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El 'DNI' de los nuevos españoles: jóvenes, latinos, formados y con mayor éxito laboral
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TANTOS DOCTORES COMO SIN ESTUDIOS

El 'DNI' de los nuevos españoles: jóvenes, latinos, formados y con mayor éxito laboral

Las nacionalizaciones de residentes en España están aumentando a un ritmo vertiginoso, y muestran un cambio profundo en la sociología de la inmigración que arraiga en nuestro país

Foto: Una joven repasa sus apuntes en Sevilla. (EFE/José Manuel Vidal)
Una joven repasa sus apuntes en Sevilla. (EFE/José Manuel Vidal)
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España vive un boom de nacionalizaciones. Según la Estadística de adquisiciones de nacionalidad española de residentes, que publicó este viernes el INE, el número de personas que ya tenían permiso para vivir y trabajar en nuestro país y ahora han obtenido la nacionalidad se disparó un 32,3% en 2023, hasta superar las 240.000. Es más del doble que antes de la pandemia, en una tendencia al alza que se inició en 2018 y que se ha acelerado en los últimos dos años. Cada vez hay más nuevos españoles, pero el salto no es solo cuantitativo, sino cualitativo.

El DNI de esas personas que ya compartían la vida de nuestros pueblos y ciudades, pero que ahora podrán gozar de plenos derechos como ciudadanos de nuestro país, ha cambiado por completo. Y todos los caminos apuntan hacia un mismo sitio: América Latina. Un primer dato: de los 96.000 nacionalizados más en 2023 respecto a 2021, 72.000 corresponden a esa región, es decir, tres cuartas partes del aumento. En el mismo período, África solo ha aportado 15.000 españoles extra, y el número de nacionales de países de ese continente que ha adquirido la plena ciudadanía española incluso ha descendido en el último año, lastrado por la ligera caída de los marroquíes.

Algo está ocurriendo, y para comprobarlo no hay más que pasearse por las calles... o simplemente revisar la prensa del otro lado del charco: periódicos como La Prensa (Honduras), El Nacional (República Dominicana) o eldiario.com (Venezuela) recogían la noticia, que incluso llegó a los pies de los Andes de la mano de Diario de Cuyo (Argentina). Existe un efecto llamada, podrían alegar algunos en plena oleada ultra, según el cual si viajas a España, te regalan la nacionalidad casi sin hacer nada. Lejos de ser cierta esa afirmación, su gran falacia se halla en lo que no dice.

El arquetipo implícito en estos discursos, que se ha ido consolidando a lo largo de los años, no se corresponde con la realidad... y cada vez menos. El perfil del nuevo español poco tiene que ver con el que existía hace solo un lustro, lo que muestra un cambio profundo en la sociología de la inmigración que arraiga en nuestro país. Las personas que obtienen la ciudadanía cada vez son más jóvenes, están mejor formadas y tienen un mayor éxito laboral. Y, aunque el INE no permite cruzar la nacionalidad con el resto de variables, esto nos conduce, de nuevo, a América Latina.

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La mayor pista es la del año de llegada. Los tiempos para la adquisición de la nacionalidad se están reduciendo enormemente. Tanto, que la mitad de los nacionalizados en 2023 llevaba viviendo legalmente en España menos de los 10 años que, como norma general, marca la ley para acogerse a la ciudadanía por residencia (la vía que supone el 90% de los casos). En los años anteriores, solían ser uno de cada cuatro. Esto indica hasta qué punto los latinoamericanos, a los que la ley solo les requiere dos años —en virtud de los lazos históricos con la madre patria—, están protagonizando el boom.

Dos terceras partes del incremento anual de nacionalizaciones en 2023 respecto a las cifras prepandemia se corresponden con individuos que llevan menos de una década en España. En el último año, este grupo absorbe todo el crecimiento de las nacionalizaciones, mientras que los que llevan más de una década decrecen.

Por procedencia, los venezolanos se llevan la palma: han pasado de ser 8.000 en 2022 a 30.000 en 2023. Otros países latinoamericanos, especialmente en la parte central del continente, también experimentan un gran incremento, con Guatemala, Nicaragua o México entre los que más crecen. En solo dos años, el cambio de las dinámicas ha sido sustancial: en 2021, había siete veces más marroquíes que se nacionalizaban que venezolanos. Ahora, no llegan al doble.

Sabemos que cada vez hay más españoles de origen latinoamericano —latinos somos todos, en calidad de hablantes de un idioma que proviene del latín—, pero ¿cómo influye este cambio de patrón en el perfil de los nuevos nacionalizados? Lo cierto es que lo ha transformado completamente, y en muchos aspectos distintos.

El retrato robot

La inmigración que ha arraigado en España en esta segunda ola es muy diferente a la de la primera, que es la que hasta hace muy poco protagonizaba las nacionalizaciones tras una larga estancia en el país. Entre los nacionalizados en 2022, el año más común de entrada en España fue 2007; entre los nacionalizados en 2023, fue 2018. Son dos épocas de expansiones económicas distintas (la burbuja inmobiliaria y la recuperación tras la Gran Recesión), y también dos generaciones distintas de inmigrantes, no solo por su procedencia, aunque también influida por ella.

