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España incumple de nuevo su compromiso europeo para reducir el consumo de gas
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SEXTO PAÍS POR LA COLA, SEGÚN EUROSTAT

España incumple de nuevo su compromiso europeo para reducir el consumo de gas

La cuarta economía del euro solo ahorró un 13% respecto al período de referencia, cinco puntos menos que la media del bloque, y se queda lejos de la meta por segundo año consecutivo

Foto: La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. (Europa Press/Mª José López)
La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. (Europa Press/Mª José López)
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España ha vuelto a infringir su compromiso adquirido con Bruselas para la reducción del consumo de gas. Por segundo año consecutivo, nuestro país no ha llegado a la reducción del 15% a la que se acogió voluntariamente, y se consolida como uno de los más incumplidores del continente, según las estadísticas oficiales europeas.

En julio de 2022, solo unos meses después del inicio de la guerra de Ucrania y ante el inminente cierre del grifo ruso, los Veintisiete acordaron el porcentaje de ahorro, medido como el descenso del consumo entre agosto de ese año y marzo de 2023 respecto a la media entre abril de 2017 y marzo de 2022. En ese período, el conjunto del bloque logró el objetivo, con una caída del 18%, equivalente a 56.000 millones de metros cúbicos (56 bcm, en la jerga del sector). Las medidas de los gobiernos, la ralentización económica y un invierno más suave de lo habitual contribuyeron al éxito.

Aunque los precios del gas empezaron a caer, y se alejaron de los récords cosechados durante el verano de 2022, los Estados miembros convinieron en marzo de 2023 repetir el esquema un año más, para evitar riesgos si algo fallaba. Los resultados volvieron a ser positivos, exactamente por los mismos factores que en el curso anterior. Entre abril de 2023 y marzo de este año, el consumo se redujo otro 18% respecto al mismo período entre 2017 y 2022. El ahorro se elevó, en este caso, a 74 bcm, al comprender un lapso mayor. Son datos del grupo de interés medioambientalista Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA), que toma como referencia las cifras oficiales de Eurostat.

España, sin embargo, no ha participado en ningún momento de este éxito. Al contrario, nuestro país ha incumplido los objetivos por segundo año consecutivo. Si en la primera fase fue la tercera nación que menos redujo su consumo (un 11%), en esta segunda ha sido la sexta por la cola, con un desempeño no mucho mejor: un 13%. En ambos casos, la clasificación la cierra Malta, que incluso ha aumentado su gasto, y aparecen otros países con una renta per cápita inferior a la media del bloque, como Grecia o Polonia.

Podría atribuirse el incumplimiento de España a la mejor evolución de su economía en este período, cuando ha liderado el crecimiento entre los grandes del euro, frente a la atonía de potencias industriales como Alemania o Italia. Sin embargo, no es el único factor, como demuestra el hecho de que el consumo eléctrico también ha caído: sigue un 8% por debajo de los niveles prepandemia, según los datos de Red Eléctrica, el gestor del sistema. Como se explica en este artículo, la tasa de electrificación de la economía descendió en 2023 por tercer año consecutivo, por lo que no se está produciendo el deseado proceso de destrucción de la demanda de gas en favor de la electricidad.

Tampoco la ausencia de medidas sirve para explicar el peor comportamiento español: no hay que olvidar que el Gobierno aprobó en el verano de 2022 el Plan + Seguridad Energética, con hasta 73 acciones, algunas de ellas polémicas, como el apagado del alumbrado de los edificios públicos o los escaparates por la noche.

El peso de los ciclos combinados

El factor diferencial puede ser otro, y está relacionado indirectamente con la política estrella que permitió contener los precios de la energía en España: la excepción ibérica. En el verano de 2022, el Gobierno consiguió que se impusiese un tope al gas para la producción de electricidad, lo que hizo la luz se abaratase de manera apreciable, y se situase muy por debajo de los niveles de nuestros países vecinos. Esto favoreció la exportación a una Francia muy necesitada, debido al parón de su planta nuclear.

Como consecuencia, las centrales de ciclo combinado empezaron a quemar gas en grandes proporciones, por lo que el descenso del consumo convencional (un -21,4% en 2022 respecto al año anterior, según Enagás, el gestor técnico del sistema) se compensó con el aumento del hidrocarburo utilizado para la producción eléctrica (un +52,7%), en gran parte para satisfacer la demanda gala, e impidió un recorte más importante del consumo total.

El Gobierno matiza a Eurostat

Como se explica con detalle este artículo publicado por estas mismas fechas del año pasado, el Gobierno elevaba entonces el ahorro respecto al período de referencia hasta el 23%, el doble que Bruselas, al no tener en cuenta el consumo para la producción eléctrica dedicada a la exportación. Este, aseguran desde el Ministerio de Transición Ecológica, no se debería imputar a la demanda española, sino al esfuerzo de solidaridad de nuestro país con el resto del continente. Sin embargo, la metodología empleada por la oficina estadística europea lo incluye, de ahí que los datos oficiales sean negativos para España: "Eurostat imputa como consumo de gas una energía que en realidad se transforma en electricidad y se exporta a otros países, contribuyendo así a la seguridad suministro de la UE".

