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¿Somos 'vagos' o nos faltan recursos? El debate de por qué EEUU es más rico que Europa
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EL EURO NO HA CAMBIADO NADA

¿Somos 'vagos' o nos faltan recursos? El debate de por qué EEUU es más rico que Europa

De un lado están los que atribuyen la brecha a las horas trabajadas. Del otro, quienes la achacan a la baja productividad por falta de inversión y 'stock' de capital. ¿Quién tiene razón?

Foto: Ursula Von der Leyen y Joe Biden. (Reuters/Evelyn Hockstein)
Ursula Von der Leyen y Joe Biden. (Reuters/Evelyn Hockstein)
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Estados Unidos es más rico que la Unión Europea. Lo ha sido siempre desde que ambos bloques se pueden comparar, es decir, desde la creación de esta última sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Pero la brecha entre ellos, que a finales del siglo pasado se estrechaba, ahora tiene visos de perpetuarse. Incluso se está agrandando, si lo que se tiene en cuenta son únicamente los países del euro. La cuestión ha suscitado un enorme debate en los últimos tiempos, hasta el punto de que las instituciones comunitarias han encargado sendos informes a Mario Draghi y Enrico Letta, dos ex primeros ministros italianos de perfil tecnocrático y europeísta, para encontrar la receta de la competitividad. En el día en que la UE se juega su futuro para los próximos años, conviene preguntarse por las causas que nos han llevado hasta aquí.

Para abordar la discusión, antes de nada conviene alejarse del alarmismo. Como se explica con detalle en este artículo, la conmoción que recorre los pasillos de Bruselas cada vez que se muestra el gráfico maldito no es más que una sugestión. La Unión Europea no ha pasado en la última década de tener el 90% del PIB per cápita de Estados Unidos a solo las dos terceras partes, como hasta el diario londinense Financial Times llegó a referenciar.

El economista húngaro Zsólt Darvas desmontaba el desastre en un artículo para el laboratorio de ideas Bruegel, de referencia en la capital comunitaria: estos datos, que muestran cómo la brecha se ha convertido en abismo tras la Gran Recesión de la década pasada, no tienen en cuenta la evolución de las divisas. El euro ha perdido mucho valor respecto al dólar, así que en paridad de poder de compra, las cosas se han mantenido prácticamente iguales desde el inicio del siglo XXI.

Los investigadores Sébastien Bock, Aya Elewa, Sarah Guillou, Mauro Napoletano, Lionel Nesta, Evens Salies y Tania Treibich, del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas —ligado a la prestigiosa universidad parisina de Sciences Po—, no cometen el mismo error. En su artículo Documenting the Widening Transatlantic Gap (Documentando la creciente brecha transatlántica), publicado recientemente, miden la diferencia entre la riqueza de ambas economías en precios constantes de 2015 y paridad de poder de compra. No hay trampa ni cartón, y tampoco sorpresas: el PIB per cápita de Estados Unidos y la Unión Europea evolucionó de una manera muy similar en las dos primeras décadas del siglo XXI (2000-2019), con un incremento medio anual del 1,2%.

¿Por qué hablan entonces los autores de una brecha creciente? Hay dos matices importantes. En primer lugar, como se puede apreciar en el gráfico, la tendencia a grandes rasgos ha sido hacia cerrar el diferencial durante la primera década, caracterizada por la expansión económica, y a incrementarlo durante la segunda, muy marcada por los estragos de la crisis financiera. La evolución de la Unión Europea y Estados Unidos ha sido distinta a lo largo de las dos décadas que precedieron a la pandemia de coronavirus, pero para llegar al mismo punto: la riqueza de los Veintisiete se sitúa, aproximadamente, en el 68% de la de sus aliados a la otra orilla del Atlántico.

En segundo lugar, la evolución de los socios de la moneda única ha sido peor que la del conjunto del bloque. La crisis del euro, especialmente en unos países del Sur muy endeudados, ha podido influir en ese decalaje, pero también el beneficio que supuso la entrada en la Unión Europea para naciones como Rumanía, Bulgaria, Polonia o Hungría, que protagonizaron la ampliación hacia el Este entre 2004 y 2007. Desde entonces, están entre las economías que más crecen, a pesar de no usar la divisa común. En la eurozona, el PIB per cápita solo ha avanzado a un ritmo del 0,9% anual, por lo que la brecha con Estados Unidos se ha agrandado, al pasar de los 10.000 dólares del año 2000 a los 15.000 de 2019.

