda va a aumentar mucho en los próximos años debido al aumento de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE). Bercy espera que pase del 1,9% en 2024 al 2,4% en 2027. "Se prevé que los pagos de intereses de Francia aumenten entre un 0,2% y un 0,3% del PIB al año, a medida que la subida de los tipos de interés eleve el coste medio de los préstamos", apuntaba en diciembre el think tank económico Bruegel.

Por eso Francia intentó que en el ajuste estructural del 0,5% al que están sujetos los Estados miembros con un déficit excesivo pudiera ser "estructural primario", es decir, sin tener en cuenta los intereses de la deuda. Alemania y otros Estados miembros se negaron, así que se buscó una solución de compromiso: una especie de "periodo transitorio" entre 2025 y 2027 durante el cual la Comisión Europea podría exigir un ajuste más gradual para los países que tengan una gran carga de intereses de la deuda, una definición bastante gris que deja de vuelta a Bruselas en la posición de tener que aplicar cierto “sentido político” a las reglas fiscales, pero que desde luego dará a Francia bastante margen para respirar.

Pero el temor de muchos en Bruselas es que las reglas fiscales nazcan muertas. El ajuste por parte de Francia y de otros Estados miembros, incluido España, tendrá que ser enorme y no llegará, al menos en 2024, por el lado del crecimiento en el caso galo. Clave será cuál será verdaderamente la trayectoria para 2024 y 2025 para Francia y hasta qué punto Bercy puede ponerla bajo control o cumple con la proyección vista por el senador conservador, y hasta qué punto ese déficit es estructural o resultado de la carga de la deuda. "Dependiendo de cuánto de esto (el déficit) sea estructural, podría de hecho hacer que este ajuste fiscal requerido fuera más alto, tal vez incluso inverosímilmente alto. La Comisión podría entonces tener que suavizar las normas", admite a El Confidencial Sander Tordoir, investigador del Centre for European Reform (CER).

Nils Redeker, director adjunto del Jacques Delors Centre de Berlín, no cree que las últimas noticias vayan a provocar un efecto inmediato sobre la aplicación de las nuevas normas fisclaes, porque ya se daba por hecho que París entraría en un procedimiento de déficit excesivo cuando se reactivaran las reglas. "Sin embargo, el mayor déficit podría significar que este ajuste se retrase más de lo esperado. Eso será difícil. A largo plazo, será difícil para la Comisión pedir a los Estados miembros que realicen recortes estrictos y al mismo tiempo exigir más gasto en prioridades comunes como la defensa y la transición climática. La presión para no aplicar las reglas aumentará, particularmente a medida que la inversión a nivel de la UE se desacelere tras la conclusión del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia en 2026", señala Redeker a El Confidencial.

Foto: Reunión de los ministros de Finanzas. (EFE/Oliver Hoslet)

Además de los efectos que pueda tener este alto déficit en un crecimiento ya débil por parte de Francia, Tordoir señala que "la otra preocupación es si estos déficit excesivos están relacionados con un gasto estructuralmente mayor, lo que implicaría también overshooting (algo así como rebasamiento o exceso) del déficit para 2024 y 2025, o si se trata de algo puntual". En el caso italiano la buena noticia, apunta el experto, es que el aumento del déficit este año parece estar relacionado con un plan "excesivamente generoso" para la renovación de viviendas, por lo que podría ser algo más temporal. En el caso galo, los datos a los que hace referencia el senador Husson podrían apuntar a una cuestión más estructural.

Tandoir apunta a que Macron podría estar interesado en mantener unos niveles altos de déficit hasta el gran pulso electoral del 2027. Sin embargo, por el momento los mercados no están reaccionando a las noticias que llegan desde París. "Mi apuesta: Francia, junto con Alemania, es el núcleo de la Eurozona, por lo que goza de un respaldo implícito del BCE", explica Tordoir. "Además, la forma en que los inversores en bonos evalúan la sostenibilidad de la deuda es también un juego un poco relativo y el emisor de bonos soberanos más importante del mundo, Estados Unidos, está registrando déficits todavía mayores y ahora tiene niveles de deuda que se parecen a los de la Eurozona. Así que, desde un punto de vista comparativo, los inversores en bonos pueden estar menos preocupados por Francia de lo que habrían estado hace una década", añade el analista.

Redeker cree que no hay que entrar en "pánico" por los últimos datos, pero sí señala que "los ajustes necesarios serán extremadamente difíciles de lograr tanto económica como políticamente. Esto subraya que Europa necesita encontrar rápidamente formas de reactivar el crecimiento y estimular la productividad para financiar sus necesidades de inversión y luchar contra el ascenso de los partidos de extrema derecha". Y en este punto la delicada situación fiscal de Francia y otros Estados miembros conecta con otra discusión que está ocupando cada vez más espacio en el debate: los bienes de interés público europeo, aquellos que se consideran claves para la Unión Europea, deberían financiarse a nivel europeo, como ocurrió con el MRR. Por eso París lleva semanas defendiendo la necesidad de empezar a hablar sobre la emisión de eurobonos, deuda conjunta europea, para financiar los gastos en defensa que todos los socios europeos coinciden en que será necesaria.

En 2015, con Francia incumpliendo los objetivos acordados, la Comisión Europea dio dos años más a París para cumplir con el objetivo de la gobernanza económica europea: dejar el déficit por debajo del 3%. El entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, preguntado el 31 de mayo de 2016 por la razón por la que se le concedían continuamente prórrogas al Elíseo para cumplir con las reglas fiscales, dio una explicación muy sencilla, muy directa y muy transparente, brutalmente sincera sobre los desequilibrios de poder real que se producen dentro de la Unión Europea: "Porque es Francia". Argumentando que no se pueden aplicar las reglas "a ciegas", el luxemburgués explicó que conocía "bien Francia, sus reflejos, sus reacciones internas, sus múltiples facetas". Y esa era la justificación.

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