España también falló el segundo año, pese a que el tope al gas ha dejado de aplicarse

Las mismas fuentes del departamento dirigido por Teresa Ribera recuerdan que el reglamento comunitario introducía salvaguardias para garantizar el suministro eléctrico de los Estados interconectados, que Eurostat obvia. Desde ese punto de vista, aseguran, España habría cumplido "holgadamente" sus compromisos. "La producción de los ciclos combinados de gas fue indispensable para garantizar el abastecimiento de Portugal, con una fuerte reducción de su producción energética por la sequía, y de Francia, con una buena parte de sus centrales nucleares en revisión. España llegó a cubrir el 25% de la demanda portuguesa y el 4,5% de la francesa e invirtió el sentido del flujo en la frontera por primera vez en muchos años, convirtiéndonos en exportadores", añaden.

Siempre según Eurostat, España no cumplió ese primer año, y tampoco lo ha hecho este segundo, pese a que el tope al gas ya no se ha aplicado —debido a la bajada del precio del hidrocarburo — y las exportaciones de electricidad a Francia han disminuido sensiblemente, ante la reactivación de su planta nuclear. De hecho, la demanda convencional aumentó en 2023 un 1,5% respecto a 2022, mientras que la de las centrales de ciclo combinado se desplomó un 30,7%.

La debilidad de la señal de precio

La excusa esgrimida el primer año ya no vale para el segundo, que apunta más bien a una recuperación de la demanda como consecuencia del abaratamiento del gas. La menor dependencia española de Rusia, gracias a la mayor diversidad de sus proveedores, ha contribuido a ello, y le ha permitido ir consolidando un diferencial negativo de precios respecto al resto del continente. Con el hidrocarburo más económico, muy especialmente para los hogares —gracias a las medidas aprobadas por el Gobierno, como la reducción del IVA o el tope al encarecimiento de la tarifa regulada—, la señal de precios se diluye, y, por tanto, no se desincentiva el consumo como sería deseable.

Sea por la razón que sea, lo cierto es que nuestro país no solo no ha cumplido el objetivo, sino que se sitúa a la cola de Europa. Y la Comisión, que aplaude a España en otros aspectos de su gestión de la crisis energética, ha señalado esta carencia en un reciente informe. Dos años después del inicio del programa REPowerEU para reducir la dependencia del gas ruso, el Ejecutivo comunitario ha sacado una serie de fichas por países para hacer balance de los avances (aquí puede consultar la del nuestro). España ha evolucionado bien en el llenado de reservas de gas o el desarrollo de infraestructuras energéticas, pero no en la modernización de la red eléctrica, por ejemplo. Tampoco en el ahorro de hidrocarburo.

Foto: La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. (EFE/Olivier Hoslet)

Según este informe oficial, la cuarta economía del euro ha reducido su demanda un 12% en el período que va de agosto de 2022 a enero de 2024, seis puntos por debajo de la media y a tres del objetivo voluntario. Es el quinto país con peor desempeño, tras Malta, Irlanda, Polonia y Eslovenia. Los datos coinciden con los de IEEFA y Eurostat, y contradicen los del Gobierno, que dejó de publicar la actualización de los indicadores ligados al Plan + Seguridad Energética en marzo del año pasado.

Pese a la buena evolución de los precios y la contención de la demanda en el conjunto del continente, que corrobora el éxito de la estrategia para reducir la dependencia rusa y diversificar los proveedores, los ministros de Energía de la Unión Europea acordaron el pasado 4 de marzo prorrogar un año más el objetivo de ahorro del 15% respecto al período de referencia, que sigue siendo el mismo (abril de 2017- marzo de 2022). Esto permitiría, según denuncia IEEFA, aumentar el consumo un 4,4% con relación al curso 2023/2024.

Entre los firmantes estaba la española Teresa Ribera, flamante candidata del PSOE a los comicios comunitarios del próximo 9 de junio y con gran ascendencia en Bruselas por su defensa de las energías limpias, pero que hasta ahora ha fallado a la hora de reducir la demanda de gas y electrificar la economía. El año que viene se verá si a la tercera va la vencida para España; si la apuesta del presidente Pedro Sánchez triunfa, ella lo hará como comisaria de Energía.

España ha vuelto a infringir su compromiso adquirido con Bruselas para la reducción del consumo de gas. Por segundo año consecutivo, nuestro país no ha llegado a la reducción del 15% a la que se acogió voluntariamente, y se consolida como uno de los más incumplidores del continente, según las estadísticas oficiales europeas.

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