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Se acabó el negocio de la inflación: los costes laborales reducen la rentabilidad empresarial
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SEGÚN LA OCDE

Se acabó el negocio de la inflación: los costes laborales reducen la rentabilidad empresarial

La parte del pastel que se llevan los trabajadores ya es la gran impulsora de los precios en los países ricos, pero la de las compañías sigue por encima de los niveles precovid en la eurozona

Foto: Fábrica de Seat en Martorell (Barcelona). (EFE/Alejandro García)
Fábrica de Seat en Martorell (Barcelona). (EFE/Alejandro García)
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La espiral inflacionista fue un chollo para las empresas. La crisis de oferta que siguió al covid alumbró un escenario en que las compañías se podían permitir imputar el incremento de los costes de producción en los precios de venta sin perder cuota de mercado. Como resultado, los beneficios empresariales se convirtieron en el principal motor que retroalimentó el círculo vicioso, según constató recientemente un informe del Banco Central Europeo.

Sin embargo, el negocio de la inflación ha ido languideciendo a medida que los salarios se recuperaban y los beneficios empresariales iban absorbiendo, de alguna manera, el encarecimiento de la mano de obra. Este proceso de progresiva normalización culminó en 2023, cuando la tortilla se dio la vuelta: por primera vez desde la pandemia, la rentabilidad de las empresas menguó en los países ricos.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) aporta varios datos en este sentido en su informe anual sobre el empleo publicado este martes. El más llamativo es que los beneficios unitarios disminuyeron un 0,8% en el conjunto del bloque, aunque el estudio no tiene en cuenta todos los países que forman parte del club de los más prósperos. De las 29 economías analizadas, la mitad (14) registraron descensos en este indicador. España se libra de la tendencia, pero por muy poco: los beneficios unitarios apenas crecieron un 0,2%, frente al 10,5% de 2022, el año cumbre de la crisis inflacionista.

¿Qué está ocurriendo? Esta es la explicación que ofrece el informe: "Han comenzado a absorber parte del impacto inflacionario del aumento de los costes laborales unitarios (CLU). En la mayoría de los países hay más espacio para que los beneficios proporcionen cierta amortiguación, dado su importante crecimiento en los últimos tres años". Efectivamente, los beneficios unitarios no se pueden entender de forma aislada, sino que están íntimamente relacionados con los CLU, la otra pata de la ecuación.

Foto: Sede del Banco Central Europeo en Fráncfort. (EFE)

A medida que cualquier crisis inflacionista avanza, suelen crecer las demandas de los trabajadores para que sus sueldos no pierdan poder adquisitivo. Así en Europa como en Estados Unidos, esto se ha ido traduciendo en revalorizaciones salariales cada vez más ambiciosas, que deben ser asumidas por parte de las empresas. Tienen dos formas de hacerlo: o imputarlas al precio de sus productos y servicios, como ocurrió con el shock de costes -especialmente energéticos- que acompañó a la salida de la pandemia y el estallido de la guerra en Ucrania, o asumirla en forma de un descenso de la rentabilidad. Esta vez, no quedaba otra opción que hacer lo segundo, ante el riesgo de perder cuota de mercado una vez despejados los cuellos de botella y la crisis de oferta que caracterizaron el inicio de la década.

Es por ello que, a grandes rasgos, el incremento de los costes laborales unitarios en 2023 para recuperar parte del poder adquisitivo perdido en los años anteriores se ha acabado traduciendo en un descenso de los beneficios unitarios de las empresas. No es algo dramático para su rentabilidad, dado el espacio acumulado desde la irrupción de la pandemia para ir digiriendo esa presión sobre los costes. De hecho, si se coge el bienio negro de la inflación (2022-2023), los beneficios unitarios se dispararon un 8,6% en el conjunto del bloque, gracias al espectacular dato de 2022 (9,4%). Los CLU lo hicieron un 14,4%, con una ligera desaceleración durante el último año.

Los salarios le ganaron la partida a los beneficios el año pasado en todos los países estudiados menos cuatro. También en la eurozona, donde los primeros crecieron un 6,1% y los segundos un 0,5%, y en España, con cifras similares. "Los datos más recientes apuntan a un cambio en la dinámica relativa de los beneficios unitarios y los costes laborales unitarios en varios países. Entre principios de 2022 y el primer trimestre de 2024, los CLU crecieron más que los beneficios unitarios en alrededor de dos tercios de los países con datos disponibles", añade el documento.

La capacidad de absorción acumulada por las empresas durante los últimos años no es infinita

En todas las latitudes, la porción de la tarta que corresponde a los trabajadores se ha convertido ya en el principal impulsor de la inflación endógena, aunque en la eurozona la incidencia de la parte empresarial en el reparto sigue por encima de los niveles precovid. Pese a todo, el incremento de los precios se ha moderado notablemente, en un escenario de relajación de las materias primas y la energía, que ha disipado el impacto de la inflación importada.

Sin señales de alarma

De hecho, la ralentización del aumento de los CLU y la absorción de los incrementos salariales por parte de las empresas despejan el escenario para el futuro más inmediato. La OCDE no aprecia grandes tensiones que vayan a retroalimentar la espiral: "Esta evolución era en gran medida esperada, ya que refleja la recuperación en curso del poder adquisitivo de los salarios, en lugar de una señal de advertencia de espirales de precios-salarios". Y añade: "Es probable que la contribución de los costes laborales unitarios a las presiones sobre los precios internos se mantenga durante algún tiempo, a medida que continúe este proceso de convergencia, a menos que se recupere el crecimiento de la productividad laboral".

Efectivamente, la capacidad de absorción acumulada por las empresas durante los últimos años no es infinita. La sostenibilidad de los incrementos salariales a medio plazo depende de que el tamaño de la tarta crezca, algo que apenas ha ocurrido en los últimos años, donde el estirón fue puramente nominal, impulsado por la crisis inflacionista. “El crecimiento de la productividad laboral es esencial para garantizar aumentos sostenibles de los salarios que no generen aumentos en los costos laborales unitarios y mayores presiones inflacionarias”, concluye el informe. He aquí la gran asignatura pendiente, especialmente en el Viejo Continente.

La espiral inflacionista fue un chollo para las empresas. La crisis de oferta que siguió al covid alumbró un escenario en que las compañías se podían permitir imputar el incremento de los costes de producción en los precios de venta sin perder cuota de mercado. Como resultado, los beneficios empresariales se convirtieron en el principal motor que retroalimentó el círculo vicioso, según constató recientemente un informe del Banco Central Europeo.

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