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El mundo deja atrás la crisis de los alimentos: por qué los precios deberían bajar
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SEGÚN LA FAO Y LA OCDE

El mundo deja atrás la crisis de los alimentos: por qué los precios deberían bajar

El incremento de la oferta tras los cuellos de botella normaliza la situación. Las cotizaciones ya están por debajo de la media de la última década y el esfuerzo de los hogares disminuye

Foto: Una frutería. (Foto: Unsplash)
Una frutería. (Foto: Unsplash)
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Tras un inicio de década agónico, marcado por la pandemia y la invasión rusa de Ucrania, el mundo por fin ha dejado atrás la crisis de los alimentos. Así lo certifican la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su informe anual sobre la agricultura: “La oferta internacional de productos básicos agrícolas siguió aumentando en 2023 y satisfizo la demanda. Esto dio como resultado una caída de los precios internacionales de referencia”.

El documento, una guía fundamental para saber cómo se comportarán los mercados globales en la próxima década, contiene previsiones muy optimistas. Aunque existen diferencias en función de los productos, todos los caminos conducen al mismo punto: la normalización de las cotizaciones de las commodities agrícolas. Este debe ser el punto de partida para que el abaratamiento se acabe traduciendo en un alivio para el consumidor. Sin embargo, no se trata de una traslación automática urbi et orbi. La situación en los mercados internacionales solo constituye una referencia para lo que finalmente ocurre en la cesta de la compra, donde influyen otros muchos factores que intervienen en la formación de precios, desde las peculiaridades del mercado en cada país hasta la intervención de los diferentes eslabones de la cadena alimentaria: productor, intermediario, distribuidor...

De momento, los cereales, los aceites y el pescado ya cotizan, en términos reales —descontada la inflación general—, a los niveles medios de la última década, mientras que los productos lácteos y la carne lo hacen muy por debajo. En las principales commodities, los precios ya son inferiores a los de 2021, cuando se aceleró una senda alcista provocada por los cuellos de botella de la pandemia y los acontecimientos climáticos, que en muchos casos no mejoró en 2022, tras el estallido de la guerra de Ucrania. El encarecimiento de la energía y de los fertilizantes constituyó un factor clave de la escalada. En 2023, en cambio, la tendencia a la baja se ha consolidado de la mano de la recuperación de las cadenas de suministro, con algunas excepciones, como el azúcar, que sigue al alza debido a la fuerte demanda internacional.

Las condiciones del mercado ya no son las de hace un par de años, muy condicionadas por una escasez de oferta que disparó los precios. Eso no quiere decir que no se puedan producir repuntes coyunturales, como muestra el índice de precios que elabora mensualmente la propia FAO. En la última lectura, correspondiente a mayo, acumuló su tercera alza consecutiva, pero la tendencia de fondo resulta mucho más positiva de lo que puede parecer.

El informe anual, titulado Agricultural Outlook 2024-2033, pone las cosas en perspectiva: salvo sorpresa, los récords del 2020-2022 se han dejado definitivamente atrás. “Los precios han caído desde sus máximos y se espera que bajen más rápidamente en el corto plazo a medida que los efectos de los acontecimientos que sustentan sus aumentos disminuyan”, aseguran los expertos de ambas organizaciones. “A medio plazo, se prevé que los precios reales reanuden su trayectoria descendente de largo plazo, consistente con los supuestos tendenciales de la productividad y clima, reduciendo el coste de producción marginal para la mayoría de los productos agrícolas”, añaden. Por el lado de la demanda, el suave crecimiento de la economía global y la ralentización de las dinámicas demográficas también ayudarán.

En otras palabras: se va a recuperar la trayectoria hacia una reducción de los precios que se veía antes de la pandemia, gracias a un incremento anual de la producción global del 1,1%, impulsada, entre otros aspectos, por la mayor tecnificación en los países en vías de desarrollo. La aportación de esas naciones, mientras mengua la de las más desarrolladas, la mejora de los rendimientos y el crecimiento anual de un 1% en el comercio internacional impulsarán el abaratamiento, que ha generado importantes tensiones con los agricultores europeos debido a la supuesta competencia desleal de los productos procedentes de terceros países.

Menos carga para los hogares

Esta normalización no solo se quedará en los mercados, sino que tendrá un efecto muy positivo en el bolsillo del consumidor final. Aunque no lo parezca, en un momento en que España vive los últimos coletazos de la crisis inflacionista de los alimentos —se han encarecido un 30% en los últimos tres años—, la OCDE y la FAO constatan que el peso del gasto en comestibles en el total de los presupuestos familiares fue inferior en el último trienio que en el período equivalente de la década anterior, tanto en los países de elevados ingresos como en aquellos de ingresos modestos. Ese esfuerzo seguirá a la baja en todas las regiones, aunque todavía rozará el 20% en las menos desarrolladas.

Foto: El precio de los alimentos repunta. (Pexels/Greta Hoffman)

Por supuesto, se trata de una previsión sujeta a una gran incertidumbre, según reconocen los autores del informe. La incidencia de múltiples factores que influyen en el equilibrio entre la oferta y la demanda será determinante. En lo referido a las condiciones climatológicas, pero también a otros elementos, como los supuestos macroeconómicos sobre en los que se base la proyección o las políticas públicas de los diferentes países.

“Ejemplos de tales incertidumbres incluyen el cambio climático, la política ambiental y las tensiones geopolíticas, que pueden afectar a las perspectivas de producción y comercio y provocar volatilidad en los mercados”, dice el informe. En concreto, cita la crisis en el mar Rojo, que ha vuelto a tensionar las cadenas de suministro, aunque con una intensidad anecdótica si se compara con lo que ocurrió a principios de la década.

Por el lado de la demanda, el documento reconoce que es muy difícil prever cuáles serán los hábitos de los consumidores dentro de una década. Lo que sí tienen claro los expertos es que China ya no tirará tanto del incremento del consumo, y serán la India y los países del sureste asiático quienes tomen el relevo.

Tras un inicio de década agónico, marcado por la pandemia y la invasión rusa de Ucrania, el mundo por fin ha dejado atrás la crisis de los alimentos. Así lo certifican la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su informe anual sobre la agricultura: “La oferta internacional de productos básicos agrícolas siguió aumentando en 2023 y satisfizo la demanda. Esto dio como resultado una caída de los precios internacionales de referencia”.

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