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Sorpresa, España es más meritocrática que Francia y EEUU
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SEGÚN UN ESTUDIO DEL NBER

Sorpresa, España es más meritocrática que Francia y EEUU

Nuestro país se sitúa por encima del nivel que le corresponde por su PIB per cápita y destaca como uno de los que tiene más distancia entre las habilidades de empleados y parados

Foto: Oficina de empleo en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Oficina de empleo en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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El sistema meritocrático está averiado en España —o al menos eso se escucha a menudo—, pero lo cierto es que no tanto como en otros países. De hecho, la cuarta economía del euro es más meritocrática de lo que le toca por riqueza, y supera a naciones como Francia y Estados Unidos. Así lo muestra un estudio del National Bureau of Economic Research (NBER), un prestigioso centro de investigación estadounidense conocido por proponer las fechas de comienzo y final de las recesiones en la primera potencia del mundo.

Medir este concepto resulta muy complicado, pero al NBER le van los retos difíciles. Todo depende de la definición operativa que se dé, es decir, de cómo se puede transformar en un indicador cuantificable. De las ideas a los números. En el caso del documento de trabajo elaborado por Oriana Bandiera, Ananya Kotia, Ilse Lindenlaub, Christian Moser y Andrea Prat, titulado Meritocracy Across Countries (La meritocracia en los países) se ha hecho con base en el output gap de los emparejamientos laborales (cada vez que una empresa y un trabajador hacen match) de cada nación: los Estados en los que la producción real agregada de estos emparejamientos está cercana a la potencial son los más meritocráticos.

Puede parecer un aterrizaje extraño, pero en realidad tiene todo el sentido del mundo: cuanto más cerca esté lo que generan los trabajadores de lo que pueden llegar a generar, significa que ese factor productivo —uno de los tres definidos por la ciencia económica, además de la tierra y el capital— se está empleando de una forma más eficiente. En otras palabras: una sociedad meritocrática es aquella en la que cada trabajador ocupa el puesto que le corresponde, por lo que su producción —y, en último extremo, la agregada del país— se aproximará al mejor de los escenarios.

¿Cómo se mide la meritocracia?

La definición es diferente a la que utilizan otros autores, de ahí que los resultados del estudio pueden no concordar con muchas de las investigaciones en torno a la misma realidad. Recientemente, por ejemplo, los economistas Sara Ayllón, Pablo Brugarolas y Samuel Lado escudriñaron para el Ministerio de Hacienda otra de las caras de la (falta de) meritocracia: la desigualdad de oportunidades. La definieron como desigualdad injusta, y concluyeron que había aumentado en España: en 2005, el haber nacido en un entorno u otro explicaba el 43% de la desigualdad en España, mientras que en 2019 la cifra subía hasta el 68%. Como resulta obvio, no es lo mismo investigar la meritocracia como igualdad de oportunidades que como un emparejamiento laboral más certero.

Foto: (iStock)

Con esta última aproximación, los investigadores del NBER han desarrollado el estudio a partir de microdatos comparables internacionalmente de las habilidades de los trabajadores y los requisitos de los puestos de trabajo en 120.000 emparejamientos a lo largo de 28 países. Los resultados no dejan lugar a dudas: "Las habilidades de los trabajadores se ajustan mejor a los requisitos de habilidades de sus puestos de trabajo en los países de mayores ingresos".

Los autores cuantifican tres componentes del emparejamiento. El primero es la propia factabilidad del mismo, es decir, la medida en la que lo que se pide y lo que se ofrece coinciden. Podríamos decir que es una condición necesaria, pero no suficiente. La segunda es la tecnología, que facilita el match. Y la tercera son las "fricciones idiosincráticas", es decir, todos los "rasgos improductivos" que influyen en el proceso. "Estos incluyen las redes sociales, los lazos familiares y la riqueza, y atributos que son discriminados en la etapa de contratación", aseguran. Para tener en cuenta la producción potencial de los emparejamientos se elimina este tercer factor, que supone un freno evidente a la correcta asignación de recursos.

En definitiva: el nivel de meritocracia de un país es la relación entre la producción real y la potencial, donde esta última refleja una asignación sin fricciones entre trabajadores y puestos de trabajo. Representa, por tanto, un escenario perfecto, sin amiguismos de ningún tipo. A grandes rasgos, así es cómo los investigadores construyen el índice, a través de unos complejísimos cálculos econométricos (para conocer más detalles, puede consultar el papel aquí). Y estos son los resultados.

