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El recibo del agua se dispara con la sequía y es el suministro que más sube en 2024
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SEGÚN CAIXABANK RESEARCH

El recibo del agua se dispara con la sequía y es el suministro que más sube en 2024

El alza de las tasas locales y regionales encarece un 12,5% la factura, casi el doble que la del gas o la luz. La tendencia ha llegado para quedarse en una época marcada por la escasez

Foto: Una persona coge agua del grifo. (EP/Ricardo Rubio)
Una persona coge agua del grifo. (EP/Ricardo Rubio)

Primero fue la luz, después el gas... y ahora, el agua. La factura del consumo hídrico de los hogares ha tomado el relevo de las energéticas como el suministro que más sube. Así lo corroboran los datos del centro de estudios CaixaBank Research, que reflejan la información de los recibos domiciliados en el banco homónimo. El encarecimiento del agua se produce en paralelo a la pertinaz sequía que afecta a amplias zonas del país desde hace dos años, aunque ha empezado a remitir en otras desde la pasada primavera.

Las cifras, presentadas a través del portal Economía en Tiempo Real, tienen un notable valor, en la medida en que permiten conocer información agregada de los más de 18 millones de clientes del banco, el primero de España en esta métrica. En un ámbito con datos tan dispersos como el de los suministros del hogar, y en particular el de agua —que depende de cada ayuntamiento y, en algunos casos, de las comunidades autónomas—, resultan muy útiles para poder trazar la evolución en el conjunto del país a lo largo del tiempo.

En concreto, los hogares de esa amplísima muestra pagaron en junio —últimos datos disponibles— un 12,5% más por el agua que en el mismo mes del año anterior. Más allá de los pequeños sesgos que pueda introducir la entrada o la salida de nuevos clientes y la evolución de los hábitos de los que mantienen su recibo domiciliado en CaixaBank, esto quiere decir que el líquido elemento se está encareciendo a un ritmo de doble dígito.

La métrica utilizada para llegar a esta conclusión es la evolución interanual, la misma que se suele emplear para explicar el índice de precios de consumo (IPC). Si echásemos mano de la jerga que acompaña a ese indicador, diríamos que, pese a todo, el encarecimiento del agua está moderándose, tras tocar techo en mayo. Entonces subía a un ritmo del 13,3%, el máximo de la serie histórica, que empieza en 2018. Es un pobre consuelo si se tiene en cuenta que antes había acumulado una racha alcista ininterrumpida desde el pasado octubre.

Desde entonces, el esfuerzo de los hogares para afrontar la factura del agua ha pasado del terreno negativo —algo habitual a lo largo de estos años— a experimentar un crecimiento acelerado, superior al que había experimentado en el curso 2020-2021, el otro período ascendente de la serie. En aquel momento, la situación hidrológica era mucho más favorable, pero existe un factor coincidente con la actualidad: los municipios y autonomías también salían de un período electoral, lo que pudo propiciar encarecimientos que nunca se emprenden antes de los comicios —son muy impopulares— y que, en algunos casos, reflejan la política de las corporaciones y gobiernos entrantes.

Sin embargo, todo apunta a que el factor determinante en este caso ha sido la sequía, especialmente en los territorios que la han sufrido más, como Cataluña. En Barcelona y los municipios de su área metropolitana, por ejemplo, el agua se ha encarecido en 2024 una media del 11,5%, tras una década congelada. Estas alzas han espoleado a otros territorios que apenas han experimentado escasez hídrica a hacer lo mismo, por una suerte de efecto imitación. Es el caso de la Comunidad de Madrid, que incrementó la tarifa a partir del 1 de junio hasta un 15%, en función de cuál sea el consumo. Aquí también llevaba petrificada unos 10 años.

Foto: Amelia Pérez Zabaleta, en la sede del Colegio de Economistas de Madrid. (J.I.R.)

