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Unamuno llevaba razón: ¡Que inventen ellos!
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ESPAÑA FRACASA EN EL NÚMERO DE PATENTES

Unamuno llevaba razón: ¡Que inventen ellos!

Más de un siglo después de la vieja polémica entre Unamuno y Ortega a cuenta de la ciencia, casi todo sigue igual. España ha mejorado en sus avances científicos y en el número de patentes, pero los demás países corren más

Foto: España fracasa en número de patentes. (Freepik)
España fracasa en número de patentes. (Freepik)
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"Al decir '¡que inventen ellos!', no quise decir que hayamos de contentarnos con un papel pasivo, no. Ellos a la ciencia, de la que nos aprovecharemos; nosotros, a lo nuestro", escribió Unamuno en 'Del sentimiento trágico de la vida', probablemente uno de sus libros más amargos. La aclaración del escritor bilbaíno fue posterior a la viva polémica que había mantenido unos años antes con Ortega sobre si España se debía europeizar o, al revés, debía anclarse en sus tradiciones castizas renunciando a innovar a la luz de la ciencia. Y a la vista de la pobre presencia de España en la producción de patentes y, en general, en el ámbito del progreso científico respecto de sus pares, todo parece indicar que el rector de Salamanca supo leer nuestra esencia.

Lo cierto es que España, más de un siglo después de aquella polémica, y pese a tratarse de la décimoquinta economía del planeta en términos de PIB, sigue haciendo ascos a la ciencia representada por el número de patentes y, en general, en su capacidad para innovar. En esta clasificación per cápita, elaborada por la Oficina Europea de Patentes (OEP), aparece en el puesto 25 a nivel mundial. Lo más significativo, sin embargo, es que por delante se encuentran países más pequeños y con menos capacidad económica, lo que revela una inercia de carácter estructural. Es algo así como el triunfo de la esencia de 'lo español', que diría Unamuno.

Las tres repúblicas bálticas, por ejemplo, están por delante de España en términos de solicitudes de patentes por habitante. Y lo mismo sucede con Bélgica, Italia, Eslovenia o Austria. En total, 44,5 patentes por cada millón de habitantes, a años-luz de Suiza (1.085), Suecia (495) o Dinamarca (444) que conforman el podio de países que más patentes presentan. También, por supuesto, por detrás de países como Francia, Alemania, Corea, Israel o Japón, además de EEUU, Reino Unido o Singapur.

Patentes y recortes

En total, en el caso español, 2.111 patentes el año pasado, lejos de las 1.471 de hace una década, pero todavía en las posiciones de cola. Representan, apenas, el 0,7% de las solicitudes de patentes presentadas ante la Oficina Europea. Un estudio publicado por la Universidad Politécnica de Madrid, por ejemplo, reveló que el número de patentes registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) —no en la europea— se redujo cerca de un 40% entre 2008 y 2018. Justamente los años de los recortes presupuestarios, tanto en el sector público como en el privado.

Es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) quien destaca como el principal demandante de patentes en Europa: 80 solicitudes. Y detrás de este organismo, aunque a distancia, están Amadeus, Multiverse Computing, Fundación Tecnalia y Telefónica. Por comunidades autónomas, destaca Cataluña, que acapara una de cada tres solicitudes de patentes (el 34,6%), situándose entre las 20 primeras regiones de la UE. Madrid está a una cierta distancia (19%) y en tercer lugar País Vasco. Eso quiere decir que Cataluña y Madrid, juntas, suponen más de la mitad de las patentes presentadas en Europa, lo que refleja un elevado nivel de concentración y un evidente desequilibrio territorial.

Detrás del número de patentes, que son algo parecido a un título de propiedad industrial que reconoce el derecho exclusivo sobre una invención, lo que hay, lógicamente, es la capacidad de inversión de un país. O expresado de forma más directa, el interés por explorar el progreso científico. Y no parece que España se haya sacudido las viejas inercias unamunianas que tanto disgustaba a Ortega. En particular, por un patrón de crecimiento que históricamente ha estado vinculado al sector servicios. Por cierto, muy parecido al actual, y que es lo que explica el ensanchamiento actual del diferencial de crecimiento del PIB español respecto de la eurozona.

Pero también por un viejo problema que tiene que ver con el tamaño de las empresas, cuya masa crítica es incompatible con inversiones de largo plazo y de futuro incierto (algo consustancial a la ciencia) que exigen una cierta musculatura financiera. Y en España, cabe recordar, solo el 4,8% de las empresas con asalariados tiene una plantilla superior a los 20 empleados.

No hay que olvidar que la industria, que es responsable de más del 47% del volumen anual de inversión en I+D, representa únicamente un 23% al valor añadido bruto de la economía. Y lo hace, principalmente, a través del automóvil (1.203 millones de euros), farmacia (842 millones de euros) y de la fabricación de otros materiales de transporte (765 millones de euros). En coherencia con ello, el menor peso de la industria es lo que explica el descenso en el número de patentes de diseños industriales, con retrocesos próximos a los dos dígitos en 2022, tanto de residentes como de no residentes.

Pobre inversión en I+D

El último informe de Cotec, a partir de los datos de Estadística, estima que la inversión en I+D en 2022 representó un 1,44% del PIB (ya corregido al alza). Es decir, el mismo nivel que en 2010, lo que muestra que se trata de un problema de naturaleza estructural que compromete a todos los gobiernos. Una docena de años después, todo sigue igual.

Eso no significa, sin embargo, que España no haya avanzado. Como recuerda el informe España 2050 que puso en circulación el Gobierno hace unos años, en 1985, nuestro país dedicaba apenas un 0,5% del PIB al gasto en I+D, y solicitaba tan solo 3 patentes por cada millón de habitantes. Es decir, unos niveles de innovación más propios de un país subdesarrollado que de uno inserto en Europa. Lo malo es que mientras el resto de países acelera, España va al trote.