Como ocurrió en Alemania durante la llamada crisis de los refugiados, cuando centenares de miles de personas cualificadas huyeron de un país relativamente avanzado (Siria), en España está produciéndose un fenómeno similar procedente de las antiguas colonias. Aunque la mayoría llegue a nuestro país sin ese status, la sociología de la reciente migración económica desde Latinoamérica tiene un paralelismo con Siria en dos factores: está muy influida por los sucesos políticos de su país (en el caso de Siria, por la guerra; en el de Latinoamérica, por los populismos y la inseguridad) y abarca a un perfil de un cierto nivel económico y educativo. Lamentablemente, los más pobres no pueden huir, y quedan a merced de los regímenes autoritarios.

Los venezolanos (4,5% de las nacionalizaciones en 2021, 12,6% en 2023) constituyen el mejor ejemplo de ese nuevo perfil, que acaba obteniendo la ciudadanía a mucha mayor velocidad que el inmigrante económico procedente, en su mayor parte, de África, que ha perdido mucho peso. En su mayoría, eran estudiantes o profesionales de diferentes ámbitos al otro lado del charco, que llegan a este con desigual fortuna: algunos consiguen trabajar en algo de los suyo, y a otros no les queda otra que montarse un pequeño negocio o repartir comida en Glovo. Pero la acusación de que viven de paguitas no se corresponde con los datos del INE, pese a que, por estar en situación regular, son, precisamente, quienes podrían hacerlo.

La tendencia es espectacular, aun sin contar los datos de 2023, que el INE todavía no ofrece desagregados: los ocupados ya son mayoría absoluta entre las nacionalizaciones, tras subir 13 puntos desde antes de la pandemia, mientras que los parados no llegan al 10%, tres puntos menos. Si se comparan esos datos con los de los españoles de toda la vida, el equilibrio entre los que aportan y los que reciben salta a la vista, entre otras cuestiones, por un factor demográfico: solo el 0,53% de los nacionalizados en 2022 era pensionista.

De los casi 50.000 nacionalizados de más en 2022 respecto a 2019, 46.000 son trabajadores o estudiantes. En otras palabras: el boom de las nacionalizaciones no se debe, precisamente, a personas subsidiadas, a aquellos que, por reagrupación familiar, viven de lo que hace un único miembro del hogar. Más bien sucede al contrario: está protagonizado por aquellos que vienen a trabajar al país, y lo consiguen cada vez en mayor proporción. Y, en algunos casos, también por estudiantes adinerados que ponen la primera pica en España para que luego sus familias vengan y acaben obteniendo la nacionalidad. La proliferación de escuelas de negocios y másteres dedicadas a este segmento en Madrid o Barcelona, así como la creciente inversión inmobiliaria en zonas prime —favorecida por las llamadas golden visa— son una cara más de este fenómeno, aunque no la mayoritaria.

Foto: Ropa tendida en un balcón de una calle céntrica. (Europa Press/David Zorrakino)

Los datos reflejan la hipótesis: entre los nuevos españoles, los estudiantes han pasado de los 3.500 en 2019 a más de 9.000 en 2022. Pero, sobre todo, se detecta un crecimiento notable en las nacionalizaciones de veinteañeros: desde los 21 hasta los 32, en todos los tramos de edad se triplica con creces el número de nacionalizaciones desde 2019, muy por encima de la media.

Los nuevos españoles se forman más en España, pero también llegan más formados a nuestro país. Este nuevo perfil, de jóvenes profesionales, se refleja en un dato simbólico: por primera vez desde que hay datos, en 2022 hubo casi tantas personas con doctorado como sin estudios que accedieron a la ciudadanía. Los que tienen estudios básicos siguen predominando, pero se disparan los que tienen una formación superior. Si en 2019 los que tenían al menos un grado universitario no llegaban a suponer uno de cada cinco, ahora son más de uno de cada cuatro. En 2019 se nacionalizaron algo más de 12.000 personas con estudios superiores; en 2022, casi 27.000.

Cuanto más se rebusca en los datos, mayor es la certeza: los nuevos españoles cada vez se parecen más a los españoles de toda la vida y menos al arquetipo que algunos pretenden construir.

España vive un boom de nacionalizaciones. Según la Estadística de adquisiciones de nacionalidad española de residentes, que publicó este viernes el INE, el número de personas que ya tenían permiso para vivir y trabajar en nuestro país y ahora han obtenido la nacionalidad se disparó un 32,3% en 2023, hasta superar las 240.000. Es más del doble que antes de la pandemia, en una tendencia al alza que se inició en 2018 y que se ha acelerado en los últimos dos años. Cada vez hay más nuevos españoles, pero el salto no es solo cuantitativo, sino cualitativo.

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