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La crisis energética deja a la industria española una factura equivalente al gasto anual en Defensa
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17.000 millones de euros

La crisis energética deja a la industria española una factura equivalente al gasto anual en Defensa

El encarecimiento de gas, electricidad y combustibles en el bienio 2021-2022 lastra la competitividad de las manufacturas nacionales, todavía lejos de los niveles prepandemia

Foto: Planta de ArcelorMittal en Gijón. (EFE/J.L.Cereijido)
Planta de ArcelorMittal en Gijón. (EFE/J.L.Cereijido)
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El debate del presente está en los precios negativos de la luz —que podrían frenar la inversión en renovables— y el del futuro, en la oportunidad de oro que se le presenta a España para atraer industria gracias a los bajos costes de las energías limpias. Pero el pasado todavía está muy presente, sobre todo si se mira a las tablas del INE. Y deja una profunda cicatriz en la industria nacional.

Según la Encuesta de consumos energéticos, publicada este lunes por el Instituto Nacional de Estadística, la crisis energética del fatídico bienio 2021-2022 —empezó con la escalada de la luz a la salida de la pandemia y acabó trasladándose al gas y a los combustibles, especialmente tras la invasión de Ucrania— tuvo un impacto en los costes del sector secundario español similar al gasto anual de nuestro país en Defensa: cerca de 17.000 millones de euros.

El dato resulta muy sencillo de calcular, dada la estabilidad de la serie histórica del INE, que comienza en 2015. Tanto en ese año como en 2017 y 2019 —hasta esta última entrega, solo se daban cifras bienales—, los consumos fueron muy similares, como se puede apreciar en el gráfico. El conjunto de las actividades extractivas y manufactureras empleaba energía por montantes en torno a los 11.000 millones de euros en cada ejercicio.

Sin embargo, todo cambió con la pandemia y, muy especialmente, con la crisis inflacionista posterior, que disparó los consumos por una de las dos vías posibles: el precio de la materia prima, no el empleo más intensivo de la misma. Así lo corrobora el propio INE en una nota de prensa: "Estos crecimientos están afectados por el encarecimiento del coste de la energía durante 2022, en particular en electricidad y gas". La primera fue la que supuso el mayor esfuerzo adicional para las manufacturas nacionales.

En 2021, todavía durante los primeros pasos de la espiral, los consumos totales de energía superaron los 14.200 millones de euros, unos 3.000 más de lo habitual. Y en 2022, ya con la crisis en plena eclosión ante la guerra de Ucrania y el cierre del grifo del gas ruso, se desbocaron hasta cerca de 24.700 millones, casi 14.000 más de lo que solía ser común. Si se toma como referencia 2019, último año de normalidad antes de la pandemia, el esfuerzo que tuvo que hacer la industria española para abastecerse de imputs energéticos aumentó un 27% en el primer año de esta década y un espectacular 120% en el segundo. En otras palabras: la factura del sector secundario nacional se duplicó con creces durante el fatídico 2022.

Como resulta obvio, se incrementó más en los sectores más intensivos en energía. La metalurgia es el mejor ejemplo: pasó de casi 1.700 millones de euros en 2019 a 4.300 millones en 2022, un alza del 157%. Eso a pesar de que algunos hornos protagonizaron paradas más o menos puntuales, al no salirle rentable la producción debido a los elevadísimos precios.

Pérdida de competitividad

El shock del bienio 2021-2022 se ha traducido en una pérdida de competitividad, pese a haberse originado por motivos completamente exógenos: la volatilidad extrema de la energía en los mercados internacionales, con récords históricos para la electricidad, el gas y los combustibles. Otros Estados europeos han aguantado mejor el envite, a pesar de su mayor dependencia de Rusia. Así lo demuestra el índice de competitividad del Banco de España, medido con precios industriales (a mayor valor, menor es la competitividad del país). Mientras que en 2019 se situaba en 111,1 respecto a la eurozona, en 2022 se disparó a 115. La mejora del año pasado, en medio de un repliegue generalizado de los precios de la energía, no ha servido para regresar a los niveles previos a la pandemia. La comparación con el resto de naciones industrializadas arroja datos similares.

Es lógico que España, como parte de la Unión Europea, haya sufrido más la crisis energética que otras economías desarrolladas. Sin embargo, resulta muy extraño que los precios industriales nacionales resulten menos competitivos ahora que antes de la crisis respecto a los de sus socios de la eurozona. La explicación podría estar en los excepcionales programas públicos de apoyo a las industrias desplegados por las grandes potencias comunitarias, frente a los que las ayudas españolas para hacer frente al incremento de los precios energéticos palidecen. Según el laboratorio de ideas Bruegel, nuestro país destinó entre septiembre de 2021 y enero del 2023 el 3,4% de su PIB a ayudas a familias —especialmente— y empresas para paliar los efectos de la crisis, en contraste con el 5,2% de Italia, el 4,4% de Alemania o el 3,7% de Francia.

Las factorías españolas han capeado el temporal peor que la de los países vecinos, como demuestran los datos de producción industrial de Eurostat. El volumen de las manufacturas cerró 2023 un 0,4% por debajo de los niveles previos a la pandemia, mientras que en el conjunto de la eurozona ya está un 1,5% por encima. España no es una excepción entre las grandes potencias —todas en números rojos—, pero su robusto crecimiento económico frente a la atonía de las locomotoras comunitarias —especialmente Alemania— se debe al mayor peso de los servicios, verdaderos artífices de la recuperación, frente a una industria que todavía presenta cifras muy discretas.

Los precios industriales ya se han normalizado, y se mantienen estables respecto al año pasado si se elimina de la ecuación el desplome causado por el abaratamiento de la energía. Pero el daño para el sector está hecho y, a la vista de los datos, tardará años en revertirse. Las industrias del papel, artes gráficas, química, otros productos minerales no metálicos, metalurgia, hierro y acero son las que más lejos se encuentran de los niveles de producción prepandemia. Todas tienen una característica en común: están entre las más intensivas en energía.

El debate del presente está en los precios negativos de la luz —que podrían frenar la inversión en renovables— y el del futuro, en la oportunidad de oro que se le presenta a España para atraer industria gracias a los bajos costes de las energías limpias. Pero el pasado todavía está muy presente, sobre todo si se mira a las tablas del INE. Y deja una profunda cicatriz en la industria nacional.

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