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Los socios de la moneda única apenas superan el 72% de la riqueza de la primera potencia mundial, frente al 78% que llegaron a alcanzar a principios de siglo. Las diferencias entre ellos son notables: mientras Alemania se mantiene igual, el desplome de España, Francia y, muy especialmente, Italia resulta notable. En este último caso, el PIB per cápita se ha mantenido congelado, lo que supone quedarse muy atrás mientras los demás avanzan. En el de España, el ritmo medio de crecimiento del 0,8% anual, muy condicionado por los infaustos años de la crisis, resulta insuficiente para reducir la brecha, que se ha agrandado unos cinco puntos durante el período estudiado (2000-2019).

La evolución de los diferentes países no resulta casual. Al menos esa es la tesis de los autores, que tratan de responder a la pregunta que todos se hacen en Bruselas: ¿por qué Estados Unidos es más rico que Europa y esta no es capaz de reducir la brecha que los separa?

La teoría del tiempo libre

En su artículo en Bruegel, Darvas daba una explicación muy plausible: la clave se encuentra en el PIB que produce cada trabajador y, muy especialmente, cada hora trabajada. Según este razonamiento, la diferencia entre ambas potencias es, básicamente, una cuestión relacionada con el mercado laboral, no con la productividad. De hecho, si se obvia el factor de que hay menos europeos trabajando y cada uno de ellos trabaja menos que un estadounidense, la diferencia se reduce notablemente: el PIB comunitario por trabajador es un 79% del de Estados Unidos, mientras que por hora trabajada roza el 83%. En ambos casos, está en niveles muy superiores al PIB per cápita y también a los que registraban estos mismos indicadores a principios de siglo.

La brecha, dice el economista húngaro, en realidad se estaría cerrando, pero no se nota porque los europeos cada vez tenemos una mayor preferencia por el tiempo libre: "Algunas naciones de Europa occidental y septentrional parecen valorar el tiempo libre y prefieren trabajar menos horas, obteniendo así ingresos más bajos, incluso si en muchos de estos países los trabajadores producen cantidades iguales o mayores en una hora que los trabajadores de Estados Unidos". Alemania es el mejor ejemplo: en la nación europea que menos horas se trabaja al año, el PIB por hora trabajada superó en 2023 al de Estados Unidos.

Los autores de Sciences Po no son tan optimistas, y prefieren buscar la explicación a la brecha en otro lugar. Al fin y al cabo, incluso si se utiliza el cálculo de Darvas para las horas trabajadas, el diferencial con Estados Unidos sigue siendo de 17 puntos. Es probable que los europeos seamos más vagos —en el sentido positivo que refleja el modo de vida de nuestro continente, con unos estándares de bienestar incomparables con los del otro lado del charco—, pero también es cierto que tenemos menos recursos a nuestra disposición. Y ese sí que es un problema que afecta directamente a la productividad.

La teoría del capital

Bock y compañía estudian la evolución del stock de capital por trabajador para intentar entender por qué la Unión Europea produce menos que Estados Unidos y no es capaz de cerrar el gap. Llegan a la siguiente conclusión: "La eficiencia productiva está en el centro de la brecha cada vez mayor que padece Europa".

Para ello, se basan en la descomposición de los 1,2 puntos que, de media, se incrementó el PIB per cápita cada año en ambas potencias entre 2000 y 2019. En Estados Unidos, la productividad por hora trabajada contribuyó con 1,5 puntos, mientras que el número de horas trabajadas restó tres décimas. En Europa, la productividad aportó 1,1 puntos y las horas trabajadas una décima. Esto último se debe a que, mientras el número medio de horas trabajadas por cada empleo disminuyó en ambos casos, el número de empleos per cápita aumentó en la UE, frente al descenso de Estados Unidos. En la eurozona, ocho de las nueve décimas fueron aportadas por la productividad, mientras que las horas trabajadas tuvieron un efecto neutro.

En resumen: la brecha de riqueza no se mantiene porque, a pesar de ser más productivos, cada vez seamos más vagos —los estadounidenses también lo son—, sino porque, a pesar de que cada vez hay más europeos y menos estadounidenses trabajando, la productividad por hora de los primeros ha aumentado menos que la de los segundos. La explicación no hay que buscarla, por tanto, en una mayor preferencia por el tiempo libre, sino en los factores que explican la creciente diferencia de productividad.