El objetivo para 2027 es alcanzar el 2,12% del PIB, pero no parece que sea posible si no se produce un cambio que bien puede calificarse como histórico. Entre otras razones, porque supone reinventar muchos planes de estudios para hacerlos más atractivos al conocimiento científico. Para llegar a esta conclusión solo hay que tener en cuenta que en 2022, un año de fuerte crecimiento tras la debacle de 2020, el año de la pandemia, la inversión en I+D apenas creció tres centésimas respecto de la riqueza creada por la economía española en un año.

Es verdad, sin embargo, que la potencia inversora de las empresas, como sostiene la Fundación Cotec, una organización privada sin ánimo de lucro enfocada a promover la innovación para el progreso económico, en I+D ha alcanzado un nuevo máximo histórico, pero hay una salvedad. El número de empresas que realizan actividades de I+D es hoy muy inferior al que había antes de la crisis financiera. Según sus datos, esto ha provocado una mayor concentración del mercado de la innovación, del que se han alejado multitud de empresas. El sector empresarial hoy invierte un 35% más que en 2008 (2.872 millones de euros más), pero lo hace con 2.417 empresas menos (-17%), recuerda Cotec.

En España, cabe recordar, solo el 4,8% de las empresas con asalariados tiene una plantilla superior a los 20 empleados

¿El resultado? Las empresas españolas invierten en I+D menos que sus pares europeas, son menos innovadoras, generan menos empleo de calidad en aquellas actividades de alto valor añadido y, por último, no son capaces de crear productos con un mayor grado de complejidad. Un concepto poco conocido que, sin embargo, define la calidad del tejido empresarial de un país. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) lo define como la intensidad de conocimiento de la que dispone una economía en relación con los productos que exporta. No es lo mismo exportar productos básicos que ingenios con una carga tecnológica importante que aumenta su valor añadido.

Demasiada burocracia

El mismo documento España 2050 reconocía un fracaso que puede calificarse de crónico. Las ayudas estatales para I+D, decía aquel informe —hoy olvidado, pero que es probablemente la mejor radiografía de los problemas estructurales de este país— son escasas, conllevan demasiada burocracia y, a menudo, adolecen de falta de coherencia y visión estratégica de largo plazo. Es más, sostenía, las ayudas suelen estar sesgadas hacia la concesión de préstamos, algo que tiende a dificultar el acceso y a desincentivar la demanda entre las startups y las empresas más jóvenes. ¿Las consecuencias? Una parte importante de las ayudas se malgastan y otras no llegan a ejecutarse. De hecho, en 2019, el 49% de los fondos estatales a la I+D no se ejecutó. Poco más que añadir.

España presenta pocas solicitudes, pero es el país con mayor participación de las mujeres. El 46% de las patentes cuenta al menos con una

Hay algo, sin embargo, singular que nos diferencia en el mundo de las patentes. España presenta pocas solicitudes, pero es el país con mayor participación de las mujeres. El 46% de las patentes cuenta al menos con una mujer como inventora. Es decir, muy por encima de Francia, Bélgica o Países Bajos, que van inmediatamente detrás. Hay otra diferencia a escala europea: la tasa de inventoras en biotecnología o productos farmacéuticos es tres veces mayor que en maquinaria eléctrica, aparatos y energía. Esto hace pensar, sostienen Yann Ménière, economista jefe de la OEP, y Aidan Kendrick, analista jefe de negocios de la oficina de patentes, que todavía “se puede hacer más para alentar a las niñas a estudiar ciencias e ingeniería, así como para fomentar que haya más mujeres en esas carreras”.

Las patentes, cabe recordar, reflejan la capacidad de innovación de un país, y son particularmente relevantes en el contexto de la doble transición que vive el planeta: la revolución digital (con especial intensidad en el desarrollo de la inteligencia artificial) y el cambio climático. Esto explica que la creciente demanda de patentes europeas haya sido impulsada principalmente por solicitantes de China y Corea.

Los datos de la Oficina europea de patentes lo ponen negro sobre blanco. Los diez principales solicitantes aportan casi el 13% de todas las solicitudes presentadas en Europa en 2023. Entre los mayores solicitantes de patentes, cuatro de las diez principales empresas son europeas: Royal Philips, BASF, Siemens y Ericsson. A ellas se une Sony, de Japón; RTX y Qualcomm, de EEUU. En tercer y segundo lugar se encuentran LG y Samsung, que aportaron casi dos tercios de todas las solicitudes presentadas por Corea. En primer lugar, está la china Huawei, que fue responsable de casi una cuarta parte de todas las solicitudes presentadas el año pasado. Ni rastro de ninguna empresa española.

A Unamuno, al final, el tiempo le ha dado la razón: ¡Qué inventen ellos!

"Al decir '¡que inventen ellos!', no quise decir que hayamos de contentarnos con un papel pasivo, no. Ellos a la ciencia, de la que nos aprovecharemos; nosotros, a lo nuestro", escribió Unamuno en 'Del sentimiento trágico de la vida', probablemente uno de sus libros más amargos. La aclaración del escritor bilbaíno fue posterior a la viva polémica que había mantenido unos años antes con Ortega sobre si España se debía europeizar o, al revés, debía anclarse en sus tradiciones castizas renunciando a innovar a la luz de la ciencia. Y a la vista de la pobre presencia de España en la producción de patentes y, en general, en el ámbito del progreso científico respecto de sus pares, todo parece indicar que el rector de Salamanca supo leer nuestra esencia.

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