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La otra brecha que se reduce: los sueldos de los foráneos suben el doble que los de los españoles
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GANARON PODER ADQUISTIVO EN 2022

La otra brecha que se reduce: los sueldos de los foráneos suben el doble que los de los españoles

Los extranjeros aprovechan los cambios en el mercado laboral tras la pandemia para estrechar su diferencial de salarios y temporalidad con los nacionales. Sin embargo, aún existe un abismo

Foto: Un supermercado 24 horas en Barcelona. (EFE/Quique García)
Un supermercado 24 horas en Barcelona. (EFE/Quique García)
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Los inmigrantes se han convertido en los principales protagonistas del boom del mercado laboral y, por tanto, del crecimiento de la economía española, que está asentando su expansión en la incorporación masiva de mano de obra mientras la productividad permanece estancada. Mes tras mes —mayo no fue una excepción— se consiguen récords de afiliación extranjera, que dentro de muy poco alcanzará los tres millones por primera vez en la historia. Ya son el 13,2% de los trabajadores, mientras que los nacionalizados presentan unas tasas de ocupación inéditas. El perfil de los que llegan a España está cambiando, y eso no solo se refleja en la incorporación al mercado laboral, sino también en las condiciones en que lo hacen. Empezando, claro está, por los sueldos.

Cuando se habla de brecha salarial se suele aludir a la que separa a los hombres y las mujeres. Sin embargo, esta resulta mínima comparada con el abismo que existe entre los nacionales y los extranjeros. Los últimos suelen ocupar los peores trabajos, por diferentes motivos: suelen ser más jóvenes y estar peor formados, pero también están más dispuestos a ejercer labores que la mayoría de los españoles rehúsa, sea por sus condiciones o por los bajos salarios. Esto provoca un efecto sustitución imparable en la mayoría de economías avanzadas. Basta con acudir a una explotación agrícola, fijarse en la cuidadora de la señora del piso de enfrente, en los camareros del bar habitual o en quienes regentan los pequeños (y esclavos) negocios del barrio.

A diferencia de brecha de género, que se cerrará el día que se consiga la igualdad real, la que separa a los trabajadores en función de su nacionalidad no tiene visos de desaparecer. Seguirá entre nosotros, al menos mientras España sea una economía más próspera, y con una población más formada y envejecida, que la mayoría de países del mundo: a medida que vayan quedando vacantes entre los nacionales en los puestos que nadie quiere, siempre se podrán incorporar nuevos inmigrantes para desempeñarlos, que compensarán en los cálculos de los parámetros estadísticos (media, mediana...) el ascenso salarial de los que ya estaban entre nosotros, muchos de ellos ya nacionalizados. Quizá por eso es un objetivo que se da por perdido —el hecho de que los extranjeros no puedan votar en unas elecciones generales también ayuda—, y apenas tiene presencia en los medios de comunicación.

Los datos históricos reflejan la normalización de esa realidad. Según la Encuesta de Estructura Salarial que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), la evolución de la brecha salarial por nacionalidad resulta muy irregular durante los últimos años, mientras que por sexo dibuja una clara curva descendente. Hay varios elementos que añaden incertidumbre a la estadística: el relativamente escaso número de casos (el INE divide en hasta cinco grupos a los extranjeros, en función de su procedencia), la volatilidad de este grupo, que dificulta la elección de la muestra de la encuesta (depende de los flujos migratorios, las regularizaciones, las nacionalizaciones... en general, entran y salen del mercado laboral a gran velocidad y cambian con frecuencia de empresa y sector) y la inexistencia de unas políticas específicas para reducir el diferencial.

Foto: Una joven repasa sus apuntes en Sevilla. (EFE/José Manuel Vidal)

Pese a todo, los inmigrantes presentan, a grandes rasgos, el mismo patrón que las mujeres: la brecha tiende a abrirse en épocas de crisis y a cerrarse en épocas de expansión, lo que señala a ambos colectivos como principales beneficiados de la buena marcha del mercado laboral. Sin embargo, la tendencia por nacionalidad resulta mucho menos marcada, hasta el punto de que hay años que los africanos amplían la distancia con los españoles y los americanos la reducen, por ejemplo. Por eso llama especialmente la atención los datos de 2022, que son muy coherentes entre los grupos y reflejan la primera reducción del diferencial entre españoles y extranjeros desde 2018, otro año excepcional en la creación de empleo.

Los asiáticos redujeron la distancia en 395 euros, los africanos en 410, los de otros países no europeos en más de 1.000 euros y los comunitarios en 950. El gap de los europeos extracomunitarios con los españoles aún se estrechó mucho más, pero el dato está sesgado por la incorporación del Reino Unido a ese grupo tras el Brexit. Para ponderar la relevancia de estas cifras, resulta suficiente una referencia: en el mismo período de tiempo, la brecha entre hombres y mujeres solo se redujo en unos 190 euros.