En ese sentido, los autores exploran las cifras de inversión en capital tangible e intangible, que han sufrido una evolución dispar a un lado y al otro del charco. Estados Unidos se come a Europa en lo cuantitativo, pero también en lo cualitativo: cada vez mete más dinero en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en investigación y desarrollo, en software o en propiedad intelectual, que son las áreas clave para ganar productividad, mientras que la eurozona mantiene una composición de sus desembolsos similar a la de hace dos décadas. "El bajo nivel de capital TIC por empleo europeo nos parece el más preocupante, ya que representa apenas el 20% del capital TIC de un empleo estadounidense. En Europa, la inversión por empleo se mantiene entre 500 y 700 euros al año por empleado durante todo el período, mientras que en Estados Unidos alcanza los 2.500 euros", destacan los investigadores. Pero la brecha resulta generalizada.

El impacto de los recortes

Como se puede ver en el gráfico anterior, la eurozona mantiene un nivel de inversión en activos tangibles muy similar al de hace 20 años, mientras que Estados Unidos lo ha aumentado casi un 30%. Como consecuencia, cada trabajador estadounidense dispone de 122.000 euros de stock de capital, frente a los 93.000 del bloque de la moneda única. La evolución de ambas potencias resultó muy similar hasta que llegó la crisis del euro. "Desde 2012, la inversión tangible por puesto de trabajo en la zona euro ha sido sistemáticamente inferior que en Estados Unidos", resumen el estudio. El impacto de los recortes de los gobiernos y las empresas, que siempre empiezan por el largo plazo, resulta palpable.

Con la inversión intangible, cada vez más importante para las compañías, sucede algo similar: no solo ha crecido más rápidamente en Estados Unidos que en la eurozona, sino que cada trabajador estadounidense dispone de 3,5 veces más de este tipo de capital que su equivalente europeo. "La mayor tasa de crecimiento se observó en software y bases de datos en todos los países. Esta tasa fue dos veces mayor en Estados Unidos que en la eurozona para I+D, organización y propiedad intelectual", añaden los autores.

Para ellos, la clave de que Europa siga por detrás se halla en este déficit de capital, que se va agrandando a media que la potencia norteamericana acelera más sus desembolsos frente a la timidez del bloque del euro: "El bajo nivel de inversión tangible —sobre todo en TIC— e intangible en la zona euro en comparación con Estados Unidos debe considerarse en el contexto de una dinámica de productividad más sostenida al otro lado del Atlántico. El aumento de la productividad intrasectorial es el resultado de la innovación, ya sea impulsada por empresas nuevas o existentes. La innovación es el resultado de considerables inversiones pasadas, a menudo de varios años, tanto intangibles cuando hablamos del proceso de invención stricto sensu como tangible cuando se trata de traducir las invenciones en innovación".

La Estrategia de Lisboa, constatan, se ha revelado un fracaso: Europa no solo no se convirtió en la economía más competitiva del mundo en 2010, como habían esbozado los líderes comunitarios en el tránsito hacia el nuevo milenio, sino que sigue perdiendo comba. Para solucionarlo, los investigadores demandan más inversión en los sectores TIC y en activos intangibles, cuya brecha no se puede explicar únicamente, argumentan, por la ausencia de un sector tecnológico como el de Estados Unidos, sino también por la falta de integración del mercado de capitales comunitario. Enrico Letta sabe bien de lo que hablan: en su reciente informe nos recordó que el ahorro europeo se está canalizando hacia fondos norteamericanos, y muchos de ellos lo utilizan para hacerse con empresas continentales, que acaban subordinadas a los intereses de la primera potencia global. Al final, lo que marca la diferencia no es tener una mayor preferencia por el tiempo libre, sino una tendencia innata por pegarnos tiros en el pie.

Estados Unidos es más rico que la Unión Europea. Lo ha sido siempre desde que ambos bloques se pueden comparar, es decir, desde la creación de esta última sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Pero la brecha entre ellos, que a finales del siglo pasado se estrechaba, ahora tiene visos de perpetuarse. Incluso se está agrandando, si lo que se tiene en cuenta son únicamente los países del euro. La cuestión ha suscitado un enorme debate en los últimos tiempos, hasta el punto de que las instituciones comunitarias han encargado sendos informes a Mario Draghi y Enrico Letta, dos ex primeros ministros italianos de perfil tecnocrático y europeísta, para encontrar la receta de la competitividad. En el día en que la UE se juega su futuro para los próximos años, conviene preguntarse por las causas que nos han llevado hasta aquí.

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