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En busca del 'nini' perdido: ¿adónde ha ido un millón de jóvenes que antes no hacía nada?
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9 PUNTOS MENOS EN UNA DÉCADA

En busca del 'nini' perdido: ¿adónde ha ido un millón de jóvenes que antes no hacía nada?

La vitalidad del mercado laboral y el 'boom' de la FP explican los datos, pero también se ha producido un profundo cambio cultural que supone la mejor garantía ante futuras crisis

Foto: Alumnos de FP de mecánica de la automoción en Santander. (EFE/Esteban Cobo)
Alumnos de FP de mecánica de la automoción en Santander. (EFE/Esteban Cobo)
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Las plazas, bancos y parques de España están de luto. El nini, ese joven de pirsin en el labio, gimnasio en el cuerpo y litrona (o algo peor) en la mano que poblaba los barrios españoles durante la década pasada, ha dejado huérfanos a sus némesis: los jubilados. Últimamente, los mayores ya no tienen con quien compartir las calles durante los días laborables: los jóvenes se han esfumado, tras cambiar el chándal por el mono de trabajo o el uniforme de los estudios. Aquellos que ni estudian ni trabajan -muchos de ellos sin pirsin, sin gimnasio y sin litrona: simplemente con pocas oportunidades- son menos que nunca, en uno de los grandes éxitos de España durante los últimos años. ¿A dónde han ido todos esos chicos y chicas que antes no hacían nada?

Para buscar al nini perdido, primero hay que saber cuántos son. Según los datos publicados por Eurostat esta semana, el 13,3% de los jóvenes españoles de entre 15 y 34 años estaba en esa situación en 2023. Con las cifras de población por edades del Instituto Nacional de Estadística (INE), estaríamos hablando de 1,35 millones de personas, aproximadamente. En 2014, durante lo peor de la Gran Recesión, el porcentaje se elevaba al 22,4%, lo que equivaldría a unos 2,44 millones. En una Europa que ha ido mejorando mucho, España es uno de los países con mejor desempeño, y casi iguala ya a una Francia de la que hace una década le separaba un abismo.

La diferencia con 2014 resulta notable: ahora hay 1,1 millones de ninis menos. Sin embargo, la cifra tiene trampa: durante este tiempo, la población entre 15 y 34 años ha caído en unas 720.000 personas, por lo que una parte de esa diferencia se debe al factor demográfico. Si el porcentaje de ninis se hubiese mantenido estable a lo largo de la década, con la población actual habría que tener unos 160.000 menos que hace 10 años; es decir, unos 940.000 más que ahora. Esa es la cifra que se ha escabullido, la de los jóvenes que han seguido un patrón distinto al de sus hermanos mayores. O, dicho de una forma reduccionista: la de los Z que han adelantado a los millennials.

Para no permanecer en casa -o en la calle-, existen dos grandes opciones: o se está estudiando o se está trabajando. Allí, en las fábricas y oficinas y en las aulas, es donde hay que buscar al nini perdido. Como casi siempre, no existe un único factor: si hay menos que ni estudian ni trabajan es porque hay más que estudian y más que trabajan. Pero sobre todo por lo segundo.

La clave es el mercado laboral

El mercado laboral es el que marca la gran diferencia entre la situación de hace una década y la actual. Para comprobarlo, nada mejor que acudir a la Encuesta de Población Activa (EPA) del INE. Se comparan trimestres equivalentes (en este caso, el primero), para eliminar el efecto de la estacionalidad en el empleo: actualmente hay 5,26 millones de ocupados de entre 16 y 34 años, mientras que en 2014 la cifra era de 4,59 millones. En solo 10 años, España ha ganado 670.000 trabajadores jóvenes... y ha perdido 670.000 ninis, tres de cada cuatro de los que faltan.

La mayor vitalidad laboral, en una coyuntura positiva caracterizada por la creación de empleo, es una de las causas de este éxito. Como suele ocurrir en un mercado de trabajo donde los más jóvenes obtienen puestos más precarios -y, por tanto, con menor estabilidad y más ligados al ciclo económico, especialmente en el sector servicios-, estos han sido los más beneficiados de la recuperación de la economía española. Aunque el dato de paro juvenil sigue siendo el más alto de Europa, se ha desplomado 23 puntos en la última década: al cierre de 2014, más de la mitad de los menores de 25 años estaba en sin empleo, mientras que al cierre de 2023 esa cifra se situaba en el 28,4%.

