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Las diferencias territoriales detrás del auge del empleo: ¿qué sectores tiran en cada provincia?
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Evolución del empleo desde 2019

Las diferencias territoriales detrás del auge del empleo: ¿qué sectores tiran en cada provincia?

El auge del mercado laboral se asienta sobre el empleo público y los servicios, tanto de alto como de bajo valor añadido, pero existen grandes diferencias entre regiones

Foto: Dos trabajadores en la fábrica de Seat en Martorell. (EP/David Zorrakino)
Dos trabajadores en la fábrica de Seat en Martorell. (EP/David Zorrakino)
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Desde el verano de 2019 se han creado algo más de dos millones de empleos. Un gran crecimiento que esconde grandes diferencias territoriales. La primera, y más evidente, es el ritmo del mercado laboral en cada provincia. La creación de empleo se concentra en torno al Mediterráneo y a Madrid. Toledo es la provincia que más ha crecido en estos cinco años, con un aumento del número de afiliados del 16,5%, seguida por Málaga, con un 16,1%, según los datos de la Seguridad Social. En el extremo opuesto se sitúa el noreste de España, que sigue sumido en la parálisis económica. El crecimiento del empleo en Lugo en este periodo de boom del mercado laboral no llega al 3%.

Sin embargo, hay algunos patrones del empleo que han cambiado en estos años. El más importante es el auge del empleo público después de años de estricto control de las plantillas. Pero hay más: la industria se está desplazando desde el noroeste hacia el centro del país; la inversión en energía y agua está auxiliando a parte de la España vacía y los servicios de alto valor añadido están revitalizando la economía del noroeste de España. A continuación se abordan todos estos procesos.

El motor público

Este es el punto en común que tienen todas las provincias de España. De hecho, el sector público ha sido el principal motor del empleo en todas ellas, con la excepción de Baleares. A nivel nacional, el sector público (sumando Educación y Sanidad) ha supuesto el 40% del empleo creado, esto es, ha generado dos de cada cinco nuevos puestos de trabajo. En estos años se ha disparado la recaudación pública gracias a la inflación, lo que ha permitido a las Administraciones reforzar sus plantillas después de los años de recortes posteriores a la crisis financiera.

Sin embargo, también en el empleo público se producen grandes diferencias entre territorios. Porque, al fin y al cabo, las Administraciones tampoco son ajenas a la evolución de la economía y de la población. Se produce una situación paradójica: el empleo público crece más en el sureste de España, pero tiene una relevancia muy superior en el noroeste.

Veámoslo con un ejemplo. En Lugo, el empleo público ha crecido un 16%, por debajo de la media nacional, que llega al 19%. Sin embargo, como el sector privado todavía no ha recuperado el nivel de actividad que tenía en 2019, todo el empleo creado ha sido público. En concreto, ha supuesto el 119% de los nuevos afiliados. En el extremo opuesto está Alicante, donde el empleo público ha crecido 12 puntos más, casi un 28%. Sin embargo, su aportación al crecimiento total del empleo en la provincia es del 38%, algo inferior a la media nacional.

En la España vacía no existe la misma necesidad de aumentar las plantillas públicas, y tampoco genera los recursos públicos para permitírselo. De hecho, buena parte del empleo público creado se financia con las transferencias que recibe del resto del país. Pero, aunque este crecimiento sea limitado, es fundamental para mantener un cierto dinamismo económico o, al menos, ralentizar su vaciamiento. En casi todas las provincias del triángulo noroeste de España (las de Castilla y León, País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia) más de la mitad del empleo creado en estos cinco años es público. ¿Qué sería de ellas si no hubiesen tenido este impulso?

Alto y bajo valor añadido

En los servicios privados ocurre una paradoja similar. Tanto las actividades de alto valor añadido como las de bajo están creciendo más en el triángulo sureste del país. Sin embargo, la diferencia es mayor en las actividades de bajo valor añadido, lo que permite al noroeste crecer menos, pero con mejor composición del empleo en términos de tipología de contrato, salarios y productividad.

En A Coruña, por ejemplo, el empleo en los servicios de alto valor añadido (incluye información y comunicaciones, científicos, profesionales y técnicos), ha crecido un 26%, cifra que supone el 28% del empleo creado. Por el contrario, en Málaga el empleo en estos sectores ha crecido un 34%, pero su aportación a la variación del empleo baja hasta el 16%. Esto es, 12 puntos menos que en A Coruña.

