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España pierde una década en innovación: Croacia y Estonia ya nos han adelantado
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Un problema estructural

España pierde una década en innovación: Croacia y Estonia ya nos han adelantado

Un informe de la Comisión Europea muestra un estancamiento de la innovación en España en la última década, que se queda rezagada respecto a la media comunitaria

Foto: Imagen del Pabellón de España en el MWC de Barcelona. (EFE/Quique García)
Imagen del Pabellón de España en el MWC de Barcelona. (EFE/Quique García)
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La economía española ha experimentado importantes cambios en la última década que van desde el superávit de la balanza por cuenta corriente hasta el desplome de la construcción. Pero algo permanece sin cambios: el bajo nivel de innovación que incorpora el tejido. En estos años no se ha producido avance alguno, lo que ha provocado que España se quede atrás respecto del resto de países desarrollados. Este déficit inversor determina la existencia de puntos débiles en la economía española, como son la baja productividad, la precariedad en el empleo o la ausencia de convergencia con la Unión Europea.

Los datos proceden del Indicador de Resultados de Innovación (IOI, por sus siglas en inglés), un índice elaborado por el Centro Común de Investigación, dependiente de la Comisión Europea y que mide el nivel de absorción de la innovación por parte del tejido productivo. Esto es, no sólo tiene en cuenta la I+D desarrollada por las propias empresas, sino también la adquirida para potenciar su producción.

El estudio sitúa a España entre los peores puestos no sólo de Europa, también de los países desarrollados del mundo. Dentro de la UE de los 27, España ocupa el puesto 20, por detrás de Croacia y por delante de Lituania. Y a nivel global, se sitúa en la posición 32 de los 46 analizados. En esta última década ha sido adelantada por Croacia y por Estonia, lo que refleja el bajo nivel innovador que tiene actualmente en la economía española.

En líneas generales, el estudio refleja la existencia de tres grandes problemas en España: la escasa participación de los sectores punteros, la escasez de empresas en la frontera del conocimiento y la cantidad de empresas que no incorporan activos ni procesos innovadores. Esto da, como resultado, un tejido productivo de escaso valor añadido y obsoleto que complica la convergencia de España con los países líderes.

Sectores y empresas punteras

En primer lugar, destaca el escaso arraigo de los sectores punteros, que tienen una participación en el PIB muy inferior a la media europea. En su lugar, abundan las empresas de servicios de bajo valor añadido, desde la hostelería hasta el comercio, transporte, ocio... Esta especialización de la economía está siendo muy beneficiosa en la crisis actual, ya que el turismo está siendo el gran motor de la actividad en Europa. Sin embargo, la hostelería genera un crecimiento extensivo y no intensivo: crea mucho empleo pero tiene dificultades para generar ganancias de productividad.

Apenas un 13% de los trabajadores del sector privado está ocupado en actividades intensivas en conocimiento, dos puntos y medio menos que el promedio de la Unión Europea. Si se compara con los países líderes en este indicador, que son Luxemburgo, Nueva Zelanda, Irlanda y Korea, España está en menos de la mitad.

El segundo problema de España, que es aún más grave, es el escaso número de empresas consideradas innovadoras. Este indicador tiene en cuenta tantas compañías que realizan inversiones en I+D como aquellas que incorporan procesos y negocios innovadores. Esto es, empresas que absorben las mejores prácticas de gestión interna para mejorar la eficiencia, la eficacia o la productividad.

Este es el indicador en el que España sale peor parada, situándose en la quinta peor posición de los 46 países analizados. En concreto, apenas un tercio de las empresas son consideradas dentro de la categoría de innovadoras en España, 18 puntos menos que la media comunitaria y menos de la mitad de los países líderes, como Dinamarca, Finlandia, Noruega o Bélgica. No es, por tanto, un problema de escasez de recursos en las empresas para invertir, sino de cultura empresarial para incorporar los mejores procesos internos.

Este problema está directamente relacionado con el bajo nivel formativo de los directivos y empresarios españoles, un problema muy diagnosticado por la literatura económica. Si no existen empresas que incorporen los procesos más innovadores, es difícil que España pueda converger en productividad con los países líderes.

El tercero de los problemas de España es la escasez de inversión en I+D en la última década. En estos años las empresas han priorizado el desapalancamiento que generaron durante los años de la burbuja financiera. Esto explica, al menos en parte, que las empresas españolas apenas hayan realizado patentes en estos años. Por cada millón de habitantes hay 40 patentes, menos de la mitad que la Unión Europea, donde supera las 85 patentes. En los países líderes, Korea, Japón y Suiza, el número de patentes supera las 350 por cada millón de habitantes. Este indicador muestra hasta qué punto España está lejos de la frontera del conocimiento y tiene escasa capacidad de generar nuevos activos o procesos.

La exportación se salva

Tras la crisis financiera que devastó la demanda interna en España, las empresas tuvieron que abrir mercados extranjeros para colocar su producción. Este fue el salvavidas de la economía española y obligó a muchas empresas a mejorar sus procesos e innovar. Y esto ha ocurrido tanto en la industria como en los servicios de alto valor añadido.

El informe analiza qué parte del valor añadido de las exportaciones de alto contenido tecnológico está producido dentro del país. Esto es, la creación de cadenas de valor internas capaces de generar bienes y servicios competitivos a nivel global. En total, el 32% del valor añadido de las exportaciones de manufacturas con un contenido tecnológico alto o medio/alto está producido dentro del país, cuatro puntos más que la media de la UE. En el caso de los servicios, la distancia es de dos puntos porcentuales.

Foto: Rafel Myro posa para El Confidencial. (A. M. V.)
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Esto significa que buena parte de los ingresos generados por las exportaciones se quedan dentro del país. Aun así, España sigue lejos de los países líderes en esta materia, que suelen ser islas, como Japón o Islandia, ya que sus importaciones son más caras y sale más rentable generar internamente toda la cadena de valor.

Los resultados del informe son motivo suficiente para una profunda reflexión sobre las bases del crecimiento que tiene España. Es cierto que la especialización en turismo ha protegido al país de la crisis europea, pero a medio plazo no será una solución para mejorar la productividad y, en definitiva, los salarios. Es probable que los datos de este indicador empeoren cuando se publiquen las revisiones correspondientes a los años 2023 y 2024, en los que el turismo sigue creciendo por encima de la media del resto de sectores.

Pero España tiene una gran oportunidad a medio y largo plazo con la transición energética. La abundancia de sol y viento colocan a la península ibérica como un polo natural de generación de energía, lo que puede ser un trampolín para la atracción de empresas extranjeras punteras que den un salto de calidad a la economía nacional. Una oportunidad que España no puede permitirse el lujo de desaprovechar.

La economía española ha experimentado importantes cambios en la última década que van desde el superávit de la balanza por cuenta corriente hasta el desplome de la construcción. Pero algo permanece sin cambios: el bajo nivel de innovación que incorpora el tejido. En estos años no se ha producido avance alguno, lo que ha provocado que España se quede atrás respecto del resto de países desarrollados. Este déficit inversor determina la existencia de puntos débiles en la economía española, como son la baja productividad, la precariedad en el empleo o la ausencia de convergencia con la Unión Europea.

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