Al nivel de Alemania

La línea que se aprecia en el gráfico siguiente muestra la relación que han detectado entre la meritocracia y el desarrollo económico, y que cuantifican a través del modelo surgido del análisis conjunto de todos los microdatos (sin tener en cuenta a qué país pertenecen). Es decir, es el nivel de meritocracia que le corresponde a cada nación en función de su PIB per cápita en 2017. Ahí es donde llega la gran sorpresa positiva para España.

Nuestro país se sitúa sensiblemente por encima de la línea, lo que indica que la asignación de recursos en el mercado laboral es más eficiente de lo que se espera que ocurra en las naciones con ese nivel de riqueza. Su índice de meritocracia se acerca a 0,6, o, lo que es lo mismo: la producción real de los emparejamientos en el mercado laboral español está próxima al 60% de su potencial.

Puede parecer poco, pero constituye un dato muy relevante, sobre todo si se compara con el de otros países más prósperos: Reino Unido está ligeramente por debajo, Estados Unidos no pasa del 0,5 y Francia e Italia rondan el 0,4. Un dato ejemplifica el éxito —aunque sea relativo— del sistema español: su nivel de meritocracia es prácticamente el mismo que el de Alemania. Sin embargo, eso no impide que todavía estemos malgastando más del 40% de nuestro potencial.

Noruega podría aumentar su producción un tercio con una meritocracia perfecta, mientras que Ecuador podría quintuplicarla

"Noruega, el país de renta más alta de la muestra, tiene un índice de meritocracia de 0,75, casi cuatro veces más que Ecuador, el país de renta más baja. Es decir, Noruega podría aumentar su producción en torno a un tercio en ausencia de fricciones de emparejamiento, mientras que Ecuador podría quintuplicar su producción", destacan los autores. Son los dos casos más extremos, que indican hasta qué punto las discriminaciones laborales —voluntarias o no— están más presentes en los países pobres, y afectan a su desempeño económico.

La brecha entre empleados y parados

Otra de las relaciones que establece el estudio es la que compara las habilidades de los trabajadores que están empleados y las de los que están parados. Cuanto más elevado sea el cociente entre ambas, mayor diferencia existe entre unos y otros, por lo que el sistema es más meritocrático: los de alta cualificación acceden a un puesto de trabajo y los de baja se quedan fuera. Una vez más, el modelo construido por los autores muestra una correlación entra esta ratio y la riqueza de los países: en las naciones con un mayor PIB per cápita, la diferencia entre las habilidades medias de los empleados respecto a los desempleados es mayor.

Como se puede apreciar en el gráfico, España vuelve a situarse por encima de la línea, es decir, la brecha entre la cualificación de los que trabajan y los que no lo consiguen es mayor que la que cabría esperar. La ratio de habilidades medias supera el 1,3, muy superior a la de países con un PIB per cápita similar, incluso a la de nuestros vecinos más ricos: en Italia, Francia y Alemania apenas queda por encima de 1,2. Entre las grandes economías, solo las naciones anglosajonas —que tienen un mercado laboral mucho más flexible con tasas de paro ridículas— mejoran los registros de la nuestra.

A la vista de los datos, el modelo español no parece funcionar tan mal. ¿Cómo es posible, entonces, que no estemos entre los Estados más ricos de Europa? Una de las claves de la respuesta se halla en las conclusiones de los autores: "La mayor meritocracia en los países de renta alta es sobre todo una consecuencia, más que una fuente, del desarrollo económico. Por lo tanto, las políticas destinadas a mejorar los emparejamientos no pueden erradicar por sí mismas las diferencias de ingresos entre los países, a no ser que se combinen con intervenciones que mejoren la productividad de los mismos".

En definitiva: España es meritocrática porque es relativamente rica, pero la mayor meritocracia no le permitirá, por sí misma, reducir la brecha de riqueza con las economías más desarrolladas de nuestro entorno. Para ello es necesario mejorar la productividad, y esa ya es otra historia.

El sistema meritocrático está averiado en España —o al menos eso se escucha a menudo—, pero lo cierto es que no tanto como en otros países. De hecho, la cuarta economía del euro es más meritocrática de lo que le toca por riqueza, y supera a naciones como Francia y Estados Unidos. Así lo muestra un estudio del National Bureau of Economic Research (NBER), un prestigioso centro de investigación estadounidense conocido por proponer las fechas de comienzo y final de las recesiones en la primera potencia del mundo.

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