El 'boom' de la FP

Más allá del ciclo económico, el posible efecto de las reformas legislativas (especialmente la laboral) y el refuerzo de las políticas activas de empleo, otro factor que ha podido incrementar las posibilidades de encontrar trabajo es la formación. Mientras los jóvenes están estudiando, evitan convertirse en ninis, pero un mayor nivel educativo también les da más posibilidades para no caer en la nada una vez finalicen sus estudios. La preparación académica o profesional constituye, por lo tanto, un doble escudo frente a la posibilidad de convertirse en nini.

Las cifras hablan por sí solas. Según la estadística sobre el alumnado matriculado en enseñanzas no universitarias, que elabora el Ministerio de Educación, el número total de alumnos de formación profesional pasó de 692.000 a 877.000 entre los cursos 2014/2015 y 2022/2023. En otras palabras: una de cada cinco ninis perdidos (alrededor de 185.000) han ido a parar a las aulas de FP. La apuesta por esta modalidad, de mayor inserción laboral, se antoja la otra gran clave del éxito del sistema español.

Con estos datos, solo queda un grupo marginal, que no llega a 100.000 personas, que se podría explicar por otras causas, principalmente la mayor matriculación universitaria, además de en otro tipo de actividades formativas. Efectivamente, los alumnos que cursan estudios de grado se han incrementado en más de 30.000 durante la última década, aunque, a diferencia de la FP, la estadística no muestra una tendencia clara. La estabilización del número de los matriculados en Bachillerato, mientras la población entre 15 y 19 años crecía un 15%, permite deducir que aquí no está la clave.

No se trata tanto de que haya más que vayan a la universidad, como de que permanezcan más tiempo en ella. La necesidad de una creciente especialización para acceder al mercado laboral ha disparado los estudios de posgrado, según la estadística del Ministerio de Universidades. Juntos, los másteres y doctorados suman unos 140.000 inscritos más que hace una década, pese al intenso descenso de la población en la segunda parte de la veintena y la primera mitad de la treintena, que es el público objetivo de los mismos. No todos los ninis son adolescentes iletrados, ni mucho menos: el tercer factor de la mejora apunta a un grupo inesperado, que se podría caracterizar como el de los universitarios que antes se iban al paro y ahora optan por prolongar sus estudios si no encuentran trabajo.

Un cambio cultural

El éxito español se debe, por tanto, a la combinación de dos factores: un mayor dinamismo del mercado laboral y un cambio cultural que orienta a los adolescentes que antes no hacían nada hacia la FP y a los universitarios que temen el salto al vacío hacia una mayor formación para conseguir mejores oportunidades en el futuro. Esto crea un círculo virtuoso que, a su vez, favorece su inserción laboral.

Los datos de abandono temprano de la educación, que han caído más de ocho puntos en la última década, según la EPA, corroboran esta teoría. Durante las épocas de bonanza, como la burbuja inmobiliaria, estas cifras estuvieron disparadas, ya que para muchos merecía la pena abandonar las aulas para forrarse en la obra. Con su pinchazo, el descenso resultó vertiginoso, ante las dificultades para insertarse en el mundo laboral. Pero España ha conseguido que, ahora que el mercado de trabajo encadena varios años de gran dinamismo, las cifras de fracaso escolar sigan prácticamente estabilizadas. La mayor propensión al estudio se ha mantenido.

Habrá que ver lo que ocurre cuando la economía vuelva a flojear, pero es probable que el porcentaje de ninis no se dispare, como sí ocurrió durante la Gran Recesión. Cada vez más jóvenes tienen una formación profesional que les puede ayudar a reciclarse, o ven con normalidad -también sus familias- la opción de seguir estudiando si las cosas vienen mal dadas. Un último dato: según el Ministerio de Educación, de los seis puntos que ha crecido la ocupación en la última década entre los jóvenes de 15 a 29 años, cinco corresponden a aquellos que continúan su formación. Esa es la mejor garantía de que, más allá de la coyuntura, se ha producido un cambio cultural profundo.

Las plazas, bancos y parques de España están de luto. El nini, ese joven de pirsin en el labio, gimnasio en el cuerpo y litrona (o algo peor) en la mano que poblaba los barrios españoles durante la década pasada, ha dejado huérfanos a sus némesis: los jubilados. Últimamente, los mayores ya no tienen con quien compartir las calles durante los días laborables: los jóvenes se han esfumado, tras cambiar el chándal por el mono de trabajo o el uniforme de los estudios. Aquellos que ni estudian ni trabajan -muchos de ellos sin pirsin, sin gimnasio y sin litrona: simplemente con pocas oportunidades- son menos que nunca, en uno de los grandes éxitos de España durante los últimos años. ¿A dónde han ido todos esos chicos y chicas que antes no hacían nada?

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