El motivo de esta diferencia está en los sectores de bajo valor añadido, que están tirando del crecimiento en el triángulo sureste y que están completamente estancados en el noroeste. Siguiendo con la comparativa anterior, en Málaga la suma de hostelería, comercio, transporte y ocio ha generado el 33% del nuevo empleo. Esto es, el doble que los servicios de alto valor añadido. Por el contrario, en A Coruña apenas representan el 16% del aumento de la afiliación.

Se genera así una dicotomía entre las dos Españas. Una más dinámica en todos los sectores, pero que genera empleo de baja calidad en sectores vinculados a la hostelería, el comercio y el ocio. Y otra que vive con la amenaza permanente del estancamiento, pero que concentra su creación de empleo en servicios de alto valor añadido y sector público, donde los contratos son más estables y pagan mejores salarios. En resumen, una parte del país vive un alto dinamismo económico que genera grandes desigualdades y otra parte que vive en estancamiento (cuando no retroceso), pero con mayor nivel de vida y cohesión social.

La transición ecológica

Uno de los motores de crecimiento de la economía española durante la próxima década será la transición ecológica. El potencial de España en las energías renovables ya está generando un importante aumento de las inversiones en energía que son una de las esperanzas para muchos pueblos de la España interior. En provincias como Ávila, Salamanca, Soria, Sevilla o Jaén, el empleo en la energía ha crecido más de un 20%. Es cierto que su participación en la economía sigue siendo reducida, pero es un motor que puede ayudar a dinamizar a estas regiones afectadas por la despoblación.

El agua también es un recurso natural que está generando inversiones para maximizar su aprovechamiento, ya sea en su recogida, como en el tratamiento una vez utilizada. En las provincias del sureste de España, desde Badajoz hasta Huelva, Ciudad Real o la propia Málaga, el empleo en la gestión del agua ha crecido más de un 10%.

La construcción también está soportando la creación de empleo en una buena parte de España. Destaca su aportación en el arco del Mediterráneo, donde existe una alta demanda de viviendas, tanto de primera residencia como vacacional.

Pero la construcción también está siendo un motor del empleo en algunas provincias del interior, como Cáceres, Badajoz, Jaen, Palencia o Soria. En estos casos no solo la vivienda está generando actividad, sino la construcción civil. Nuevamente, la inversión se convierte en un elemento imprescindible para reanimar la economía de estos territorios.

La relocalización de la industria

Probablemente, el sector que más haya cambiado en España en estos cinco años sea el de la industria. Las fábricas pesadas que se localizaban en el norte del país y que fueron el origen de su mayor nivel de vida están atravesando años complicados. La energía se ha encarecido, la demanda de bienes se ha ralentizado y la competencia desde Asia sigue siendo feroz.

El automóvil es el ejemplo más evidente, pero hay muchos otros, desde la industria del metal, de componentes, de bienes de equipo, etc. Esto explica que la industria esté en pleno repliegue en las provincias del norte. En Vizcaya, la industria ha destruido casi el 3% del empleo en estos cinco años; en Álava, un 1,2%; en La Rioja, un 1,4% y en Palencia, un 0,6%.

Pero eso no significa que la industria esté destruyendo empleo: desde 2019 ha aumentado un 3%. Lo que está ocurriendo es un desplazamiento del sector hacia los sectores agroalimentario, químico y farmacéutico. Estas fábricas están situadas en la zona sur de España y en el extrarradio de las grandes ciudades, lo que ha desplazado este foco del empleo hacia regiones tradicionalmente menos dinámicas. En Guadalajara, el empleo en la industria ha aumentado un 22% y en Cáceres, Badajoz, Córdoba, Ciudad Real, Almería o Murcia, más de un 10%. Un cambio muy relevante por cómo se reparte por el territorio nacional la generación de riqueza de la industria.

En definitiva, en los últimos años se están produciendo algunos cambios en el reparto del empleo en el territorio nacional, que están cambiando patrones históricos, como es este de la industria. El sector público ha actuado como igualador del empleo en todo el territorio nacional, pero es previsible que a futuro pierda este dinamismo y las diferencias entre el triángulo noroeste y sureste vuelvan a ampliarse.

Desde el verano de 2019 se han creado algo más de dos millones de empleos. Un gran crecimiento que esconde grandes diferencias territoriales. La primera, y más evidente, es el ritmo del mercado laboral en cada provincia. La creación de empleo se concentra en torno al Mediterráneo y a Madrid. Toledo es la provincia que más ha crecido en estos cinco años, con un aumento del número de afiliados del 16,5%, seguida por Málaga, con un 16,1%, según los datos de la Seguridad Social. En el extremo opuesto se sitúa el noreste de España, que sigue sumido en la parálisis económica. El crecimiento del empleo en Lugo en este periodo de boom del mercado laboral no llega al 3%.

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