Otro ejemplo todavía más claro: los sueldos de los españoles subieron un 4% en 2022, mientras que los de los comunitarios, africanos y americanos registraron tasas cercanas al 9%, y los de los nacionales de otros países, superiores al 13%. Por supuesto, se trata de medias, que pueden estar alteradas por la dispersión de los casos: puede haber remuneraciones que hayan subido mucho y otras nada, además de alteraciones por los trabajadores que entran y salen del mercado laboral. Aun con ese matiz, surge una certeza: independientemente de la nacionalidad, los extranjeros fueron capaces de vencer a la inflación (8,4%) en un año de récord, mientras que los españoles sucumbieron a la espiral de precios y perdieron poder adquisitivo. Eso es así porque los salarios de los foráneos crecieron el doble, y hasta el triple, que los de los autóctonos.

Con todas las irregularidades descritas, que dibujan una curva de dientes de sierra a lo largo de los años, la realidad se impone cuando se amplía el foco. Da igual que se tome como referencia 2008 (año de inicio de la crisis financiera) o 2019 (justo antes de la pandemia), que la conclusión es la misma: las remuneraciones de quienes van con el NIE en el bolsillo se están incrementando más rápidamente que las de quienes portan el DNI. El sueldo de los españoles ha aumentado un 10,2% desde los niveles precovid, frente al 15,3% de los americanos; respecto a la Gran Recesión, lo han hecho un 22,5% y un 30,3%, respectivamente. Y algo similar ocurre con el resto de nacionalidades.

Sin embargo, el hecho de que la brecha sea tan grande —en algunos casos superior a 10.000 euros— hace que, en términos absolutos, continúe creciendo: al español, por decirlo así, le cunde su subida porcentual más que al extranjero la suya. Si en 2008 la diferencia entre un nacional y un africano superaba los 7.700 euros, y en 2019, los 8.500, ahora rebasa los 8.900. Con los americanos sucede lo mismo, aunque los ciudadanos de otros países han reducido la diferencia en más de 1.300 euros desde la Gran Recesión, lo que refleja la pujanza de la población asiática, que también es la que tiene tasas más altas de afiliación.

El impacto de la reforma laboral

Al final del año, el español medio se lleva 27.500 euros brutos; el europeo comunitario, 24.865; el europeo extracomunitario, 26.280; el africano, 18.580; el americano, 18.215, y el resto, 18.230. En otras palabras: en la escala salarial, la diferencia no es tanto entre españoles y extranjeros como entre europeos y trabajadores procedentes de otros continentes.

Los datos de 2022 corresponden al primer año de implantación de la reforma laboral, que en teoría debería tener una influencia reducida en este aspecto: cambiar los tipos de contratos afecta a las condiciones de trabajo, pero no tanto a los salarios. Sin embargo, sí tiene una incidencia directa en otro de los indicadores que, junto a las parcas remuneraciones, refleja la precariedad a la que habitualmente se enfrentan los trabajadores extranjeros: la temporalidad. Aquí el cambio es notorio, y Eurostat ha ofrecido recientemente datos de 2023 que permiten corroborar la tendencia.

La brecha de temporalidad entre nacionales y extranjeros se ha reducido a menos de la mitad desde la aprobación de la reforma laboral. Si en 2021 superaba los 13 puntos, ahora no llega a seis. La conversión masiva de trabajadores temporales, entre los que hay una proporción notable de inmigrantes, en fijos discontinuos resulta clave en este dato. Pero existe un factor todavía más importante en el otro lado: la temporalidad se está concentrando en el sector público, a veces de forma más o menos ficticia (los interinos que llevan años y años en el mismo puesto de trabajo y aún no han sido estabilizados) y otras de forma muy real (los médicos o enfermeros que encadenan contratos de un día o de unas horas). Y es, precisamente, en la Administración donde se produce una menor presencia de extranjeros.

De hecho, los ciudadanos con nacionalidad de otro país comunitario (13,7%) ya sufren una tasa de temporalidad inferior a la de los españoles (16,5%). Ocurrió por primera vez en 2022, al calor de la reforma laboral, y ha vuelto a ocurrir, de forma más pronunciada, en 2023. La de los extracomunitarios sigue estando por encima de la de los nacionales, pero la brecha se ha reducido nueve puntos desde la modificación del Estatuto de los Trabajadores impulsada por la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.

¿Hasta qué punto estos datos indican una reducción de la precariedad entre los extranjeros? ¿Realmente son estructurales o dependen del ciclo económico? ¿Se está produciendo una cierta hibridación entre las condiciones laborales de los nacionales y los foráneos? ¿Los salarios de los extranjeros presionan a la baja los de los españoles? ¿Qué papel juegan las subidas del salario mínimo? Existen todavía muchas preguntas por resolver. De momento, la única certeza es que algo se está moviendo en el mercado laboral español, y los que se han incorporado a él procedentes de otros países se hallan en el centro de esa transformación.

Los inmigrantes se han convertido en los principales protagonistas del boom del mercado laboral y, por tanto, del crecimiento de la economía española, que está asentando su expansión en la incorporación masiva de mano de obra mientras la productividad permanece estancada. Mes tras mes —mayo no fue una excepción— se consiguen récords de afiliación extranjera, que dentro de muy poco alcanzará los tres millones por primera vez en la historia. Ya son el 13,2% de los trabajadores, mientras que los nacionalizados presentan unas tasas de ocupación inéditas. El perfil de los que llegan a España está cambiando, y eso no solo se refleja en la incorporación al mercado laboral, sino también en las condiciones en que lo hacen. Empezando, claro está, por los sueldos.

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