La disparidad entre los diferentes municipios es enorme, como han constatado diferentes estudios de las asociaciones de consumidores. Este de la OCU, por ejemplo, refleja que en Barcelona se llega a pagar más del triple que en Palencia o Guadalajara por el mismo consumo. Sin embargo, hay un rasgo común a todas las ciudades: el agua no cuesta lo que vale. La señal de precio, que refleja la escasez de cualquier producto y condiciona los hábitos de los consumidores, no está funcionando de manera correcta, aseguran los expertos. El montante del recibo resulta tan bajo que se ha extendido la sensación de que los recursos hídricos son infinitos. Más allá de la sequía, ese es el debate actual, que apunta a nuevas alzas durante los próximos años, especialmente para penalizar a quienes más consumen, como ya ha ocurrido con las últimas.

El agua subirá, la energía bajará

El objetivo es que, poco a poco, el agua se vaya equiparando a otros insumos, como la electricidad y el gas, que son mucho más sensibles a la oferta y la demanda, pese a estar sujetos a una elevada regulación. Se vio durante la crisis energética: tras unos años de relativa calma, la volatilidad extrema en los mercados, agravada por el desplome del suministro a Europa tras el inicio de la guerra en Ucrania, acabó trasladándose al recibo e impactó en el comportamiento de los consumidores, en forma de una reducción de la demanda.

Según CaixaBank Research, ambos suministros se llegaron a disparar mucho más de lo que el agua lo está haciendo ahora: un 37,1% interanual el gas y un 32,1% la luz, en ambos casos en septiembre de 2022, momento culminante de la tensión en los mercados. Sin embargo, desde entonces iniciaron una caída libre que los llevó a entrar en terreno negativo en 2023, con abaratamientos de doble dígito durante muchos meses.

Foto: Embalse de la Sierra Boyera, en Córdoba. (EFE/Salas)

Esta situación de desahogo ha tocado a su fin, a medida que el mercado se normalizaba, las medidas del Gobierno —como las rebajas del IVA​ y los impuestos especiales— iban decayendo y los sesgos estadísticos provocados por la comparación con las subidas anteriores se atenuaban. En junio, los clientes con el recibo de la luz domiciliado en CaixaBank pagaron un 7,7% más que el año anterior, mientras que los del gas hicieron un esfuerzo un 6,6% superior. En el caso de la telefonía, la tendencia es mucho más estable: tras varios años de abaratamiento, entró en terreno positivo en 2023, y en junio se encareció un 1,9%.

En otras palabras: el del agua es, ahora mismo, el recibo que más está subiendo, y lleva siendo así desde que lo empezó a hacer en diciembre del año pasado. A diferencia de la electricidad, cuyas proyecciones a largo plazo apuntan a un sensible abaratamiento —gracias al incremento de la oferta como consecuencia del despliegue masivo de las renovables—, el agua está llamada a encarecerse cada vez más para que el precio refleje fehacientemente su escasez, y ayude a financiar la inaplazable transformación de las infraestructuras hídricas del país.

Lo que ahora supone una porción mínima de los presupuestos familiares y de los costes de las empresas irá ganando protagonismo, a medida que los suministros energéticos lo pierden. En ese sentido, los últimos datos de CaixaBank podrían tener un mayor componente estructural del que podría parecer. Más que la excepción, se antojan la regla de cara a los próximos años, una suerte de indicador a tiempo real que también funciona como indicador adelantado de lo que nos espera. Al fin y al cabo, el clima de España es el que es, y el cambio climático es irreversible.

Primero fue la luz, después el gas... y ahora, el agua. La factura del consumo hídrico de los hogares ha tomado el relevo de las energéticas como el suministro que más sube. Así lo corroboran los datos del centro de estudios CaixaBank Research, que reflejan la información de los recibos domiciliados en el banco homónimo. El encarecimiento del agua se produce en paralelo a la pertinaz sequía que afecta a amplias zonas del país desde hace dos años, aunque ha empezado a remitir en otras desde la pasada primavera.

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